El hermoso signo del pesebre

Carlos Escribano Subías
17 de diciembre de 2020

El pasado año el papa Francisco nos sorprendió al iniciar el Adviento con una preciosa carta apostólica sobre el significado y la importancia de “los belenes” en la tradición y en la cultura cristianas. “El belén, en efecto, es como un Evangelio vivo, que surge de las páginas de la Sagrada Escritura. La contemplación de la escena de la Navidad, nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él” (Francisco, Admirabile Signum, 1). 

Esa unión con el Señor a la que nos invita el Papa es siempre significativa pero, de un modo singular, este año en el que la pandemia nos está golpeando tan dramáticamente. Todos somos conscientes de que la situación nos plantea unas navidades distintas. Cuando san Francisco comenzó la tradición del pesebre en Greccio, curiosamente no lo hizo con figuras preparadas; el belén fue en aquella primera ocasión, realizado y vivido por todos los presentes. Aquella creativa propuesta del santo de Asís puede ayudarnos también a nosotros a vivir con autenticidad la Navidad de este año. Es hermoso ver el anhelo evangelizador de san Francisco. Acerca de manera audaz el mensaje de la salvación a la gente, buscando un lenguaje novedoso en aquel momento y consiguiendo que su preciosa iniciativa iluminase singularmente la celebración de la Navidad de aquel año y, a la vez, consiguió que su propuesta trascendiese el momento y llegase a nuestros días llena de vigor en muchos lugares del mundo, también en nuestros hogares.

Sí, vivir la Navidad de un modo distinto, más auténtico. Adentrándonos en el Misterio. El Papa en su escrito nos hacía una sugerencia que quizá te pueda ayudar este año a vivir la Navidad: añadir figuras que quizá no vienen descritas en el relato de los evangelios, pero que expresan la realidad de nuestro momento, de nuestra vida, “todo esto representa la santidad cotidiana, la alegría de hacer de manera extraordinaria las cosas de todos los días, cuando Jesús comparte con nosotros su vida divina” (Francisco, Admirabile Signum, 6).

Os animo a que cada uno de nosotros añadamos personajes a “nuestro Belén”. Que lo hagamos con el deseo de adentrarnos en el Portal llenos de alegría, cargando nuestras penas y esperanzas, poniendo en el nacimiento de nuestras casas a esas personas con las que quizá no podremos disfrutar de forma presencial nuestras navidades, aprendiendo a romper la distancia entre lo que estamos celebrando y nuestra propia vida. SÍ, queridos hermanos, puede ser una forma sencilla pero cargada de sentido para vivir una Navidad distinta pero que, a buen seguro, nos puede adentrar de verdad en Cristo.

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