¿Puede haber algo más valioso y precioso que los dones de Dios? Sí, el Dios de los dones

Raúl Romero López
20 de julio de 2020

SALMO 84

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2 ¿Qué deseables son tus moradas, Señor de los Ejércitos!

3 Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor,

mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.

4 Hasta el gorrión ha encontrado una casa,

y la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos:

tus altares, Señor de los Ejércitos, rey mío y Dios mío.

5 Dichosos los que viven en tu casa

alabándote siempre.

6 Dichosos los que encuentran en ti su fuerza

al preparar su peregrinación:

7 cuando atraviesan áridos valles los convierten en oasis,

como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones;

8 caminan de baluarte en baluarte

hasta ver a Dios en Sión.

9 Señor de los Ejércitos, escucha mi súplica,

atiéndeme, Dios de Jacob.

10 Fíjate, oh Dios, en nuestro escudo,

mira el rostro de tu Ungido.

11 Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa,

y prefiero el umbral de la casa de Dios

a vivir con los malvados.

12 Porque el Señor es sol y escudo,

él da la gracia y la gloria.

EI Señor no niega sus bienes a los de conducta intachable

13 ¡Señor de los Ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!

INTRODUCCIÓN

El judío que habla en este salmo, tal vez desde la diáspora, anhela estar en presencia de un Dios vivo, capaz de vida en plenitud, de llenar de sentido su vida. ¿Qué es lo que desata en el salmo tanto entusiasmo, tanta dulzura, tanto cariño? No es simplemente el Templo, sino Aquel que habita en el Templo. Con Dios encontrará el secreto de su vida y una fuerza interior que le permitirá andar un camino recto de acuerdo a la ley del Señor. Como apunta el P. Alonso Schókel, no se puede hablar aquí simplemente de un salmo de peregrinación. Escuchando la exclamación
inicial repentina, la exposición del estado de ánimo del v. 3, la proyección sentimental en el ave (v. 4) la elección gozosa del v. 11, son efusiones que rompen todo encasillamiento.  El salmo 84 va contra la rutina en el trato con Dios. El salmista se siente empujado, desde dentro, a gozar de la presencia de Dios y de su morada en su Templo santo.

REFLEXIÓN-EXLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

Es bueno desear ver el Templo, pero mucho mejor es desear ver al Dios del Templo (v. 2).

El salmo se abre con una exclamación. El salmista no puede expresar lo que siente con unas meras palabras. Tal vez la admiración, el estupor para hablar de Dios sea el hilo musical que acompaña todo el poema. El templo es morada de Dios y refugio de los hombres sin morada.

El deseo por las moradas de Dios ya es don de Dios. «Dios dilata el deseo para que crezca y crece para que alcance a Dios. Dios no ha de dar una cosa pequeña al que desea … Dios no ha de dar algo de lo que hizo; se dará a sí mismo que hizo todas las cosas» (San Agustín)

El deseo del salmista por Dios se convierte en ansiedad v.3.

Los atrios son los lugares donde se agolpan los peregrinos que esperan para entrar en lo interior del Templo donde están los altares. El salmista nos presenta una visión global del templo: de lo exterior a lo interior para abarcarlo todo con una mirada amorosa. La mirada exterior va acompañada de estremecimiento interior. «Se consume». Al pie de la letra sería desfallece. Y de nuevo, la sabrosa interpretación de San Agustín: «La uva prensada desfallece, deja de ser uva, pero ¿por qué? Para convertirse en vino … para ir al reposo de la bodega; para ser conservada en gran quietud. Aquí se desea, allí se toma; aquí se suspira, allí se alegra; aquí se ora, allí se alaba; aquí se gime, allí se goza».

El salmista se siente invadido de una sed casi física de Dios y de su vida (Jer 17,13). Él sabe que, sin ese Dios viviente, es como una tierra árida. Y es precisamente hacia ese Dios viviente hacia donde tiende el hombre entero con su corazón, su carne y su alma, es decir, su respiración más profunda. San Juan de la Cruz dirá: “Con ansias, en amores inflamada”

Aquí no se habla de un Dios teórico sino de un Dios vivencial, que
toca lo más hondo de su ser. El que vive fuera de la esfera de este Dios se sitúa en el no-ser.

El nido de la golondrina junto al templo le evoca y le prepara el terreno para el encuentro con Dios, verdadero “nido” de su persona.  (v. 4).

La mirada del cantor, al mirar el recinto santo, se fija en los nidos que las aves han fijado en los edificios o en los resquicios de los muros (aún hoy día los tejados de la mezquita de Ornar, que ocupa el lugar del antiguo templo de Jerusalén, parece que alberga una cantidad grande de golondrinas).

Esas aves que anidan en el santuario son para el salmista un símbolo de la protección y seguridad permanente que se disfruta en la cercanía de Dios. Esos pajarillos son huéspedes acogidos por la hospitalidad ancha y generosa de Dios. Y es tan grande el fuego del amor por el templo que llega a envidiar a los pájaros que tie-
nen la suerte de poner su nido en él.

