La creación entera, como una obra de artesanía, ha pasado por los dedos de Dios

Raúl Romero López
5 de octubre de 2020

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  1. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva;

2. entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.

3. Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses:

4. tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes;

5. suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos.

6. Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.

7. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, | el rebaño que él guía. Ojalá escuchéis hoy su voz:

8. «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto;

9. cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras».

10. Durante cuarenta años | aquella generación me asqueó, y dije: «Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino;

11. por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso».

INTRODUCCIÓN

El salmo 95 arranca con un himno gozoso y festivo a Dios como rey soberano, por encima de todos los dioses y reyes del mundo. Después, el salmista amonesta duramente a los fieles a no repetir la historia del pasado.

Lo típico de este salmo, dice el Padre Alonso Schókel, es este montaje de dos piezas, a primera vista heterogéneas. Comienza con una procesión festiva, con un himno alegre y comunitario. De repente se alza la voz de Dios con una grave
amonestación. Dios aparece como un verdadero aguafiestas: curioso modo de recibir un homenaje. Como si un hijo disoluto y derrochador viniera a festejar al padre por su cumpleaños, con efusivas muestras de cariño y el padre, en vez de recibirlas y
agradecerlas, le soltase una severa reprimenda…Ésta es la sensación que produce el salmo …

Si un rey recibe el homenaje de los súbditos, no menos exige obediencia. Desde esta perspectiva el salmo es coherente y comprensible.

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

La cercanía con Dios siempre es motivo de alegría (v. 1-2).

Se hace presente la famosa Terúah judía, es decir, la aclamación festiva, el grito marcial y litúrgico de exaltación al soberano victorioso.

Hay una invitación al festín del regocijo con Dios, no con el mundo sino con Dios. Para el salmista el acercarse a Dios, el entrar a su presencia constituye su gozo pleno. ¿En qué consiste el acercarse? Nos dirá San Agustín: «En un mismo lugar, amando a Dios, te acercas a él; y, amando la iniquidad, te alejas de él. Sin mover los pies puedes acercarte o separarte. Nuestros pies son nuestros afectos. Según sea el
afecto que tenga cada uno, conforme sea su amor, así se acerca uno o se aleja de Dios».

Dios es grande en lo grande y no menos grande en lo pequeño. (v. 3-5).

Ahora el salmista da la razón o el motivo de la alabanza: es Señor de todos los señores de la tierra y es Dios de todos los dioses. No hay nadie en el cielo y en la tierra que pueda hacerle sombra.

Es también el Creador. La mirada recorre el mundo creado abarcándolo en su totalidad: verticalmente, con sus simas y crestas; horizontalmente: el mar y la tierra firme

«Que modelaron sus manos». Ahora el salmista pone un matiz precioso. Se recuerda de la creación del primer hombre hecho por Dios como una obra de artesanía: “sus dedos lo modelaron”. Y así salió de perfecto. Después el salmista amplía
ese taller de Dios para modelar no sólo al hombre sino a las
montañas, las estrellas, los mares y toda la creación. No sólo creó y modeló el macrocosmos sino el “microcosmos, “el mundo de los átomos y las moléculas. Todas las criaturas son una preciosa obra de arte. Y esas manos que han creado las maravillas de la naturaleza, ahora abrazan y sostienen lo grande y lo pequeño de esa misma naturaleza.

Nunca el hombre es más grande que cuando se pone de rodillas delante de Dios (v. 6).

El salmista invita a entrar en el templo y rendirse ante Yavé.  La adoración es una inclinación natural de la criatura ante el Creador; es el reconocimiento, el estremecimiento siempre que la nada está ante el todo; lo finito ante lo infinito. Es actitud propia de los seres libres e inteligentes que saben cómo situarse ante el Absoluto.

Si el pecado consiste en no aceptar el rol de criaturas y querer ser como Dios, en la adoración el hombre acepta con gozo el ser obra de Dios, criatura de Dios, y servirle. 

La invitación del salmista a la adoración es amplia. Quisiera ver a todos los pueblos de la tierra postrados ante el verdadero Dios. Ellos, al adorar dioses falsos, se han vaciado, se han frustrado. Ahora pueden realizarse plenamente adorando al Dios verdadero.

El mismo Dios quiere ser adorado como Dios: «Por mí mismo lo juro, de mi boca sale una sentencia, una palabra irrevocable: ante mí se doblará toda rodilla, por mi jurará toda lengua.  (ls 45,23).

Dios, por puro amor, ha elegido a un pueblo y ha hecho alianza con él. Esto se agradece y se celebra (v. 7).

Un nuevo motivo para el reconocimiento de Yavé es la Alianza. Dios se ha comprometido a ser su Dios. Pero el pueblo también se ha comprometido a ser su pueblo. Dios guía, protege, cuida y ama a su pueblo. El pueblo le reconoce como el único Dios, le adora, le bendice y le ama.

