Lectio Divina: 11 de diciembre de 2020

Raúl Romero López
7 de diciembre de 2020

¿Pero, con quién compararé a esta generación?

1.- Introducción.

Señor, quiero amarte y ser generoso en mi entrega diaria, pero muchas veces el miedo, las dudas, las inseguridades e incertidumbres, aprietan mi vida. Por eso, actúo como un niño que no se satisface con nada. Jesús, ¡cuántas veces Tú, en persona, has venido en mis prójimos y yo te he rechazado, por no reconocerte! Ayúdame a madurar mi fe, mi amor y mi entrega, para lanzarme con entusiasmo en tus manos, para cantar cuando tú tocas la flauta, y también llorar, cuando la vida me obliga a entonar cantos de tristeza.


2.- Lectura reposada del evangelio:  Mateo 11, 16-19

¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: «Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado cantos fúnebres, y no os habéis lamentado.» Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: «Demonio tiene.» Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.» Y la Sabiduría se ha hecho prestigiosa por sus obras.


3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Juan ni comía ni bebía. Era un verdadero asceta. Vivía en el desierto y hacia grandes sacrificios. Jesús podía haber aceptado ese género de vida y ponerla como modelo para todos sus seguidores. Pero no lo hizo. El Hijo del Hombre come y bebe. Vive una vida normal y participa de los acontecimientos del pueblo. Llora con los que lloran porque han perdido un ser querido y se alegra y participa de las alegrías de una boda. Jesús es un místico. No pone la esencia de la religión en lo que el hombre hace y ofrece a Dios sino en el encuentro vivo con Dios su Padre en una íntima relación de amor y en el encuentro de amistad con los hombres, sus hermanos. No se cansa nunca de hablar de un Dios Padre que es maravilloso y que nos ama siempre, independientemente de lo que nosotros seamos. Podemos pecar una y mil veces y Él siempre está dispuesto a perdonarnos.  El sentirnos amados y perdonados por Dios, debe ser como una fiesta permanente entre nosotros. Pero hay algunos que no se deciden por nada. No quieren la ascética de Juan ni la mística de Jesús. Y así malogran su via.

Palabra autorizada del Papa

“Pero yo no les entiendo, son como aquellos niños: hemos sonado la flauta y no han bailado; hemos cantado un lamento y no han llorado ¿Pero qué quieren? ¡Queremos salvarnos como nos gusta! Es siempre este el cierre al mundo de Dios […] No confundamos ‘libertad’ con ‘autonomía’, elegir la salvación que consideramos sea aquella ‘justa’. ¿Creo que Jesús sea el Maestro que nos enseña la salvación? ¿O por el contrario voy por todas partes para alquilar a un gurú que me enseñe otra? ¿Un camino más seguro o me refugio bajo el techo de las prescripciones y de tantos mandamientos confeccionados por los hombres? Y así me siento seguro, y con esta seguridad -es un poco duro decirlo- compro mi salvación, y que Jesús da gratuitamente con la gratitud de Dios. Hoy nos hará bien ponernos estas preguntas. Y la última: ¿yo me resisto a la salvación de Jesús?” (Cf Homilía de S.S. Francisco, 3 de octubre de 2014, en Santa Marta).

4.- Qué me dice a mí este texto ahora que he reflexionado sobre él. (Guardo silencio).  

5.-Propósito. Hoy me propongo ser decidido y valiente para entrar ya de una vez para siempre en el juego de Dios.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, quiero agradecerte todos los beneficios que tu inefable bondad me da cada día y en cada momento. Me siento abrumado por tanto derroche de amor. Yo quiero repartir con mis hermanos tu vida exuberante, tus detalles que tienes conmigo. Que yo sea detallista también con las personas con quieres convivo. Que mi vida sea sencilla, normal, sin milagros. ¿Puede existir milagro mayor que el milagro del amor?


ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

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