Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Propuestas y respeto

14 de abril de 2021

“PIPOCAS” (palomitas de maíz) es una sección de humor gráfico del periódico Los Tiempos de Cochabamba. Su autor es Rafael Velasco, que firma como Pipo. Es muy crítico con los políticos bolivianos, como expresa claramente este cómic. Su personaje central es Avernoy, un extraterrestre, su hijo y un perro que piensa.          

Algunos de sus dibujos de los últimos días me han hecho pensar en nuestros políticos. Entre los que, sin duda y no por concesión benévola, hay políticos honestos, que están porque quieren servir y mejorar España, no por el dinero ni por el poder. Pero se notan menos o los sacan muy poco en los medios, especialmente en las teles. Y puede darnos la impresión de que no existen. Pero sí, aquí no solo tenemos “caudillos, caciques y pésimos oradores de plazuela” (el perro de Pipocas dixit).

Hay algo en nuestros políticos que nos preocupa a muchos ciudadanos y que ha aparecido con fuerza en la campaña electoral en Madrid. No se ven ni se tratan los diversos partidos como adversarios que buscan el bien común con filosofías y propuestas políticas distintas, sino como enemigos, personas enfrentadas en todo momento y en todo lugar. Se supone que coinciden todos en el fin de la política: trabajar por construir una España más justa y digna desde sus propias perspectivas que se enriquecen con las de los otros y por eso dialogan y se confrontan respetuosa y educadamente. Sin embargo, parece que su único objetivo es derrotar al otro y alcanzar el poder. Derrotar al enemigo.  Esta actitud se traslada después a las ‘bases’ de los partidos en luchas violentas callejeras que destruyen todo lo que encuentran a su paso.

Hay políticos más preocupados por atacar al otro que por hacer propuestas para el bien de todos.  Porque esto es lo que preocupa a los españoles que peor lo pasan y a los que están preocupados por su futuro: que los políticos aporten soluciones a sus problemas y nada más.

Los ciudadanos de todo el mundo no queremos una política que favorezca “la ebullición de formas insólitas de agresividad, de insultos, maltratos, descalificaciones, latigazos verbales hasta destrozar la figura del otro”. (Francisco. Fratelli tutti -FT- 44). “La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz”. (FT 15)

Si este es el panorama, corremos todos el riesgo grave de pensar: ‘todos los políticos son iguales’ o desentendernos de nuestra responsabilidad personal ante el bien común. “Una vez más convoco a rehabilitar la política, que es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”. (FT 180)

Todos estamos dentro de este ambiente social y político. Por eso, para no mirar hacia otro lado, “Conviene reconocer que los fanatismos que llevan a destruir a otros son protagonizados también por personas religiosas, sin excluir a los cristianos, que pueden formar parte de redes de violencia verbal a través de internet y de los diversos foros o espacios de intercambio digital. Aun en medios católicos se pueden perder los límites, se suelen naturalizar la difamación y la calumnia, y parece quedar fuera toda ética y respeto por la fama ajena”. (FT 46)

Y al interior de la Iglesia: “La división en la Iglesia católica preocupa porque hace daño al amenazar la comunión y la unidad de la que hablamos”[1] tanto.


[1] Cardenal Parolín. Rev. Ecclesia. N° 4070. 10 abril 2021. Pág. 8.

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