Sáciame con el torrente de tus delicias

Raúl Romero López
18 de enero de 2021

Salmo 110

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1 Oráculo del Señor a mi Señor:

“Siéntate a mi derecha,

y haré de tus enemigos

estrado de tus pies”.

2 Desde Sión extenderá el Señor

el poder de tu cetro:

somete en la batalla a tus enemigos.

3 “Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,

entre esplendores sagrados;

yo mismo te engendré, como rocío,

antes de la aurora”.

4 El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:

“Tú eres sacerdote eterno,

según el rito de Melquisedec”.

5 El Señor a tu derecha, el día de su ira,

quebrantará a los reyes;

dará sentencia contra los pueblos,

amontonará cadáveres,

quebrantará cráneos

sobre la ancha tierra.

7 En su camino beberá del torrente,

por eso, levantará la cabeza.

INTRODUCCIÓN

El salmo 110 podría hacer referencia inicialmente a la monarquía davídica…El núcleo del salmo está constituido por un oráculo del Señor que proclama los privilegios concedidos a los reyes davídicos en el día de su entronización. El primer privilegio del rey es el de ser lugarteniente del Señor y partícipe de su soberanía. El segundo radica en su filiación divina, fundada en una adopción por parte de Dios. El tercero es su condición de sacerdote a la manera de Melquisedec, el antiguo rey de Jerusalén y sacerdote de Dios, el Altísimo.

Con el transcurso del tiempo, sobre todo después del exilio, este salmo sirvió para alentar la esperanza mesiánica de Israel. Es el salmo más citado en el Nuevo Testamento como testimonio profético de la dignidad mesiánica de Jesús, el rey y sacerdote de la Nueva Alianza. “El salmo 110 es el verdadero gran salmo de nuestro bien amado Jesucristo” (Lutero).

La entrada del salmo en la liturgia de vísperas, sobre todo festivas, ha hecho que se vea acompañado de una gran cantidad de composiciones musicales: Haendel, Vivaldi, Mozart, etc.

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE PRINCIPAL DEL SALMO

Es un gran honor estar sentado a la derecha de Dios (v.1).

Mi Señor es un título de respeto, de profunda reverencia, empleado en el AT. para referirse a personajes importantes, especialmente a reyes. El destinatario no es uno cualquiera. “Es un nombre de función, de dignidad, y no un nombre propio” (W. Bousset).

Hacer sentarse a alguien a la derecha es un rito expresivo del protocolo real en el próximo oriente. Manifiesta de parte del monarca una voluntad no solamente de honrar a un personaje sino también de asociarle a la dignidad y al poder del soberano.

El rey Asuero se guardará bien de concederle este favor a Ester. Ella se conformará con tocar el cetro de oro (Est 5,2). En cambio Betsabé estará a la derecha de Salomón, como reina madre (1 Re 2,19).

Dios es el soberano que entroniza al rey vasallo, sentándolo en el trono a su derecha. San Agustín aplica estas palabras a Jesucristo.

Dice así: “Moriste para resucitar; resucitaste para subir a los cielos; ascendiste para sentarte a la derecha del Padre. La resurrección se deriva de la muerte; la ascensión de la resurrección; el sentarse a la derecha del Padre de la ascensión; luego todo se deriva de la muerte. La excelencia de la glorificación tiene por fundamento la humildad”.

Si nosotros sabemos aceptar con humildad nuestra muerte, incorporándola a la muerte de Cristo, también un día estaremos sentados a la derecha del Padre.

“Y haré de tus enemigos estrado de tus pies”. Poner el pie sobre la nuca de los enemigos era símbolo de victoria. “Josué dijo a sus oficiales: Acercaos a pisarles el cuello a estos reyes” (Jos 10,24). “El Señor iba poniendo a sus enemigos bajo sus pies” (1Re 5,17). Nuestros enemigos son las pasiones, las tendencias pecaminosas, los pecados capitales. Conviene que los tengamos sometidos bajo los pies.

Apoyado por Dios, el rey David goza de un reinado espléndido y poderoso (v.2-3)

Una voz comenta el oráculo prometiendo extender el cetro de David, es decir, su poder real, partiendo de Sión, ciudad situada en el centro de los pueblos enemigos. El que comienza su reinado rodeado de enemigos lo acabará victoriosamente.

El v. 3 conservado de diversas maneras en los manuscritos, se presta a interpretaciones muy dispares, ninguna plenamente satisfactoria. Is 58,8 dice que “brillará tu luz como la aurora”. La metáfora sugiere que se está pasando de la noche al día y da a entender un cambio decisivo. Es como un amanecer desde la altura. El rey divino llega desde alturas supra humanas, llega desde el mundo mismo de Dios.

