Un café con Jesús. El tributo al César

Pedro Escartín
18 de octubre de 2020

Me temo que el café de esta mañana va a estar animado, porque el Evangelio de hoy (Mt 22, 15-21) tiene mucha tela: «Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» ha sido su mensaje central. Desde la Edad Media, muchas veces se han interpretado estas palabras como el reparto equitativo del poder entre la política y la religión, pero tengo mis dudas de que ésta fuera la intención de Jesús. Así que hay tema y enseguida he tomado la palabra:
– Después de las tres parábolas que les soltaste a los jefes, no me extraña que los fariseos se confabularan con los partidarios de Herodes y los sumos sacerdotes para comprometerte y ver si podían acabar contigo. Como quien se cae de un guindo, te preguntaron: «¿Es lícito pagar el tributo al César o no?», pregunta verdaderamente “envenenada”.
Él ha suspirado con socarronería mientras reflexionaba en voz alta:
– Era de esperar. Los partidarios de Herodes y los sumos sacerdotes estaban a favor del impuesto, porque se beneficiaban de él; los radicales zelotas, partidarios de la independencia, consideraban el tributo como una ofensa a Dios; y los fariseos nadaban entre dos aguas. De manera que, si yo consideraba lícito el impuesto, me podrían tachar de colaboracionista y me desprestigiarían ante el pueblo; y si lo consideraba ilícito, me acusarían ante el gobernador de ser un insurrecto. La trampa era perfecta.
– Pero tú fuiste más espabilado que ellos.
Entonces ha fruncido el ceño y me ha dicho:
– No era un juego para saber quién era más listo, sino la oportunidad de poner las cosas en su sitio. Por eso, desenmascaré su mezquindad con aquel «Hipócritas, ¿por qué me tentáis?» y, a continuación, dejé claro que no es posible equiparar a Dios y al César. Dios es Dios y, como dice la Escritura, «hay que amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas»; y el César está para organizar la convivencia entre los hombres del mejor modo posible.
– Además -he añadido intentando apoyar sus palabras-, ellos no se resistían a pagar el tributo con una moneda que llevaba grabada la imagen del César y lo acreditaba como autoridad sobre todos los que la utilizaban…
Pero no me ha dejado continuar, porque inmediatamente me ha recordado:
– Todos lleváis grabado en vuestro ADN la imagen de Dios, conforme a aquellas palabras del Génesis: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó». De modo que sois como una moneda con la que debéis acreditar la bondad del Padre hacia todas sus criaturas.
Luego se ha puesto pensativo y, después de dar el último sorbo a la taza de café, ha añadido:
– Desde siempre ha rondado a mi Iglesia la tentación de ir del bracete con los gobernantes que le parecen más adictos, y a veces ha caído en ella. Pero no hay políticas ni partidos que se les pueda llamar más o menos cristianos; las políticas son buenas o malas en la medida en que gestionan la convivencia de mis pequeños hermanos con veracidad, con justicia, con respeto a la dignidad de las personas, y buscando el bien de los menos favorecidos; cuando lo hacen sinceramente, hay que secundarles y, si no, habrá que oponerse. Por eso les recordé que lo que importa es «dar a Dios lo que es de Dios».
Dicho esto se ha levantado, me ha dicho que hoy pagaba él y nos hemos despedido hasta el próximo domingo.


Pedro Escartín Celaya

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