El mes de febrero del pasado año, del 14 al 16, se celebró en Madrid el Congreso de Laicos, ‘Pueblo de Dios en salida’, organizado por la Conferencia Episcopal Española. Fue un gran acontecimiento eclesial en el que la Iglesia que peregrina en España se adentró en una reflexión profunda y muy interesante, sobre el papel del laicado en este momento de la evangelización. Fue un momento de gracia, un renovado Pentecostés, en el que los participantes, más de dos mil, provenientes de todas las diócesis españolas, salimos muy renovados e ilusionados viendo el mucho trabajo que ya se está realizando y acogiendo los retos que allí se plantearon.
Es cierto que a las pocas semanas, como es sabido por todos, se decretó el estado de alarma por la dolorosa pandemia que todavía seguimos padeciendo y eso hizo que la recepción del mismo se ralentizase bastante. Aun así, se siguió trabajando y a lo largo de estos doce meses se han ido dando pasos que creo que son muy significativos y que iluminan el camino que hemos de recorrer los próximos años. Con tal fin se editó por parte de la Comisión Episcopal de Laicos una ‘Guía de trabajo’, que recoge las muchas aportaciones que hubo en el Congreso y propone una metodología adecuada para que se pueda seguir trabajando en las diócesis, movimientos y asociaciones.
Las pautas sobre las que se construyó esta reflexión y que han iluminado el precongreso y la celebración del Congreso mismo, deben seguir desarrollándose en el poscongreso en el que ahora estamos inmersos. En este contexto, tanto la sinodalidad como el discernimiento se proponen como pautas metodológicas que han marcado todo el proceso hasta ahora y que deben seguir siendo prioritarias a la hora de desarrollar nuestra acción pastoral en los próximos años. Así mismo, los itinerarios que allí se propusieron (primer anuncio, acompañamiento, itinerarios formativos y presencia en la vida pública) entiendo que son prioridades pastorales que todos debemos afrontar en el desarrollo de nuestros retos pastorales venideros. El hecho de reconocer estos itinerarios como prioritarios en nuestra tarea evangelizadora es compartido por muchos y, al estar trabajando ya en ellos desde distintas perspectivas, pueden ser fuente de comunión al abordar de modo complementario los retos que estos itinerarios nos plantean.
Sería de desear que toda esta realidad iluminase nuestra reflexión pastoral, con la vista puesta en los retos evangelizadores que tenemos los próximos años. Damos gracias a Dios por los frutos del Congreso de Laicos que ya estamos empezando a recoger. Pero queda mucho trabajo por hacer y debemos afrontarlo con ilusión, constancia y creatividad. ¡A ello os animo!