Al final de todo, no hay alternativas: o Dios o la nada

Raúl Romero López
23 de noviembre de 2020


SALMO 102

1 Oración de un afligido que, en su congoja, desahoga su pena ante el Señor.

2  Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti;

3 no me escondas tu rostro | el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí;

cuando te invoco, escúchame enseguida.

4 Que mis días se desvanecen como humo, mis huesos queman como brasas;

5mi corazón está agostado como hierba, me olvido de comer mi pan;

6 con la violencia de mis quejidos, se me pega la piel a los huesos.

7 Estoy como lechuza en la estepa, como búho entre ruinas;

8 estoy desvelado, gimiendo, como pájaro sin pareja en el tejado.

9 Mis enemigos me insultan sin descanso; furiosos contra mí, me maldicen.

10 En vez de pan, como ceniza, mezclo mi bebida con llanto,

11 por tu cólera y tu indignación, porque me alzaste en vilo y me tiraste;

12 mis días son una sombra que se alarga, me voy secando como la hierba.

13 Tú, en cambio, permaneces para siempre,

y tu nombre de generación en generación.

14 Levántate y ten misericordia de Sión, que ya es hora y tiempo de misericordia.

15 Tus siervos aman sus piedras, se compadecen de sus ruinas;

16 los gentiles temerán tu nombre; los reyes del mundo, tu gloria.

17 Cuando el Señor reconstruya Sión, y aparezca en su gloria,  

18 y se vuelva a las súplicas de los indefensos, y no desprecie sus peticiones.

19 Quede esto escrito para la generación futura,

y el pueblo que será creado alabará al Señor.

20 Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,

desde el cielo se ha fijado en la tierra,

21 para escuchar los gemidos de los cautivos y librar a los condenados a muerte.

22 Para anunciar en Sión el nombre del Señor, y su alabanza en Jerusalén,

23 cuando se reúnan unánimes los pueblos y los reyes para dar culto al Señor.

24 Él agotó mis fuerzas en el camino, acortó mis días;

25 y yo dije: «Dios mío, no me arrebates en la mitad de mis días».

Tus años duran por todas las generaciones:

26 al principio cimentaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos.

27 Ellos perecerán, tú permaneces; se gastarán como la ropa,

serán como un vestido que se muda.

28 Tú, en cambio, eres siempre el mismo, |tus años no se acabarán.

29 Los hijos de tus siervos vivirán seguros, su linaje durará en tu presencia.

INTRODUCCIÓN

Desde el punto de vista literario, el salmo 102 es muy complejo por el hecho de que, en medio de una lamentación individual, irrumpe inesperadamente un canto hímnico a la restauración de Sión. Un israelita cautivo en Babilonia, agobiado por la pena y sintiéndose envejecer, ruega a Dios para que, antes de que le llegue la muerte, libere a su pueblo elegido. “Nunca en todo el salterio el justo perseguido ha llegado a describir la angustia con unos colores tan sombríos. Aparece como un búho del desierto, como una lechuza entre las ruinas, como un gusano desnudo. Come la ceniza como si fuera pan; mezcla con lágrimas su brebaje, y siente que se seca como la hierba” (Emmanuel).

El salmista, en un admirable salto de fe, olvida su caso y pasa por encima de sus aspiraciones personales, para cantar la certeza de la restauración futura de Israel. La fe suscita el acto heroico de abandono en el Dios eterno a quien nadie puede obligar a realizar sus promesas de salvación pero que, a su hora, las llevará a término de una manera segura y espléndida.

REFLEXIÓN-EXPLICACION DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

Cuando uno grita le duele el alma, es decir, le duele todo (v. 2).

Normalmente acudimos a Dios en la oración cuando tenemos algún mal, alguna desgracia; pero cuando todo nuestro ser está enfermo y dolorido, la oración se convierte en un grito. ¿Adónde irá ese grito? ¿Se perderá en la noche? El salmista sabe que el Señor escucha; a él confía su plegaria.

Sentido trágico de la vida (v.4-6).

“Vemos un humo, adivinamos un fuego. El orante siente el fuego escondido dentro: sus huesos son un brasero que va quemando y reduciendo a humo los días de su vida. Como si cada día fuera un poco de combustible con que alimentar el horrible fuego interior; como si el hombre llevara dentro la fuerza que lo consume” (P. A. Schökel).

Recordamos unos versos de Quevedo:

“¡Fue sueño ayer; mañana será tierra!

¡Poco antes nada y poco después humo!”.

Como la hierba se marchita bajo el ardor del calor, así también se va secando el corazón, por la falta de alimentos. El enfermo no es más que una piel pegada a los huesos. “Su carne se consume y desaparece, y sus huesos quedan al descubierto” (Job 33,21).

La terrible soledad (v.7-8).

El sufrimiento no es sólo físico. Es también moral. Siente el zarpazo de la soledad y alude a animales solitarios que viven en parajes desolados. “La soledad es una desgracia mucho más grave para el israelita porque su vida religiosa tiene un carácter comunitario” (J. Pedersen).

¿Por qué hay que sufrir tanto para morir? (v.10).

