Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Y… otra vacuna

20 de enero de 2021

“Pido a todos: a los responsables de los estados, a las empresas, a los organismos internacionales, promover la cooperación y no la competencia, y buscar una solución para todos. Vacunas para todos, especialmente para los más vulnerables y necesitados de todas las regiones del planeta. ¡Poner en primer lugar a los más vulnerables y necesitados!” (FRANCISCO. Mensaje Urbi et orbe. 25 dic 20).

Todos, o casi todos, tenemos confianza en que la vacuna contra el covid-19 sea eficaz y ayude a la humanidad a liberarnos de la pandemia. Confianza que debe ser fortalecida por una gestión, del Gobierno y de nuestros políticos, coordinada, eficaz, honesta… Cuadro que no es el que, entre todos, están pintando ante el desconcierto y cansancio de la ciudadanía y la falta de responsabilidad de muchos en España y en el mundo. Sin embargo, esta es la primera obligación de “los responsables de los estados, de las empresas, de los organismos internacionales”. Para llegar a la «inmunidad de rebaño” (¡vaya nombrecito!) o «inmunidad colectiva» o «inmunidad de la población» (¡esto está mejor!).

La organización católica alemana de ayuda Misereor hace un llamamiento a Alemania y a la Unión Europea para que se proporcione a todas las personas un acceso equitativo y rápido a las vacunas contra el Coronavirus. Y nos informa de que hay estudios que muestran que el 13 por ciento de la población mundial se ha asegurado cerca de la mitad de las vacunas contra Covid. Los expertos temen que la vacunación universal pueda tardar años en lograrse, a menos que las naciones ricas estén dispuestas a invertir más en ella. Y nos advierte contra un «nacionalismo de la vacunación» que se centra únicamente en la pandemia en el propio país y no reconoce sus implicaciones mundiales. Se puede ver y se hace evidente la desigualdad en nuestro mundo en el tema del acceso a las vacunas. Pero la vacuna es un bien público global. Por lo tanto, debe haber cuotas para toda la población mundial, para distribuirlas proporcionalmente a las poblaciones respectivas y tener en cuenta los niveles de riesgo y vulnerabilidad.[1]

Estas afirmaciones de Misereor nos cuestionan totalmente a los países enriquecidos, a las personas que vivimos en ellos. Y nos vendrá muy bien leerlas detenidamente. Para contemplar esta realidad y vivirla con un espíritu universal y no individualista, tanto nacional como personal.

Y también para pensar en ‘otra vacuna’ que quizás nos estamos poniendo ya muchos sin tener que ir a comprarla en la farmacia y sin que las autoridades tengan que hacer nada para autorizarla. Aunque sí pueden colaborar a que se extienda o no su uso. Nos encontramos también, cómo no, con muchas personas que no usan esta vacuna porque su interior y su vida van por otro camino.

Si sentimos y pedimos que la vacunación comience ‘en casa’, en el propio país, pase lo que pase fuera; si no nos preocupa o cuestiona la mala distribución de las vacunas; si nos da lo mismo que no haya  “vacunas para todos, especialmente para los más vulnerables y necesitados de todas las regiones del planeta”; si no aceptamos que la vacuna contra el coronavirus es un bien público global y que, por tanto, es necesario distribuirla proporcionalmente a todas las poblaciones y teniendo en cuenta los niveles de riesgo y vulnerabilidad»; si vivimos sin cumplir correctamente las medidas que nos proponen las autoridades, nos parezcan o no acertadas; si valoramos nuestra diversión, nuestro capricho, más que el cuidado común… estamos ya poniéndonos irresponsable y egoístamente la vacuna contra la solidaridad, la fraternidad, la ternura, contra el cuidado de nuestros hermanos y hermanas más vulnerables y necesitados.

Esta vacuna que circula poderosamente entre nosotros nos encierra cada vez más en el individualismo, en el consumismo imparable, en el ‘sálvese quien pueda’, en el ‘ande yo caliente y muérase la gente’. Objetivo inalcanzable porque todos vivimos en la misma casa común. Porque es verdad que o nos salvamos juntos o nos salvamos juntos. Porque, si seguimos poniéndonos esta vacuna, nunca lograremos un mundo habitado por hermanos,

Y si la vacuna contra el covid triunfa -ojalá que sí y cuanto antes- y seguimos poniéndonos la vacuna contra la fraternidad, olvidaremos lo sucedido y volveremos a vivir como si nada hubiera sucedido.

El covid estará con nosotros no sabemos por cuanto tiempo. La vacuna médica para todos podrá, así lo esperamos, reducir ese tiempo. Que nos llegue ese tiempo sin habernos vacunado contra la fraternidad, la solidaridad, la misericordia, el cuidado total de la naturaleza… y que salgamos ‘nuevos’ para construir entre todos ‘un mundo nuevo’ con unas relaciones humanas ‘nuevas’ con nosotros, con los demás, con los necesitados, con la naturaleza y con Dios. Preguntémonos cada uno de nosotros. ¿qué tengo, qué tenemos que hacer?


[1] Cfr. Mario Galgano. Vatican News. Consultado 18 enero 21.

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