Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Pandemia, guerra y armas

19 de mayo de 2021

Pandemia, fiestas insolidarias y ofensivas a tanto dolor, paro, familias sin ingresos, colas del hambre, negocios que cierran… no nos permiten olvidar otras negras realidades como los emigrantes (escribía la semana pasada. Gran tragedia hecha clamor esta semana en Ceuta y Melilla, mayor que nunca). Siguiendo esta línea, que nunca podemos olvidar por grandes que sean nuestros problemas, hoy recuerdo otra negra realidad que permanece y sigue: la guerra, el tráfico de armas, el armamentismo

Estamos contemplando, angustiados y alarmados, la terrible guerra, una vez más, entre Israel y Palestina. Gran destrucción, muertes de personas indefensas que claman al cielo, especialmente las de niños. Terrible, salvaje, inhumano… Terrible política que mata personas en ambos lados y que no fructifica en diálogo para la paz y la convivencia permanente y segura entre ambos Estados. Tragedia de guerras en todo el mundo, muchas de ellas ‘olvidadas’ por inacabables, por intereses económicos de los fuertes o por mil razones que se nos escapan a los de ‘a pie de calle’. Y el terrorismo que nunca termina. En Burkina Faso, dos periodistas españoles, un irlandés y un nacional fueron asesinados el 27 de abril de este año.

Pero… desde marzo de 2020, el confinamiento prácticamente mundial paró industrias, transporte y muchísimos servicios. No se pararon los servicios esenciales: alimentación, servicios médicos, medicinas y poco más… “Sin embargo, la industria armamentística no redujo significativamente su actividad, se continuó, incluso durante la pandemia, vendiendo y comprando en grandes cantidades. Aunque el comercio mundial de armas por primera vez no crece, se mantiene estable”.[1]

El Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo constata esta contradicción: “El impacto económico del COVID 19 podría provocar que, en los próximos años, algunos países reconsideraran sus importaciones de armas. Sin embargo, al mismo tiempo, incluso en el pico más alto de la pandemia en 2020, varios países firmaron cuantiosos contratos de grandes armas”.[2] Bienvenida sea la primera decisión. Terrible e inhumana, la segunda que, además, sigue creciendo.

“Cada año, el comercio global de armas mueve una cifra de alrededor de 75 mil millones de dólares… Como consecuencia del importante volumen de ventas, es fácil conseguir armas en cualquier lugar del mundo. Cada día mueren casi 2.000 personas por las armas de fuego… Se estima que en 10 años se habrán vendido armas por un valor de 2.200 millones de dólares a países involucrados en algún conflicto”.[3] También España vende armas, por supuesto.

La Iglesia, en ‘otro tiempo’, ¿lejano?, iniciadora de guerras o bendiciéndolas, ha dado un paso de gigante en su oposición a la guerra. Redescubriendo “dichosos los que construyen la paz, porque serán llamados hijos de Diios” (Mt 5,9), sabe que, en estos momentos históricos y siempre, la misión de todos los cristianos es contribuir activamente a la desmilitarización del corazón humano.

Recordemos algunos hechos de los últimos tiempos. “Nada se ha perdido con la paz, todo se puede perder con la guerra”, palabras de Pío XII pronunciadas el 24 de agosto de 1939. El “¡Nunca más la guerra!” de San Pablo VI proclamado con energía en la Asamblea General de la ONU en 1965. El ‘¡«NO A LA GUERRA»! fuerte y repetido de San Juan Pablo II a la Guerra de Irak de 2003. Y Francisco: “La fraternidad humana nos exige, como representantes de las religiones, el deber de desterrar todos los matices de aprobación de la palabra guerra. Devolvámosla a su miserable crudeza. Ante nuestros ojos están sus nefastas consecuencias” … “Prácticamente es necesario afirmar que la mayor estructura de pecado, o la mayor estructura de injusticia, es la misma industria de la guerra, ya que es dinero y tiempo al servicio de la división y de la muerte”.[4]

En el diálogo con los periodistas en el avión, en su viaje de vuelta de Irak en marzo de este año, preguntó sin pelos en la lengua: “Una pregunta que me vino a la mente en la iglesia (de Mosul) fue la siguiente: pero ¿quién vende las armas a estos destructores? ¿Por qué no fabrican ellos mismos las armas en casa? Sí, se fabricarán algunos artefactos… Pero ¿quién vende las armas? ¿Quién es el responsable? Al menos pediría a los que venden las armas la sinceridad de decir: nosotros vendemos las armas. No dicen eso. Es feo. ¿Quién vendía las armas a los terroristas? ¿Quién se las vende hoy? Una pregunta que me gustaría que todos respondiesen”.

Y que repitió en la Audiencia General en el Vaticano el 10 de marzo: “La respuesta a la guerra no es otra guerra, la respuesta a las armas no son otras armas. ¿Quién vendía las armas a los terroristas? ¿Quién se las vende hoy? Una pregunta que me gustaría que todos respondiesen”.

Para la desmilitarización de nuestro corazón, que todos estamos urgidos a conseguir, nos deja esta pregunta: “¿Seremos capaces de construir una cultura de hermanos o seguiremos con la lógica iniciada por Caín?” Lo primero, claro. Pues, manos a la obra a pie de calle.


[1] Silvina Pérez. ¿QUIÉN VENDE ARMAS A LOS TERRORISTAS? Rev. Vida Nueva. N° 3218. 10-16 abril 21. Pág. 40.

[2] Ibidem.

[3] Ibidem.

[4] Abu Dhabi, 4 febrero 2019 y a los participantes en el seminario “Nuevas formas de solidaridad”. 5 febrero 2020.

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