Con más fieles de los habitual en nuestra Catedral, pero sin exceder el aforo máximo permitido por la Pandemia, se celebró ayer por la tarde un eucaristía por Nuestra Señor de Lourdes organizada por nuestra Hospitalidad que cumple su primer año.
Un año convulso por la Pandemia, que hace que la Hospitalidad de Lourdes sea más necesaria que nunca, aunque no se haya podido peregrinar a Lourdes todavía.
Antes de la homilía de nuestro Obispo, don Antonio, escuchamos tres testimonios sobre esta pandemia. Unas experiencias de vida y muerte que nos llegaron al corazón, y donde la fe se hizo presente en esos duros momentos.
Comenzó María, que trabajó de celadora en el Hospital de San José en plena crisis sanitaria, su testimonio fue de trabajo y acompañamiento a esas personas enfermas que necesitaban cariño más que nunca. Posteriormente nos narró su confinamiento, al enfermarse junto a sus padres, que vivían con ella. María les quiso dar todos los cuidados y cariño que aprendió en el Hospital; una experiencia de entrega a los demás.
El siguiente testimonio fue de Fernando, profesor, él se contagió del coronavirus, se confinó pero empeoró y tuvo que ser ingresado y, posteriormente, intubado en la UCI. Tuvo la suerte de que su estancia en la Unidad de Cuidados Intensivos fue de tan solo tres días y reaccionó a la medicación que le suministraron. Esta experiencia cercana a la muerte le hizo valorar y agradecer a Dios que le diera esta segunda oportunidad.
El último testimonio fue de Esther, Secretaría de Administración de nuestro Obispado. Ella vivió la enfermedad y pérdida de su padre, con la dureza de no poder acompañar a su madre, ni a él, en esos duros momentos. Un emocionante relato que nos recordó lo cruel que llega a ser este virus.
Tras los testimonios, don Antonio , pronunció unas palabras sobre los lugares teológicos como el Santuario de Lourdes, nos recordó sus visitas allí y que en toda esta pandemia subyace la Esperanza, que no se debe perder.