El nacimiento maravilloso a partir del mundo celestial, se le manifiesta en el día de la entronización, como un comienzo de una existencia llena de luz. El rocío significará el refrescante vigor de la vida que el rey divino trae consigo. Él será como la flor y nata del pueblo y del ejército.

A este gran rey se le otorga también el privilegio de sacerdote (v.4).

Ahora el monarca es investido de un prestigio religioso garantizado por un solemne e irrevocable juramento de Dios. Como Melquisedec (Gén 14,18-20), el rey será el que atraiga para el pueblo las bendiciones de Dios. El rey-sacerdote podrá percibir los diezmos del pueblo como si fueran dones hechos al mismo Dios.

La Biblia nos habla de la actividad sacerdotal de David y sus sucesores. El rey lleva vestiduras sacerdotales (2 Sam 6,14). Bendice al pueblo, intercede por la comunidad congregada para el culto y preside la celebración de los ritos. Ofrece sacrificios (1 Sam 13,9). Se acerca a Dios como lo hace el Sumo Sacerdote (Jer 30,21). Y ocupa un lugar central en el culto (Ex 44,3).

No es el primer caso de la Biblia en que, a un personaje famoso, se le encomienda una nueva misión. Ezequiel era un sacerdote que ejercía sus funciones en el templo de Jerusalén. Al ser tomada la ciudad, él con la clase alta, es desterrado a Babilonia.

Allí, lejos del templo, se le aparece la Gloria del Señor y le pide que, a partir de ahora, haga de profeta para amonestar a sus colegas sacerdotes que, si no se convierten, pueden suceder cosas peores. De hecho, los sacerdotes no escuchan la predicación del nuevo profeta y sucede lo peor: la caída del Templo.

Así tenemos que David, siendo rey, se le nombra sacerdote. Y Ezequiel, siendo sacerdote, se le encomienda la misión de profeta.

No cabe duda de que la nueva misión supone un cambio de mentalidad, un ponerse a punto, una experiencia fuerte de Dios, una rociada de frescura y juventud, un nuevo nacimiento.

A veces, en nuestras tareas eclesiales, deberemos estar atentos a una posible llamada de Dios para abrirnos a nuevas metas, nuevos horizontes, nuevas perspectivas de trabajo pastoral.

Hay que saber detectar a Dios en esa suave y refrescante brisa del Espíritu.

Yavé está cerca del rey,”a su derecha” (v.5-6).

El Señor que le ha dado al rey prerrogativas divinas, estará ahora a su derecha. Puesto que el palacio del rey está construido a la derecha del templo (mirando hacia oriente) el rey estará sentado “a la derecha de Dios”, símbolo de cercanía, de compartir el mando. Yavé está siempre cerca del rey, especialmente para defenderlo en las batallas.

“Con agua abundante, se anda bien el camino (v.7).

En un sentido normal, cuando uno camina cansado, extenuado por falta de agua, el beber en el torrente agua fresca y abundante le repara las fuerzas, le vigoriza y puede caminar ya con la cabeza alta.

Probablemente aquí se hable del manantial de Guijón que brota al pie de la colina de la ciudad de Jerusalén y que se considera como la fuente de la vida.

Se trataría de una rehabilitación espiritual, de un rejuvenecimiento del espíritu, de un levantar el ánimo. Bebiendo del agua sagrada se sacia de la vida de Dios.

Bonita imagen para hablar de nuestra vida de oración. Como la samaritana, cada día vamos buscando agua y cada día nos quedamos con el cántaro vacío. El agua que bebemos es agua estancada que no quita nuestra sed. Y arrastramos una vida cansina, mediocre, vulgar. Caminamos con la cabeza baja porque nos da vergüenza llevar una vida tan mezquina.

En la oración bebemos agua de torrente. Un torrente que salta hasta la vida eterna. Como el agua que prometió Jesús a la samaritana. Ya no es necesario ir a buscar más agua en pozos humanos. Esta agua nos sacia y nos quita la sed. Y nos hace ir por la vida con la cabeza alta, no en actitud arrogante sino en posición de personas libres, que saben agradecer a Dios el regalo de una vida en plenitud.

Beber del torrente del amor de Dios y derramar ese amor a todas las personas que nos encontramos por el camino, puede ser un bonito programa de vida cristiana.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

Este salmo es uno de los más usados en el Nuevo Testamento.

  • Disputa con los fariseos sobre la identidad de Cristo. (Mt, 22,44).
  • Ante el Sanedrín. (Mt. 26,54).
  • Hebreos emplea el versículo 4 del salmo al sacerdocio de Cristo. etc.