«Ojalá escuchéis hoy su voz». La palabra de Dios ha de actualizarse cada día. Cada día debemos abrir el oído y escucharle. Hoy es siempre cada día. No hay que dejar para mañana lo que podemos y debemos hacer hoy. Los mandamientos del Señor no son de un día, son de todos los días. Es lo único que asegura nuestra felicidad.

«Guarda sus leyes y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en la tierra que el Señor tu Dios te da para siempre» (Dtn 4, 40).

El hombre tiene el privilegio de decir a Dios que SI, pero también el terrible poder de decirle que NO (vv. 8-9).

En este versículo hay un cambio radical de tono. La palabra endurecimiento no sólo aparece aquí sino también en el Nuevo Testamento (Mc.10,5). El hombre tiene una especie de cardioesclerosis para recibir el mensaje de Dios.

El salmista alude a los episodios de Masá y Meribá narrados en (Ex 17,1-7). Los hebreos habían visto las obras y proezas que Yavé realizó en Egipto y en el mar Rojo y, sin embargo, endurecieron su corazón, es decir, se cerraron a Dios dudando de su presencia, su solicitud y le exigieron una nueva prueba milagrosa.

Ahora el pueblo ya vive en la tierra prometida, tiene un templo, parece haber llegado al término del reposo. Y, sin embargo, todos los días debe escuchar a Dios. Hay peligro de rutina, de estancamiento espiritual, de tibieza, de desamor.

Lo más terrible para la fe es la “cardioesclerosis” el endurecimiento del corazón. (v. 10).

El molestar, el disgustar a Dios es una constante en la historia de los hombres. Ya al principio el comportamiento de la humanidad causa tedio a Dios, hasta el punto de decir que le penaba el haber creado al hombre: “Al ver el Señor que crecía en la tierra la maldad del hombre y que todos sus proyectos tendían siempre al mal, se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra» (Gn 6,5).

Y, al final de la historia de la salvación, en el libro del Apocalipsis, la tibieza, la apatía de sus seguidores le produce náuseas: «Ojalá fueras frío o caliente; pero eres sólo tibio; ni caliente ni frío. Por eso voy a vomitarte de mi boca» (Ap 3,15-16).

El verbo que usa en el salmo es el de asquear. Quiere vomitar a su pueblo pero no puede. Todo se queda en arcadas. De cualquier forma, nada más triste que escuchar de Dios estas palabras. El Señor busca hombres y mujeres fieles a su alianza. Personas que hagan las cosas por amor. Personas que busquen, en todo momento, cómo complacerle. Personas que imiten a Jesucristo que «hacía siempre lo que al Padre le agradaba» (Un 8,29).

El hombre ha sido creado para descansar en Dios. (v. 11).

Los padres no entraron en la tierra prometida. Los que ya han entrado pueden perder esa tierra ya entregada. Pero hay que tener presente que el descanso en Dios es mucho más que una tierra o una posesión.

Se trata del descanso de Yavé, un bien salvífico que no es sólo material sino personal, y que se halla enraizado y centrado en Dios mismo.

No entrar en el descanso de Dios es más que ser arrojado, como nuestros primeros padres, del jardín, del paraíso. Es ser arrojados de Dios; de su presencia, de su cercanía, de su persona. Es perder para siempre la posibilidad de instalarse en el corazón de Dios.

Sólo aquel que ha descansado alguna vez en Dios, el que ha gustado algo de su dulzura, el que ha experimentado lo suave y agradable que es Dios, puede llegar a comprender lo que significa la ausencia de Dios.

El salmista nos invita a una vida en obediencia, a una vida de auténtica fe. No se trata de algo ideológico ni tampoco de ascetismos heroicos. Se trata de algo que afecta a lo más vivo de la persona, algo vivido en el secreto del corazón pero también en lo práctico de la vida diaria.

Se trata de algo tan cercano y habitual que llegue a ser como el aliento de cada día. Algo parecido a una ofrenda de amor, el rendimiento del corazón del creyente a la fe. Ojalá sepamos cambiar la cólera de Dios en misericordia, su lejanía en presencia; su hastío en complacencia.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

Jesús se presentó ante judíos y no judíos como un Pastor que guía, acompaña, defiende y da pastos abundantes a sus ovejas. Él llama a sus ovejas por sus nombres y “las conoce” es decir, crea entre el Pastor y las ovejas un clima de intimidad.

Todo nos lo jugamos en el modo de entender la fe. No se trata de una mera adhesión a unas verdades teológicas, ni siquiera de heroísmos morales sin más. Es algo que toca lo vivo de la persona, algo que se vive con gozo en lo secreto del corazón y, al mismo tiempo, repercute en lo concreto de la vida diaria. Es la presencia viva y actuante del Resucitado en nosotros a través de su Espíritu. 

