Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Cuatro gatos

5 de mayo de 2021
  • “¿Sabes por qué no hay ratones en las iglesias?
  • No. Ni idea.
  • Pues… porque van cuatro gatos”. (Nos reímos… Sano y necesario humor, pero queda un no sé qué dentro)
  • O, mejor, gatas. (Añade otra con la sonrisa en los labios).

Me lo contaron el domingo pasado después de la Eucaristía dominical, ya hablando en la calle con una pareja que había participado en la Eucaristía. Y, después de la risa con ese no sé qué serio, me puse a reflexionar.

Es un chiste, sí, pero cuánta verdad encierra, al menos en el ambiente eclesial en que me muevo. Una ‘verdad sociológica’ que no nos puede llevar a transitar por la senda y la actitud del conformismo o la resignación o el lamento tristón. Ni mucho menos por el camino de la desesperanza, que no tiene ningún fundamento en Dios, sino en nuestros sentimientos y en la debilidad de nuestra fe personal o comunitaria.

Pues demos gracias, alto y claro, al Padre que conserva y fortalece esos ‘cuatro gatos’ que humildemente mantienen un fuego que no se apagará. Y que resurgirá de otra manera. Sólo el Espíritu sabe cómo será la Iglesia del futuro. Pero pienso que no será repitiendo el modelo de Iglesia del siglo XIX, el que parece que a no pocos les encanta hoy. Tampoco veremos nuestros templos llenos, pero el Seños seguirá amando al mundo y salvándolo.

                Gracias también a Dios porque ni la Iglesia ni nosotros salvamos a nadie. Sólo salva el Seños: “Bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos” (Hch 4,12). No somos salvadores de nadie, sino salvados con y como todos. Lo nuestro es anunciarlo con obras y palabras. Nada más y nada menos. Y hacerlo con esperanza seamos 4 o 4 millones de gatos. Justamente porque solo el Señor salva en la Iglesia y más allá de ella. Esta es la confianza más profunda para no desfallecer en nuestra misión.

                Es bueno y necesario recordar y profundizar que ya sucede algo parecido en el Antiguo Testamento. En cada crisis de fe del pueblo de Israel siempre queda un remanente, ‘un resto’. Así nos lo dice el profeta Sofonías (3,12): “Dejaré en ti un resto, un pueblo humilde y pobre que buscará refugio en el nombre del Señor”. Serán gente humilde y pobre, pero llenos de fidelidad hacia Dios. Son el “resto de Israel”. Un pequeño grupo que, contando con sus debilidades, firme en la comunión con Dios y será el germen de un futuro esperanzador.

                Y hay más: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino” (Lc 12,32). Rezuma gozo y esperanza firme que Jesús piense en nosotros, sus mediocres seguidores, su pueblo, su Iglesia como en un ‘pequeño rebaño’. No le van las multitudes, huye de ellas. “Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña solo” (Jn 6,15). Sí se acerca a la multitud y se le conmueven las entrañas “porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc 6,34). Y nos urge a “dadles vosotros de comer” (Mc 6,37).

                Jesús nos llama ‘pequeño rebaño, porque a continuación nos propone un modo de vivir con un acento especial sobre los bienes materiales y su uso, que no es aceptado por muchos, incluso llamándonos a nosotros mismos cristianos. Este dato evangélico y la respuesta superficial de muchos me ha traído a la memoria una idea que escuché o leí hace unos años y que hemos de superar para el actual y el futuro ‘pequeño rebaño’.

                Escuché o leí que muchos cristianos usan un evangelio ‘de segunda mano’. Es decir, que no van directamente al evangelio. Su fe está alimentada por las explicaciones que reciben de homilías, catequesis, devociones, costumbres piadosas, tradiciones… pero casi nunca -por decirlo suavemente- acudiendo sin intermediarios al Evangelio para encontrarse, conocer y amar a Jesús. Y no tener solamente una débil apariencia cristiana, sino un corazón cristiano porque nos vamos identificando con Jesús. No es posible una fe que se va haciendo adulta y consolidada sin el encuentro personal con Jesús y su Palabra.

Creo que es totalmente cierto que la experiencia cristiana no se puede dar sin escuchar personalmente y en comunidad el Evangelio de Jesús. En contacto con las alegrías y problemas, dolores y gozos, preguntas e inquietudes, esperanzas y frustraciones de la persona de nuestro tiempo y de nuestro mundo tan complejo, injusto y solidario.

Solo así, nuestro ‘pequeño rebaño’, de 4 o de 40 o más gatos, será un ‘resto’ fecundo en medio de una masa de indiferentes y de buscadores sinceros de un sentido a sus vidas.

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