Pero el salmista profundiza en su argumentación: Ese Dios maravilloso, es también mi rey. Ese Dios tan íntimo y personal es el que rige la historia del mundo. Dios es esa compañía que no falla, el que me arranca de mi soledad.

Para un buen judío, la alabanza es una fiesta. (v.5-6).

“La mayor felicidad consiste en atender a Dios, adorando y glorificando al quien es el Dios vivo” ((Kraus).

Estos versículos nos hablan de dos tipos de bienaventurados:

  1. Los que viven en la casa del Señor. Son los sacerdotes y levitas
    que, de día y de noche, pueden gustar del esplendor y la dulzura
    de la comunión con Dios, sobre todo a través de la experiencia
    exaltante de la liturgia. Esta convivencia con Dios en el templo es
    una anticipación terrestre de la comunicación plena y total con
    Dios. Es como un privilegio celeste.
  2. Otros son dichosos porque pueden preparar su peregrinación al templo. Estos se sienten fuertemente atraídos por Dios. El tema de la peregrinación es una vía, un sendero que el hombre debe acoger en su corazón: la ley divina. Ésta dará sentido a su ascensión al templo.

Son dos caminos, dos dimensiones del salmo: la vía y la meta. Los
dos caminos han de hacerse con fe y amor. El romero de este poema ama enamoradamente la morada de Dios: antes de que se ponga en camino, su corazón ya entona la alabanza que suena sin cesar en el templo.

«Si quieres el descanso y la felicidad, cree; si quieres ser discípulo de la verdad, búscala» (P. Mauriac).

Se cumplen los sueños de los profetas: “Trasformaré el desierto en estanques y el yermo en fuentes de agua» (ls 41,18).

En estos versículos (7-9) Parece aludir a tres etapas dentro de la peregrinación. La primera por el valle.El valle de Baká evoca sufrimiento y lágrimas. Se supera por la esperanza espiritual del alma del poeta. El valle oscuro y melancólico, con la lluvia, se convierte en oasis. La segunda etapa. Aquí se perfilan las murallas de la ciudad santa. Se pasa de baluarte en baluarte. El deseo y la ilusión por llegar a la ciudad ya próxima le renuevan las fuerzas. «Echan alas de águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse» (Is 40,31).

En la tercera etapa se encuentran ya con Dios. Contemplan la gloria del Señor. Por fin alcanza lo que pretendía: ver a Dios. Naturalmente, no se trata de una visión física, sino de una visión espiritual, de una experiencia de Dios fuerte e intensa.

Una vida sin Dios es vida vacía, vida malograda no es vida (v. 11).

Es lo más válido del salmo. El rey hace una opción radical por Dios. Por Él no sólo rompe con los dioses falsos sino con el mundo de los que no tienen ley. Es la decisión de vivir según el espíritu de la Ley del Señor, de orientar sus pasos y los del pueblo hacia Dios. El salmista juzga con los términos un día y mil días. Mil días son los nuestros. Un día es el de Dios. Los nuestros, sin Dios, son vacíos, ruedan sin consistencia, se esfuman sin sentido. La presencia de Dios es la que da valor infinito a un solo día pasado con el Señor. Ese instante pasado con Dios supera todo el tiempo y todas las limitaciones numéricas de los años.

Un alto en el camino, en el Templo, le proporciona al salmista más alegría que una estancia prolongada en el lugar más agradable fuera de él.

Aun en el caso de que Dios no lo admitiera en su íntima presencia en el interior del templo, y le obligara a quedarse a la puerta como si fuera un mendigo, el salmista recibiría de Dios, sólo por esto, más alegría que la que pudiera encontrar como huésped de honor en los palacios de los pecadores.  Y si tanto vale un solo día pasado con Dios en esta vida ¿qué será una eternidad vivida junto a él, en la otra?

«Porque el Señor es sol y escudo” (v.12)

Dios «como escudo» es muy frecuente en la Biblia. Dios es la pro-
tección segura, la fortaleza, la defensa del que ha optado por Él. Más rara es la imagen de Dios como sol. Tal vez quiere el salmista desmitificar al astro rey tenido como verdadero dios por otras culturas. El sol sólo es una criatura de Dios que queda eclipsada totalmente con la aparici6n de su Creador: «El sol no te dará luz durante el día, ni de noche te alumbrará la luna, sino que tu luz perpetua será el Señor y tu Dios será tu resplandor» (Is 60,19). Así el hombre queda envuelto en una cualidad de Dios: su gracia y su gloria. Hombre divinizado.

Esta experiencia fuerte de Dios en el templo debe reflejarse en una vida moral intachable. La ética no viene como un esfuerzo del hombre sino como una consecuencia de su ser en Dios.

«¡Señor de los Ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!» (v.13)

El salmo se cierra con una exclamación. Es como un grito a ese Dios que está en el templo pero trasciende el templo, está más allá, junto a los ejércitos celestiales. Y una bienaventuranza para el hombre que se fía de ese Dios tan maravilloso descrito a través del salmo. En él debe confiar.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

Jesús es el verdadero templo de Dios “no fabricado por mano de hombre, es decir, no de este mundo” (Hbr.9,1). Cristo ocupa nuestro tiempo y nuestro espacio. Para Pablo, “sólo cuenta lo vivido en Cristo, todo lo anterior es basura”. (Fil. 3,7-9). Cuando te pregunten por los años no digas los años que tienes de edad sino sólo los que has vivido con Cristo.

