Flash sobre el Evangelio del domingo-Fiesta de Santiago (25/07/2021)
Después de varios domingos sin este café dominical con Jesús, ¡y con nadie!, porque en los Hospitales no sirven café a los enfermos, acudo a la cafetería traqueteando con mis muletas, que van a acompañarme durante tres meses. Hoy, la Misa ha sido del apóstol Santiago, patrono de España, ya que la solemnidad de esta fiesta sustituye al domingo, y el evangelio (Mt 20, 20-28) nos ha recordado un episodio poco glorioso para los Zebedeos, los hermanos Santiago y Juan. Jesús ha llegado antes que yo, pues con las muletas se anda más despacio, y ha salido a mi encuentro sonriente:
– ¿Qué tal estás?, me ha preguntado, mientras hacía un guiño al camarero.
– Pues mejor que la última vez que nos vimos aquí. Entonces tenía la cadera desajustada y me la han dejado para seguir funcionando razonablemente bien.
– ¡Cuánto me alegro!, me ha dicho con franqueza.
– ¡Y yo! -he respondido al tiempo que empezaba a diluir el azucarillo en el café-. Además, tengo que agradecerte algo.
– Tu dirás -ha reaccionado un tanto intrigado-.
– Como sabes, me han repuesto la prótesis de una cadera, que me colocaron hace once años. Es el tiempo, más o menos, que duran estas prótesis sin dar problemas…
– Y, en tu caso, con más razón -me ha interrumpido después de tomar un sorbo de café-, porque la has hecho trabajar bastante…
– Bueno, dejemos eso, que es más interesante esto otro: Cuando di las gracias al traumatólogo que me operó hace once años, me dijo: “Dáselas también a Dios, que guía mis manos cuando opero”. Por eso, he de agradecerte que también hayas guiado las manos de este otro, pues la intervención fue laboriosa y larga. Es peor la reposición que la primera vez.
– Efectivamente; no es lo mismo. Pero, ¿qué me dices del evangelio de hoy?
– Pues, que me ha quedado un mal regusto: los Zebedeos, utilizando a su madre para pedir los primeros puestos después de que tú acababas de anunciarles que se te venía encima la pasión y la muerte, deja en muy mal lugar a estos apóstoles.
– ¡Y a los demás, que se indignaron con los Zebedeos! Como decís, todos querían sacar tajada. Por eso, al salir de Jericó curé a dos ciegos, que me pidieron con ahínco: “¡Señor, que se abran nuestros ojos!” Esto es lo verdaderamente necesario, que se os abran los ojos para reconocer que no he venido a ser servido, sino a servir y dar mi vida como rescate por muchos. Y vosotros, lo mismo. A Santiago y a los demás se les abrieron los ojos y me siguieron.
– Pues, aunque nos cuesta verlo, tu entrega no ha sido inútil. Estos días en el Hospital me han hecho pensar que vivimos sumergidos en mucha más bondad de lo que pensamos: el buen hacer de los médicos, las atenciones del personal sanitario a pesar de que su trabajo es agobiante en algunos momentos, la preocupación de los amigos, que te acompañan día y noche con sus “whatsapp”…
– ¡Cuánto me alegra sea así!, ha dicho acercándose a la barra para pagar. Pero hoy el café era de bienvenida por cuenta de la casa.