El milagro de Fredi tras 36 días en la UCI

José María Albalad
30 de julio de 2020

Contrajo el coronavirus, a sus 37 años, sirviendo en la residencia de ancianos de Épila. Solo desde la fe puede explicarse la ‘resurrección’ de un sacerdote al que los médicos dieron pocas esperanzas.

Fredi se ha convertido, para muchos, en «el héroe de Épila» que conduce a Dios.

El sacerdote Fredi Rodríguez (Pauna, Colombia, 1982) asegura que le gusta estar en medio de la gente, como uno más. Basta acompañarlo unos minutos por las calles de Épila (Zaragoza), donde vive desde 2015, para descubrir su don con las personas. Saluda a todos, jóvenes y mayores, con una sonrisa que conocen bien los feligreses de Santa María la Mayor y, también, los de la parroquia de Santa Ana de Rueda de Jalón. Sin embargo, cada encuentro parece un nuevo descubrimiento, como si fuera el primero.

“Sin duda, lo es, porque he vuelto a nacer”, apunta este presbítero, al que los médicos dieron prácticamente por muerto en abril a causa del coronavirus. Llevaba varios días en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Clínico de Zaragoza, con los pulmones infectados, y la noticia la recibió su hermana en la otra orilla del Atlántico. “Fredi no sale”, le trasladó la doctora que cada jornada le actualizaba el parte médico del “bebé de la UCI”, como le conocía el personal sanitario, conmovido por sus 37 años.

Los vecinos de Épila celebra la vuelta «del páter».

Dolor e impotencia

Y de Colombia a España, en concreto, a los dos pueblos de su alma: Épila
y Rueda. La noticia corrió como la pólvora por WhatsApp, también entre los no creyentes, pues todos, en algún momento, habían sentido su acogida. “Fredi no sale”, repetían los vecinos, entre conmocionados e impotentes. Pero no se resignaron y llegaron las promesas: “Si el páter se recupera, yo…”. Bautizos, con?rmaciones, bodas, peregrinaciones al santuario de Nuestra Señora de Rodanas… Los pueblos se movilizaron y, hasta algunos de los que no iban a misa, desesperados, se descargaron oraciones en Google y comenzaron a rezar. “Algo le tendrá que llegar”, decían.

Tras 36 días en estado crítico, mosén Fredi salió de la UCI e inició, ya en planta, una lenta recuperación. Aunque estaba confuso y apenas podía moverse, toda su preocupación giraba en torno a la traqueotomía que le habían practicado al borde de la muerte. “¿Volveré a hablar?”, se preguntaba una y otra vez, sin poder compartir su inquietud. El tema de la voz martilleaba su cabeza. “Yo era plenamente consciente de mi condición de sacerdote y de que, para ser profeta y anunciar, necesitaba
la palabra”, recuerda sereno, con un tono cálido y robusto que no permite intuir ningún tipo de secuela.

La oración regala «paz y fuerza interior».

Al servicio del necesitado

Fredi tiene cuerda para rato. Lleva una hora de conversación y no da síntomas de cansancio. Al contrario, trata de hacer memoria para poner en su sitio los acontecimientos. Primero, al decretarse el estado de alarma, se volcó con los ancianos de la residencia de Épila, su vivienda habitual. Además de celebrar misa, confesar y acompañar, se apoyó en las nuevas tecnologías para que ninguna familia perdiera el contacto con sus seres queridos. “La última vez que vi a mi madre fue gracias a ti”, se lee en una de las decenas de cartas que ha recibido.

Después, cuando parte del personal enfermó de Covid-19, se puso a disposición de las doce hermanas de la Congregación de Marta y María que gestionan la residencia. ¿Por qué, si no era su responsabilidad, asumió tantos riesgos? “Mucha gente me lo pregunta”, apunta sorprendido, sin entender lo extraordinario de la acción: “Forma parte de la esencia de mi ministerio sacerdotal. Si veo una necesidad, no puedo permanecer indiferente. Me sale entregarme, como Jesús, porque cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”.

Fredi apoya a la congregación de Marta y María, que gestiona la residencia de Épila

Junto a Jesús

Sin embargo, a ?nales de marzo, comenzó a sentir un cansancio extremo que le llevó a con?narse en su habitación, por prescripción médica. Al no tener ?ebre, pensó que se trataba de algo normal, teniendo en cuenta el intenso servicio de las últimas semanas. Pero el malestar aumentó y fue trasladado en ambulancia a Zaragoza. Allí, en el hospital Clínico, comenzó el mes de abril en coma inducido. “Tuve miedo, ya que los médicos se enfrentaban a una enfermedad desconocida, pero en todo momento pedí la intercesión de la Virgen y sentí la paz del Señor”, explica agradecido.

Fredi tiene claro que “Dios da sus peores batallas a los mejores soldados”. Por eso, rezó y luchó todo lo que pudo para estar a la altura. “Mi enfermedad ha acercado a Jesús a mucha gente, que ha encontrado en el de arriba la única esperanza posible”, detalla, sin olvidar la lista de promesas que le han trasladado. “Se viene una etapa hermosa, llena de bautismos, peregrinaciones, bodas…”, apunta entre risas, con la seguridad de la fe: “Nunca podré explicar lo que sentí cuando gracias al padre Gabriel, capellán del Clínico, volví a comulgar cuarenta días después”.

Los vecinos de Épila y Rueda de Jalón consideran la recuperación de Fredi como «un milagro».

Ahora, de nuevo en la residencia de Épila, ya recuperado, saborea cada segundo de esta nueva vida. “A veces descuidamos lo que de verdad importa y destinamos nuestras energías en lo que no es esencial”, re?exiona. Hace unos días, en una prueba de seguimiento, el médico le decía que era “un enchufado”. Entonces, Fredi le habló de la oración de miles de personas, “algo que no sale en los análisis pero que explica el milagro de esta resurrección”.

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