Carlos de Foucauld: «Perderse en el corazón de Cristo. Él es nuestro refugio, nuestro asilo: la casa del pájaro, el nido de la paloma, la barca de Pedro para atravesar el mar tempestuoso».

El salmo nos invita a vivir la fe “con cierta vehemencia”. No se trata de estar todo el día como en un “efluvio místico”. Pero si la fe en Jesús no hace vibrar nuestro interior; si su Palabra no conecta con nuestros sentimientos, quizás tengamos que reconocer que nuestra fe es excesivamente intelectual. A esa fe le falta brío, entusiasmo, pasión, gozo interior. Desgraciadamente, no brillan nuestros ojos con la alegría de aquel que acaba de “de descubrir un tesoro o una perla fina”. (Mt. 13,44-45).

Kabir, poeta hindú, s.XV: ¿Por qué mi corazón es así de impaciente? Aquel que vela sobre los pájaros, sobre los animales y sobre los insectos, aquél que ha cuidado de ti cuando todavía estabas en el seno materno ¿no te cuidará ahora que has salido? ¡Oh corazón mío! ¿cómo puedes desatarte de la sonrisa de tu Dios y vagar lejos de Él?

ACTUALIDAD

Es verdad que, en estos días de Pandemia, nuestra mirada está fija en la cantidad de muertos que se lleva por delante, especialmente a gente ya mayor. Pero no caemos en la cuenta de otra epidemia que la prensa nos oculta: la cantidad de suicidios en España. Más de los que mueren en carretera, y muchos de ellos son jóvenes.  Habrá que preguntar por los motivos que lleva a tomar una tan tremenda decisión. Los que así obran, no encuentran dentro de sí fuerzas para seguir viviendo en un mundo vacío y sin sentido. Lamentablemente han perdido el gusto por vivir. Y eso es una tragedia en nuestros días. Desde el punto de vista de este salmo, la razón es muy sencilla: han perdido el sentido de lo trascendente, de lo que está “más allá” del hombre, es decir, el sentido de un Dios cercano, amigo de la vida, y con una sola preocupación: lograr que todas las personas seamos felices.  

«Por muchas cosas que hagan los herejes, si las hacen fuera de la
Iglesia, no colocan en el nido sus polluelos». (San Agustín)

PREGUNTAS

1.- Intento llenar mis días de la presencia de Dios? ¿Doy por perdidos los días en que Dios ha estado al margen de mi vida?

2.- ¿Sé valorar mi grupo cristiano como un nido donde viven felices los polluelos? ¿Comienzo a sentirme más feliz fuera del nido?

3.- ¿Sé unir fe y ética? Mi encuentro sincero con Dios, ¿me lleva como de la mano a un encuentro gozoso con mis hermanos?

ORACIÓN

«Qué deseables son tus moradas, Señor de los Ejércitos»

Señor, vengo a decirte que allá donde tú pones tus huellas todo cambia, todo se transforma. Todo me parece bonito. Y, como todo está lleno de tu presencia, me encuentro feliz rezando en una Catedral gótica y en una sencilla ermita de pueblo; me siento sobrecogido en una noche estrellada y me quedo extasiado contemplando un bello atardecer. El día y la noche están llenos de tu presencia y provocan en mí un acto de alabanza y adoración.

«Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo»

Mi carne, mi alma, mi corazón, es decir, todo mi ser vibra y se estremece ante ti. Tú no eres para mí un Dios frío y lejano. Te siento vivo y palpitante dentro de mí. Tú eres mi padre, mi madre, mi hermano, mi amigo, mi vecino. Tú eres mi mejor yo.

Todo lo que de bueno y positivo hay en mí es un regalo de tu amor. Mis palabras más bonitas, mis pensamientos más altos, mis sentimientos más profundos, caerían en la nada sin tu presencia. ¿Qué sería de mí sin ti? Me da miedo pensarlo.

En estos momentos de ateísmo e incredulidad, déjame decir desde el fondo de mi ser: Vivo, luego tú existes. Mi mejor argumento para probar tu existencia es el milagro de mi vida.

«Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa»    _

Señor, cuando tú no estás, mi casa se queda fría, triste, vacía y sin vida. Un solo día se me hace eterno y aburrido; no lo aguanto. ¿Cómo podría soportar mil días?

Tú llenas de alegría mis horas, minutos y segundos. Un solo instante vivido intensamente contigo tiene un sabor a infinito.

¿Cómo hay gente que puede vivir sin ti? ¡No lo entiendo! Como no puedo imaginarme un mar sin agua; una tierra sin sol; una atmósfera sin aire.

Llena, Señor, mis días de ti y quedarán llenos. Llenos de alegría, Llenos de luz. Llenos de música. Haz que no viva ni un solo día sin tu presencia.

Oración mientras dura la pandemia.

Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del «corona-virus», consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre. Por JNS.  Amén.

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