Por otra parte, Jesús también supo denunciar las injusticias y a quienes las ocasionaban En Mt. 23: denunció la existencia de una religión formalista, de puras apariencias. En Mt. 7,21: Y, con un gesto profético, anunció el fin del templo de Jerusalén, lo más sagrado para los judíos, su fortaleza y baluarte aquello que les daba seguridad.  

San Agustín: «Me encontraba en el estado de uno que está en la cama por la mañana y le dicen: fuera, levántate. Yo, a mi vez, decía: Sí, pero más tarde, todavía un poquito. Finalmente, el Señor me dio un empujón, me echó fuera»  

Juan Pablo I: “Así, pues, no hay que decir: Sí, pero…; sí, pero más tarde. Hay que decir: ¡Señor, sí! ¡Ahora mismo! Esto es la fe. Responder generosamente al Señor. Pero, ¿quién dice este sí? Quien es humilde y se fía plenamente de Dios».

Beaucamp: «Yavé ha debido declararse vencido. No ha podido contar con el corazón de su pueblo, como lo han subrayado Oseas y Jeremías. Los hebreos de Moisés han quedado fuera de sus planes; no han conocido sus caminos. Yavé ha cerrado la entrada de la tierra prometida, como lo hizo a Adán en el Edén».

ACTUALIZACIÓN

Este salmo nos habla, con toda la naturalidad, del Dios Creador. Y ve a Dios dominándolo todo: “desde las cumbres más altas a las simas más profundas” sin plantearse ningún problema. Pero el hombre moderno tiene otras sensibilidades que conviene abordar.

¿Oposición entre la ciencia y la fe?

         El Concilio Vaticano II aborda este tema y reconoce que “entre los propios cristianos se han dado, a veces, actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe” (G.S. 36).

El mismo Concilio nos da la respuesta: “Si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de plenas leyes y valores que el hombre las ha de descubrir, emplear  y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía…Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios, y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador desaparece” (GS. 36).

PREGUNTAS

1.- ¿Tengo experiencia de haber disfrutado con Dios? ¿Acostumbro a descubrir a Dios como fuente de alegría para mí?

2.- En la comunidad donde yo vivo, o en el grupo cristiano al que pertenezco, ¿soy verdadero descanso para mis hermanos? ¿O tal vez les causo fastidio?

3.- ¿Ayudo a la gente a encontrar en Dios el verdadero descanso? ¿Cómo? ¿Cuándo?

ORACIÓN

«Venid aclamemos al Señor»

Señor, el salmista invita a todas tus criaturas a venir, a acercarse
hacia ti. Y me llena de gozo el poder contemplar esa inmensa caravana de criaturas: desde la estrella más lejana a la hormiguita más cercana en esa gran procesión cósmica. Todas las criaturas caminan hacia el lugar de la adoración y la alabanza.

Yo, como criatura consciente y libre, quiero guiar a todas las criaturas hacia ti. Quiero ser su palabra, su voz, su alma. Quiero que la creación entera, obra de tus dedos, te ofrezca, por labios del hombre, una alabanza sonora, vibrante hacia ti.

Y quiero que el sol, la luna y todas las estrellas hagan sus genu-
flexiones ante ti. Que todos los animales se arrodillen. Y que todos los hombres caigan de bruces para ofrecerte el homenaje de una adoración plena.

«Ojalá escuchéis hoy su voz»

Tu voz, Señor, es suave, dulce, penetrante. Se mete en lo íntimo del ser, en el santuario más recóndito del corazón. Tu palabra siempre llama a vivir una vida en plenitud. Muchas veces he escuchado esa voz y he dado largas. Mis dilaciones han sido la causa de mi tibieza, mi apatía, mi indiferencia. Mis dilaciones, Señor, han provocado en ti la náusea. Perdón, Señor.

Yo quiero escuchar tu voz hoy y no mañana. Y quiero que ese hoy
se actualice a lo largo de toda mi vida. Mañana puede ser demasiado tarde. Quiero convertirme hoy. Hoy quiero serte fiel. Hoy quiero ser todo tuyo. Hoy quiero entregarme del todo. Hoy y no mañana.

ORACIÓN MIENTRAS DURA LA PANDEMIA.

Dios todopoderoso y eterno, refugio
en toda clase de peligro, a quien nos
dirigimos en nuestra angustia; te
pedimos con fe que mires
compasivamente nuestra aflicción,
concede descanso eterno a los que
han muerto por la pandemia del
«coronavirus», consuela a los que
lloran, sana a los enfermos, da paz a
los moribundos, fuerza a los
trabajadores sanitarios, sabiduría a
nuestros gobernantes y valentía para
llegar a todos con amor, glorificando
juntos tu santo nombre. Por JNS.
Amén.

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