La fiesta del amor de Dios

Carlos Escribano Subías
11 de junio de 2021

El mes de junio el pueblo de Dios lo vive tradicionalmente contemplando el Sagrado Corazón de Jesús. Es una fiesta relativamente reciente en nuestro calendario litúrgico, pero que ha cobrado un enorme arraigo popular, también en nuestra diócesis. Santa Margarita María Alacoque fue quien impulsó la idea que cristalizaría en una nueva fiesta en el calendario. Entre 1673 y 1675 tuvo santa Margarita María una serie de visiones en las que Cristo le habló pidiéndole que trabajase por la institución de una fiesta del Sagrado Corazón. En 1856, el papa Pío IX la hizo extensiva a toda la Iglesia.

El papa Francisco define la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús como la fiesta del amor y nos invita a todos los cristianos a dejarnos amar con ternura por Dios. El Corazón de Jesús es el descubrimiento de un corazón que nos ha amado hasta el extremo. El Señor supo expresarlo con las obras más que con las palabras y nos mostró un camino lleno de pedagogía para descubrirlo: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hechos 20, 35). Ese amor que Dios derrama copiosamente sobre nosotros, y que nos ha demostrado redimiéndonos por amor, quedándose en la eucaristía y enseñándonos el camino a la vida eterna, nos mueve a corresponderle y a hacerlo también más con nuestras obras que con nuestras palabras. 

Contemplar el Corazón de Cristo en este mes de junio, nos ayuda a comprender lo que significa la misericordia de Dios. En palabras de Francisco, el Corazón de Jesús “no es sólo el corazón que tiene misericordia de nosotros, sino la misericordia misma. Ahí resplandece el amor del Padre; ahí me siento seguro de ser acogido y comprendido como soy; ahí, con todas mis limitaciones y mis pecados, saboreo la certeza de ser elegido y amado. Al mirar a ese corazón, renuevo el primer amor: el recuerdo de cuando el Señor tocó mi alma y me llamó a seguirlo, la alegría de haber echado las redes de la vida confiando en su palabra (cf. Lc 5,5). El corazón del Buen Pastor nos dice que su amor no tiene límites, no se cansa y nunca se da por vencido. En él vemos su continua entrega sin algún confín; en él encontramos la fuente del amor dulce y fiel, que deja libre y nos hace libres; en él volvemos cada vez a descubrir que Jesús nos ama «hasta el extremo» (Jn 13,1); no se detiene antes, va hasta el final, sin imponerse nunca. El corazón del Buen Pastor está inclinado hacia nosotros, «polarizado» especialmente en el que está lejano; allí apunta tenazmente la aguja de su brújula, allí revela la debilidad de un amor particular, porque desea llegar a todos y no perder a nadie”. (Francisco, Homilía en el Jubileo de los Sacerdotes, 3 de Junio de 2016).

Os invito a vivir este mes de junio, mes del Sagrado Corazón de Jesús, como un momento de gracia que nos ayude a descubrir el amor y la misericordia de Dios. ¡Dejémonos amar por él!

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