Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Basuraleza

9 de junio de 2021

El pasado día 5 de junio celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente bajo el lema: “Reimagina, Recrea, Restaura”. En el marco de esta celebración, Naciones Unidas inicia desde el 2021 hasta el 2030 el Decenio sobre la Restauración de Ecosistemas, que pretende revivir miles de millones de hectáreas, desde bosques hasta tierras de cultivo, desde la cima de las montañas hasta las profundidades del mar. Es uno de esos muchos ‘días’ y de esos muchos ‘proyectos’ políticos que unos pasan casi sin enterarnos y los otros no es que suelan cumplirse.

Este año a mí me ha servido el Día Mundial para encontrarme con una palabra nueva y con lo mucho que hay detrás de ella: BASURALEZA. Esta es la palabra. Que, además, ofrece la posibilidad de evitar en español una nueva palabra inglesa: littering. Crear una palabra ayuda, creo, a tomar más conciencia del tema que aborda la nueva palabra. Aunque no forme parte inmediatamente de nuestro vocabulario y nuestros valores de comportamiento. Como sucede con la palabra aporofobia: Fobia a las personas pobres o desfavorecidas (Diccionario RAE). Rechazo profundo, ‘visceral’, del pobre.

Basuraleza son los residuos generados por el ser humano y abandonados en la naturaleza. Basuraleza es todo lo que el ser humano ‘regala’ a la naturaleza y la degrada. Convertimos la naturaleza en basuraleza. El tirar residuos contaminantes a la naturaleza tiene graves consecuencias. Por un lado, son una amenaza para la calidad de vida de los espacios naturales, así como para las especies animales y sus hábitats; por el otro, esa basuraleza es un peligro que afecta y perjudica a la vida de las personas. Los residuos abandonados contaminan el aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que comemos. Una cadena tóxica que a todos nos afecta y que es responsabilidad de todos romperla. Porque no está lejos de nosotros, ni es ajena a nuestro comportamiento personal y colectivo. Todos descubrimos la basuraleza en nuestros paseos por el campo, por los caminos y carreteras, por las calles que pisamos todos los días.

La basuraleza no es solo la escombrera ilegal o la isla de plástico en cualquier océano. Es cada colilla, cada papel de aluminio para el bocata o cada envoltorio que se abandona en la naturaleza. O ese nuevo residuo que ya está por nuestras calles y caminos: la mascarilla.  Cada persona cuenta. Cada acción cuenta. Un bastoncillo tirado por el inodoro en España puede terminar interactuando con un caballito de mar en una isla del Pacífico. Su impacto negativo está claro y los culpables, también: nosotros mismos, cada vez que arrojamos basura en nuestros paseos por la ciudad, por la playa o excursiones al campo, incluso en nuestro trabajo y en los de nuestra casa.

La basuraleza está lejos de ser un problema meramente estético o secundario. Aunque queda mucho camino por recorrer en el ámbito científico, la evidencia es incontestable: estamos ante una catástrofe ambiental que requiere la reacción positiva de todos.Por tanto, el cuidado de los espacios naturales y el buen destino de nuestras basuras es algo fundamental para la población. Juntos podemos ser parte de la solución a este gran problema ambiental.

Estamos ya en condiciones de aceptar la responsabilidad de ser parte de la solución. Esta es la verdad. Abandonemos la cómoda y peligrosa idea de que yo poco o nada contamino o de qué va a servir que yo no tire una botella de plástico en el campo. Interioricemos, por el contrario,que la lucha por un entorno limpio empieza por mí, por ti, por nosotros. Ha llegado el momento de dejar de mirar para otro lado. Montes, ríos, playas y el resto de entornos naturales acumulan basura y necesitan nuestra ayuda para acabar con ella.

El tiempo de la solución será largo, pero comenzando ya, Es urgente que las personas dejemos de consumir tanto innecesario. Ahí está uno de los principales orígenes del problema, porque los residuos de tanto innecesario terminan contaminando los espacios naturales. Comenzar puede ser algo tan sencillo como decirnos a nosotros mismos y a los de nuestro entorno más cercano: “no lo tires, es basura”. Ser libre no significa eludir las responsabilidades personales y colectivas

Una señal de esperanza es el juicio que hacen organizaciones que trabajan en esta realidad: según ellas, cada vez es mayor la concienciación personal y el apoyo de la sociedad ante la verdadera amenaza que supone la basuraleza. Limpiar de basura el campo, y sobre todo no tirarla, nos encamina hacia el modelo que necesitamos, una situación de residuos cero, sin que nadie abandone basura en el campo y donde lo que se tire siempre sirva para crear algo nuevo. El reciclaje.

Este dato nos puede llevar a detenernos un momento y pensar lo que conseguiríamos si cada uno de nosotros se comprometiera a mantener limpio su entorno natural o de recreo. Haciendo esto tan sencillo decididamente, sin vergüenza, es la mejor manera de ir generando nuevas conciencias a nuestro alrededor.[1]“El desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva” (Francisco. Laudato Si’, 14).


[1] Los datos y muchas ideas de este artículo los he tomado de www.proyectolibera.org.

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