Los judíos exteriorizaban su penitencia esparciendo ceniza sobre sus cabezas y profiriendo grandes lamentaciones con efusión de lágrimas. Para forzar la compasión divina nuestro enfermo no escatima nada. Hasta tal punto se cubre de ceniza, que ésta llega a salpicar hasta los mismos alimentos; sus lágrimas son tantas, que se mezclan con su bebida. Y, a pesar de todo, avanza inexorablemente hacia la muerte.

La muerte inexorable (v.12).

El que se queja toca la muerte como la sombra del atardecer toca la noche en la cual se pierde. La sombra en sentido bíblico, da la idea de una presencia sutil, ligera, casi inasible.

“Algo que huye sin parar; algo hacia lo cual se corre en vano y que no cede sino por una intervención especial de Dios” (E. Beaucamp).

Por mal que vayan las cosas, Dios siempre tiene futuro (v. 13-14).

Aquí el salmo hace un quiebro y, en medio de la súplica, introduce un himno sobre la restauración de Israel. Como las acciones salvíficas del pasado, que sirvieron de fundamento a la historia del pueblo, han quedado oscurecidas por el destierro, el orante pone los ojos en el futuro. El futuro es Dios. Y Dios siempre tiene futuro. Él es Inmutable y permanece para siempre. Él mismo se va a levantar para reconstruir a Israel.

Debajo de las ruinas, siempre hay un corazón que ama (v.15).

Jerusalén es un montón de ruinas. Pero hay algo que se ha salvado de esas ruinas: el amor. El amor a Jerusalén no se ha quebrantado por la destrucción de la ciudad de Dios. Se reconstruirán las murallas. “Llega el día de reedificar tus muros” (Miq 7,11). También Jesús lloró un día sobre esta ciudad. Y sus lágrimas eran lágrimas de amor.

 “El Señor ha mirado desde el excelso santuario… para escuchar el gemido de los cautivos” (v. 20-21).

Dios siempre está al lado del que gime. El que hace una opción personal por los pobres y los que sufren, se coloca en el lugar donde se halla Dios.

Cuando todo parece perdido, aún queda Dios (v.24-25).

El salmista, como enajenado, recurre a Dios. Le pide que prolongue su vida que se está acabando prematuramente. Todavía está lejos de la vejez. Esta petición es más apremiante porque -según la opinión de entonces– la muerte prematura estaba reservada a los pecadores.

“¡Mi Dios, mi Dios, el arte es tan largo

y tan corta nuestra vida!

Tú tienes apenas la mitad de tu carrera.

¡Pobre diablo!, tienes que morir” (Vagner).

Los días son nuestros; pero el tiempo es de Dios (v.25-26).

El salmista quiere hacer una comparación entre los años de Dios y nuestros años. Los nuestros se desvanecen, se esfuman, pero los de Dios son eternos. Por eso, en la medida en que yo me acerco a Dios, soy más joven y participo de su eternidad.

“Nuestros años van y vienen pero tus años no van y vienen. Tus años existen todos a la vez. Tus años son un solo día y tu día no es cada día, sino hoy, porque tu día de hoy no cede paso al día de mañana ni es una continuación del día de ayer. Tu día de hoy es la eternidad” (O. Cullmann).

Si nos miramos a nosotros mismos, estamos perdidos. Hay que mirar a Dios (v.7-28).

El salmista observa que su vida se va acabando, se va desgastando como la ropa. Se siente frágil, inseguro. En un arranque de fe, se olvida de sí mismo y pone su mirada en Yavé que permanece para siempre. Él sabrá rehabilitarle. Lo importante es mirar a Dios. Y asegurar que él es eterno. Desde la fragilidad, desde la precariedad, desde la debilidad, ha hecho un camino para afirmarse en Dios.

“Alrededor de mí todo cambia constantemente; muere constantemente. Yo comprendo que, por encima de todos los cambios, hay un poder vivo que no cambia; que retiene todo junto; que crea, que disuelve y crea de nuevo. Esta presencia creadora es Dios… En medio de la muerte, la vida persiste; en medio de la mentira, la verdad persiste; en medio de las tinieblas, la luz persiste. Yo deduzco que Dios es la vida, la verdad y el amor. Dios es el amor y el bien supremo” (Gandhi).

Al final, lo que importa es fiarse de Dios (v.29)

El salmo termina como ha empezado: con un grito. El primero de angustia. El último de confianza. El salmista ha sabido fiarse plenamente de Dios.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

Jesús se encontró con muchas situaciones sangrantes. Y, precisamente para salvar estas situaciones, hizo su programa al iniciar su misión. Ha escogido un texto del Profeta Isaías donde se habla del “Espíritu del Señor que le ha ungido para anunciar a los pobres un Año de Gracia”. (Is. 61). De hecho, dio de comer a los hambrientos (Mc 6,30-42) y rescató la vida de los excluidos. (Mt. 8,1-4).  

“El creyente del primer Testamento todavía no es capaz de entrever la posibilidad de ser llamado a participar del “para siempre” de Dios. Será Jesús quien abra este misterio a los creyentes. Y permanecer al lado del pobre es el camino para ser partícipe de esta eternidad.

