Como cada año, coincidiendo con la Fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero se celebra la Jornada de la Vida Consagrada, momento especial para el agradecimiento y para la oración. El delegado episcopal de Vida Consagrada, José Manuel Vargas, nos escribe estas palabras.
Agradecemos al Señor el don que hace a su Iglesia en la vida y entrega de cada uno de los consagrados y suplicamos al “dueño de la mies” que no deje de enviarnos vocaciones santas para la vida religiosa.
Con el lema “La vida consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido”, se pretende insistir en el hecho “por un lado, de la condición llagada del ser humano y de la creación entera, en la que todos nos sentimos reconocidos y espoleados; por otro lado, evoca la vocación y misión de las personas consagradas en la Iglesia y en la sociedad, como signo visible de la verdad última del Evangelio, de la llamada perenne de Jesucristo y de la cercanía del Padre para con cada ser humano”.
Ciertamente este año se hacen especialmente sensibles las heridas de nuestro mundo y de nuestros hombres, por lo que la llamada a la oración y a la renovación de nuestro compromiso de entrega en favor de ellos han de revestirse también de una intensidad particular.
Por las circunstancias que atravesamos no será posible, como en años anteriores, reunirnos para la celebración conjunta de esta Jornada, pero, desde el Secretariado diocesano para la Vida Consagrada, sí que os pedimos encarecidamente que cada comunidad no deje pasar de largo esta ocasión que se nos ofrece, que juntos deis gracias a Dios porque un Dios se fijó en vosotros y os llamó, que pidáis a Dios que, mostrándonos su derroche de generosidad, envíe santas vocaciones y que, confiando en el hacer de la gracia divina, volváis a pronunciar un SÍ, sin condiciones ni reservas, a la invitación de Aquel que os llama a trabajar en su viña.
José Manuel Vargas.
Delegado Episcopal de Vida Consagrada
