Comenzamos este tiempo de gracia para convertir nuestro corazón al Señor. La Cuaresma es un tiempo singular en el año cristiano, que nos ayuda a prepararnos para acoger el misterio de la Resurrección de Cristo. Es cierto que las circunstancias que estamos viviendo, debido a la dureza de la pandemia, pueden descentrarnos y casi hacernos perder la noción del tiempo en que vivimos. Ya el año pasado, en mitad de la Cuaresma, fuimos confinados y ello repercutió en la celebración de la misma y de la Semana Santa.
Este año nos vuelve a tocar vivir este tiempo de conversión, con las restricciones propias de la crisis sanitaria provocada por la Covid-19. Y nos toca de nuevo preparar una Semana Santa diferente, en la que nuestras hermandades y cofradías no podrán salir a procesionar por nuestras calles, en pueblos y ciudades, y no podrán proponernos con belleza y profundidad, los momentos centrales de la Pasión y Resurrección de Cristo. Sin embargo, somos conscientes de que estamos ante un Misterio tan grande, que nos sentimos superados y que necesitamos la adecuada preparación para poder comprenderlo y asimilarlo; por ello nos introducimos en este camino de conversión.
En este contexto, el papa Francisco nos invita en su mensaje para la Cuaresma de este año, a vivir este tiempo con intensidad: “El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante”. En definitiva, se trata, a lo largo de estas semanas, de fortalecer nuestra fe, esperanza y caridad, siguiendo el camino cuaresmal.
Fortalecer la fe, pues la Cuaresma es un tiempo para creer; para ayunar de todo aquello que está distorsionando la imagen de Dios en nuestra vida. Cultivar la esperanza, aunque en tiempo de pandemia podría parecer una provocación; pero a pesar de las adversidades y de nuestro pecado, Dios nos sigue buscando para reconciliarnos con él. Ello nos ofrece una magnífica pauta para este tiempo cuaresmal: ser nosotros signos de esperanza para los demás con nuestros actos y actitudes. Y por último, vivir una Cuaresma abriendo nuestro corazón a los que más sufren (tantos están tan cerca), saliendo de nosotros mismos y buscando su bien. En definitiva, anticipando en nosotros el misterio de la donación total que Cristo nos mostrará en su Pasión.
Os animo a vivir estas semanas muy cerca del Señor y preparar con intensidad el Triduo Pascual. ¡Santa Cuaresma a todos!