San Agustín: “¡Un pobre ora! ¿Qué pobre? Se ha hecho pobre por nosotros, para que llegarais a ser ricos por medio de su pobreza, Él, Cristo, es el pobre”.

Pascal: “Señor, hazme la gracia de no actuar como un pagano en el estado al que vuestra justicia me ha reducido; que, como verdadero cristiano, yo os reconozca por mi padre y por mi Dios, sea cual sea el estado en el que me encuentre. Tú eres el mismo aunque yo cambie, y no es menos Dios cuando aflige y castiga que cuando consuela y usa indulgencia”.

ACTUALIDAD

La muerte estorba, molesta y tratamos de evitarla. Sabemos que vamos a morir, pero no nos lo creemos. Como siempre ha sido “otro” casi estamos convencidos de que siempre será así. Lamentablemente, en estos días del “coronavirus” la muerte ha estado demasiado patente como para poder esconderla. Y nos preguntamos: ¿No podremos sacar de la muerte alguna cosa positiva? Creo que sí:

  1. La muerte nos hace pensar. No pensar en cosas superficiales, sino en cosas tan serias como éstas: ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Por qué el sufrimiento y la muerte? ¿Habrá algo más allá de esta vida? Pensar en todo esto ya es positivo.
  2. La muerte relativiza tantas cosas… Cuando hemos estado confinados en casa, ¿qué no hubiéramos dado por poder disfrutar de las cosas sencillas: estar juntos, poder darnos un beso o un abrazo, tomar aire puro, poder bañarnos en nuestros mares…Antes, cuando se quería significar que uno no tenía nada, solíamos decir: “solo tengo la calle para correr”. Pues ni aun esto nos han dejado. Desde ahora vamos a valorar las cosas pequeñas y sencillas de la vida y no preocuparnos tanto por tantas cosas que nos quitan la paz.
  3. Buena ocasión para abrirnos a la trascendencia: Esto no puede terminar tan mal. Dios no puede consentir que su Proyecto sobre la Humanidad quede truncado. Hay solución: Cristo Muerto y Resucitado es la verdadera causa de nuestra esperanza.

El salmista, ante una situacion- límite, sigue confiando en un Ser Supremo y Absoluto:

  • Nosotros tenemos los días, pero Él tiene la Eternidad.
  • Nosotros tenemos las lágrimas, Él tiene el paño para enjugarlas.
  • Nosotros tenemos las enfermedades; Él tiene la Salud.
  • Nosotros padecemos soledad. Él es nuestra compañía.
  • Nosotros tenemos el humo. Él es fuego que no se consume.

Al final, no hay alternativas: O DIOS O LA NADA

PREGUNTAS

1.- ¿Sé aceptarme como soy: con mis limitaciones, mi fragilidad y mi existencia abocada a la muerte? ¿Lo asumo desde la fe?

2.- En el grupo al que pertenezco hay personas ancianas y enfermas. ¿Sé acogerlas con cariño? ¿Les ayudo a aceptar sus limitaciones?

3.- Hay personas que se desesperan ante la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. ¿Qué puedo aportarles desde mi fe?

ORACIÓN

“Mis días son una sombra que se alarga, me voy secando como la hierba”

Señor, cada día que pasa me siento más limitado, más frágil, más mortal. Soy una sombra, pero no una sombra que acoge, que cobija, que recrea, sino una sombra que se alarga hasta tocar la muerte con sus anchas manos.

Cada día siento que algo se desmorona en mí: pierdo vista, pierdo oído, pierdo memoria, pierdo salud, pierdo vida. Ya no puedo presumir de ser hierba verde y lozana; al contrario, soy como hierba seca. Ésta es mi condición humana. Así soy. No me puedo engañar. No me rebelo. No me enojo. No me hundo. Asumo mi condición humana tal y como es. Y la acepto en actitud de fe.

“Tú, en cambio, permaneces para siempre”

Desde mi condición de precariedad no veo solución. Todos los caminos que ensayo acaban siendo callejones sin salida. Por eso quiero elevarme por encima de mí mismo y fijarme solamente en ti, Dios mío. Tú no cambias. Tú no envejeces. Tú no puedes morir.

Tú permaneces para siempre.

Haz, Señor, que yo me apoye en ti y no en mí; que, en medio de mis inseguridades, me sienta seguro en ti; que, en medio de mis debilidades, me sienta fuerte en ti; que, en medio de mis angustias, me sienta confortado por ti.

“El Señor ha mirado desde su Santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra”

Señor, hay miradas que matan. Son las miradas llenas de odio y de rencor; son las miradas esquivas e indiferentes. Pero también hay miradas que dan vida. Están llenas de ternura y de cariño. Ésas son tus miradas, Señor.

Esta tierra nuestra, a pesar de sus espinas y abrojos; a pesar de sus crímenes e injusticias, a pesar de todo, es una tierra linda y hermosa. Es la tierra que tú miras con afecto desde el cielo. Es la tierra querida por ti; regada con tus lágrimas y empapada con tú sangre. Haz que yo mire esta tierra como tú la miras y ame esta tierra como tú la amas.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

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