Opinión

Vicente Jiménez Zamora

Palabras de vida

Comunicar esperanza en tiempos de pandemia [Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales]

22 de mayo de 2020

Queridos diocesanos:

Después del Concilio Vaticano II, la Iglesia celebra cada año la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en la solemnidad de la Ascensión del Señor a los cielos. Una fecha  dedicada a  formar las conciencias de los profesionales y usuarios, para orientar la opinión pública en los valores de la verdad y  para usar responsablemente los medios de comunicación social, especialmente las nuevas tecnologías.

El lema de este año es: “Para que puedas contar y grabar en la memoria (cfr. Ex 10, 2). La vida se hace historia”. El lema subraya el patrimonio precioso de la memoria en la comunicación. El papa Francisco, en la introducción de su mensaje de este año 2020, pide a los comunicadores, “tejer historias, que construyan, no que destruyan; historias que ayuden a reencontrar las raíces y la fuerza de avanzar juntos. En medio de la confusión de las voces y de los mensajes que nos rodean, necesitamos una narración humana, que nos hable de nosotros y de la belleza que poseemos. Una narración que sepa mirar al mundo y a los acontecimientos con ternura; que cuente que somos parte de un tejido vivo; que revele el entretejido de los hilos con los que estamos unidos unos con otros”.

A través de esta Carta Pastoral  expreso mi agradecimiento y apoyo a los profesionales de la comunicación en nuestra Diócesis, especialmente al Sr. Delegado episcopal de Comunicación, D. José Antonio Calvo y equipo; y al Sr. Director de OFICIA (Oficina de Comunicación de la Iglesia en Aragón), D. José María Albalad. Su trabajo está al servicio de la verdad, de la dignidad de la persona humana  y de la evangelización. A ellos va de manera especial mi cercanía, felicitación y aprecio por la labor meritoria que están realizando junto con sus compañeros de profesión, sobre todo en estos tiempos de pandemia.

Como Arzobispo de Zaragoza deseo que los medios de comunicación gocen de la mayor consideración en nuestra tarea pastoral ordinaria en la diócesis, parroquias y demás comunidades, y  animo a los sacerdotes, miembros de vida consagrada y a los fieles, especialmente a los padres, educadores y catequistas, en particular a los más jóvenes y “nativos” de la Red, a que se adentren por estos nuevos caminos del “mundo digital”, poniendo con creatividad y audacia apostólica todas las nuevas tecnologías de la comunicación al servicio del anuncio del Evangelio de Jesucristo.

La comunicación podrá así navegar mar adentro hacia las numerosas encrucijadas que crea la tupida red de autopistas del ciberespacio, y afirmar el derecho de ciudadanía de Dios en cada época, para que él pueda avanzar a través de las nuevas formas de comunicación por las calles de las ciudades y detenerse ante los umbrales de las casas y de los corazones y decir de nuevo: “Estoy a la puerta llamando. Si alguien oye y me abre, entraré y cenaremos juntos” (Ap 3, 20).

La Iglesia valora los efectos benéficos y los recursos que las nuevas tecnologías de la comunicación suponen para la pastoral de la misma Iglesia y el progreso humano, y alienta su uso personal y pastoral en las comunidades cristianas; pero a la vez nos pone en guardia frente a los efectos negativos que se puedan producir desde el punto de vista antropológico, ético y educativo, por parte de las nuevas tecnologías de la comunicación si no se usan adecuadamente por emisores y receptores.

No es hora de callar ni de recluirnos en las sacristías, sino de clamar desde las azoteas y de usar de los instrumentos del “universo digital” para que la Palabra de Dios en su encarnación actual llegue a todos los hombres de buena voluntad.

Con mi afecto y bendición,

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