San Agustín: “El torrente formado en un instante de la lluvia, de las aguas invernales, se dirige al mar… En medio de su curso mete ruido y pasa. De ese torrente bebió Jesucristo; no desdeñó beber de él. Su beber de ese torrente fue nacer y morir… Luego, como bebió del torrente en el camino, por eso levantó la cabeza. Porque se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, Dios lo levantó de entre los muertos y le glorificó”.

San Hipólito: “Este árbol (Jesucristo) es para mí una planta de salvación eterna; de él me alimento; de él me sacio. Por sus raíces me enraízo y por sus ramas me extiendo, su rocío me regocija y su espíritu como viento delicioso me fertiliza. A su sombra he alzado mi tienda, y huyendo de los grandes calores, allí encuentro un abrigo lleno de rocío… Él es en el hambre mi alimento, en la sed mi fuente, y mi vestido en la desnudez, porque sus hojas son espíritu de vida: lejos de mí, desde ahora, las hojas de la higuera”.

ACTUALIZACION

Los grandes perdedores de la época que nos toca vivir son los jóvenes. Están bien  preparados pero tienen que emigrar a otros países buscando un trabajo. Los jóvenes no sólo necesitan un trabajo para poder comer, vivir, casarse y formar una familia. Necesitan el trabajo para poder “realizarse como personas”. Los políticos deberían de contar más con los jóvenes a la hora de gobernar. Escuchemos en el párrafo siguiente una bella interpretación de la frase del salmo: “en el camino beberán del torrente”.

“El día de la coronación, las fuerzas jóvenes de la nación convergen en el monarca; la frescura de la vida está presente ante él y en él, para que alboree una nueva época histórica de gozo y de paz. El terreno árido de las naciones está inundado de una nueva vida. Dios ofrece al rey el don de un pueblo noble y fuerte, le ofrece la fuerza de la juventud para que pueda iniciar su gobierno de justicia, emprender su gran batalla por la causa de Dios”. (Ravasi).

PREGUNTAS

1.- ¿Soy consciente de que, por el hecho de estar bautizado, soy sacerdote, profeta y rey? ¿Qué consecuencias tiene esta realidad en mi vida cristiana?

2.- En mi comunidad o grupo cristiano al que pertenezco, ¿hay lugar para la sorpresa de Dios? ¿Me dejo arrastrar por la vulgaridad, la rutina, la mediocridad?

3.- En el mundo hay mucha gente que se muere de sed; y no de sed de agua sino de sed de Dios. ¿Bebo del torrente de Dios para poder calmar esa sed?

ORACIÓN

“Yo mismo te engendré como rocío antes de la aurora”

Señor, me asombra y estremece el pensar que mi frágil y precaria vida humana fue concebida antes de la aurora de los siglos. “Él nos eligió en Cristo antes de la creación del mundo” (Ef 1,4). En Cristo, yo he sido objeto por parte de Dios, de unos sueños eternos. Desde siempre yo he sido acunado en los brazos del Padre.

Todavía no existía en este mundo y, sin embargo, yo ya existía en la mente y en el corazón de Dios. Por eso me has amado con un amor eterno. Haz, Señor, que los años que me queden de vida los emplee en alabarte, bendecirte y darte gracias.

“El Señor, a tu derecha”

Cuando el soldado está acorazado, la derecha con la que maneja la espada, es la parte indefensa, la más vulnerable. Pues ahí precisamente estás tú.

Tú, Señor, siempre me apoyas, siempre me ayudas, siempre me proteges; pero estás más cerca de mí cuando me ves más débil, más frágil, más impotente. Haz, Señor, que sepa apoyar mi debilidad en tu fuerza; mi impotencia en tu poder.

Yo quiero que tú seas mi Señor: el Señor de mi existencia. Yo, por mi parte, te entrego para siempre las riendas de mi vida. Yo no quiero mandar en mí porque me tengo miedo. Manda tú en mí y viviré tranquilo y feliz.

“En su camino beberá del torrente”

Señor, los caminos del mundo son agotadores y están llenos de polvo. Yo mismo soy un caminante cansado, fatigado. A veces me siento y no tengo ganas de levantarme.

En mi vida espiritual me ocurre lo mismo. Arrastro una vida vulgar, mediocre, rastrera. Hago las cosas porque hay que hacerlas pero me falta brío, empuje, coraje, ilusión. Y comprendo que así no puedo continuar. Yo no me resigno a irme de este mundo con una vida tan ramplona, con una existencia tan malograda.

Tal vez lo que me pasa es que he descuidado el contacto contigo en la oración. Por eso hoy quiero beber del torrente de tu Espíritu. Más aún, quiero que pongas ese torrente dentro de mi corazón.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

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