Es bueno recordar los errores del pasado para no volver a cometerlos

Raúl Romero López
8 de junio de 2020

SALMO 78

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|Escucha, pueblo mío, mi enseñanza; | inclina el oído a las palabras de mi boca:

2que voy a abrir mi boca a las sentencias, | para que broten los enigmas del pasado.

3Lo que oímos y aprendimos, | lo que nuestros padres nos contaron,

4no lo ocultaremos a sus hijos, | lo contaremos a la futura generación: | las alabanzas del Señor, su poder, | las maravillas que realizó;

5porque él estableció una norma para Jacob, | dio una ley a Israel. | Él mandó a nuestros padres | que lo enseñaran a sus hijos,

6para que lo supiera la generación siguiente, | los hijos que nacieran después. | Que surjan y lo cuenten a sus hijos,

7para que pongan en Dios su confianza | y no olviden las acciones de Dios, | sino que guarden sus mandamientos;

8para que no imiten a sus padres, | generación rebelde y pertinaz; | generación de corazón inconstante, | de espíritu infiel a Dios.

9Los arqueros de la tribu de Efraín | volvieron la espalda en la batalla.

10No guardaron la alianza de Dios, | se negaron a seguir su ley,

11echando en olvido sus acciones, | las maravillas que les había mostrado,

12cuando hizo portentos a vista de sus padres,

| en la tierra de Egipto, en el campo de Soán.

13Hendió el mar para darles paso, | sujetando las aguas como muros;

14los guiaba de día con una nube, | de noche con el resplandor del fuego.

15Hendió la roca en el desierto, | y les dio a beber raudales de agua;

16sacó arroyos de la peña, | hizo correr las aguas como ríos.

17Pero ellos volvieron a pecar contra él,

| y en el desierto se rebelaron contra el Altísimo:

18tentaron a Dios en sus corazones, | pidiendo una comida a su gusto;

19hablaron contra Dios: «¿Podrá Dios | preparar una mesa en el desierto?

20Él hirió la roca, brotó agua | y desbordaron los torrentes; | pero ¿podrá también darnos pan, | proveer de carne a su pueblo?».

21Lo oyó el Señor, y se indignó; | un fuego se encendió contra Jacob,

| hervía su cólera contra Israel,

22porque no tenían fe en Dios | ni confiaban en su auxilio.

23Pero dio orden a las altas nubes, | abrió las compuertas del cielo:

24hizo llover sobre ellos maná, | les dio pan del cielo;

25y el hombre comió pan de ángeles, | les mandó provisiones hasta la hartura.

26Hizo soplar desde el cielo el levante, | y dirigió con su fuerza el viento sur;

27hizo llover carne como una polvareda, | y volátiles como arena del mar;

28los hizo caer en mitad del campamento, | alrededor de sus tiendas.

29Ellos comieron y se hartaron, | así satisfizo su avidez;

30pero, con la avidez recién saciada, | con la comida aún en la boca,

31la ira de Dios hirvió contra ellos: mató a los más robustos, doblegó a la flor de Israel.

32Y, con todo, volvieron a pecar, | y no dieron fe a sus milagros:

33entonces consumió sus días en un soplo, | sus años en un momento.

34Y, cuando los hacía morir, lo buscaban, | y madrugaban para volverse hacia Dios; 35se acordaban de que Dios era su roca, | el Dios altísimo su redentor.

36Lo adulaban con sus bocas, | pero sus lenguas mentían:

37su corazón no era sincero con él, | ni eran fieles a su alianza.

38Él, en cambio, sentía lástima, | perdonaba la culpa y no los destruía: | una y otra vez reprimió su cólera, | y no despertaba todo su furor,

39acordándose de que eran de carne, | un aliento fugaz que no torna.

40 ¡Qué rebeldes fueron en el desierto | enojando a Dios en la estepa!

41Volvían a tentar a Dios, | a irritar al Santo de Israel,

42sin acordarse de aquella mano | que un día los rescató de la opresión.

43Cuando hizo prodigios en Egipto, | portentos en el campo de Soán.

44Cuando convirtió en sangre los canales | y los arroyos para que no bebieran; 45cuando les mandó tábanos que los picasen | y ranas que los hostigasen;

46cuando entregó a la langosta sus cosechas | y al saltamontes el fruto de sus sudores; 47cuando aplastó con granizo sus viñedos, | y con escarcha sus higueras;

48cuando entregó sus ganados al pedrisco, | y al rayo sus rebaños.

49Cuando lanzó contra ellos el incendio de su ira, | su cólera, su furor, su indignación, | enviándolos como siniestros mensajeros.

50Dio curso libre a su ira: | no los salvó de la muerte, | entregó sus vidas a la peste; 51cuando hirió a los primogénitos en Egipto,

a las primicias de la virilidad en las tiendas de Cam.

52Sacó como un rebaño a su pueblo, | los guio como un hato por el desierto,

53los condujo seguros, sin alarmas, | mientras el mar cubría a sus enemigos.

54Los hizo entrar por las santas fronteras, hasta el monte que su diestra había adquirido;

55ante ellos rechazó a las naciones, | les asignó por suerte su heredad:

instaló en sus tiendas a las tribus de Israel.

56Pero ellos tentaron al Dios altísimo y se rebelaron,

negándose a guardar sus preceptos;

57desertaron y traicionaron como sus padres, | fallaron como un arco engañoso;

58con sus altozanos lo irritaban, | con sus ídolos provocaban sus celos.

59Dios lo oyó y se indignó | y rechazó totalmente a Israel;

60abandonó su morada de Siló, | la tienda en que habitaba con los hombres;

61abandonó sus valientes al cautiverio, | su orgullo a las manos enemigas;

62entregó su pueblo a la espada, | encolerizado contra su heredad;

63el fuego devoraba a los jóvenes, | y sus doncellas no llegaron a casarse;

64los sacerdotes caían a espada, | y sus viudas no los lloraban.

65Pero el Señor se despertó como de un sueño, | como un soldado vencido por el vino: 66hirió al enemigo en la espalda | infligiéndole una derrota perdurable.

67Repudió las tiendas de José, | no escogió la tribu de Efraín;

68escogió la tribu de Judá | y el monte Sión, su preferido.

69Construyó su santuario como el cielo, | como la tierra, que cimentó para siempre. 70Escogió a David, su siervo, | lo sacó de los apriscos del rebaño;

71de andar tras las ovejas, lo llevó a pastorear a su pueblo, Jacob; a Israel, su heredad.

72Los pastoreó con corazón íntegro, | los guiaba con mano inteligente.

INTRODUCCIÓN

Esta larga meditación de estilo sapiencial evoca la historia de Israel, desde el Éxodo hasta la institución de la monarquía davídica. El relato histórico sirve de soporte a una enseñanza para el presente: en el recuerdo de su propio pasado, Israel debe encontrar un motivo de gratitud y fidelidad al Dios de la Alianza. Esta preocupación didáctica se manifiesta, sobre todo, en la presentación de la historia como una permanente contraposición entre la misericordia del Señor y las rebeldías de su pueblo. Hay una especie de porfía entre la ingratitud del pueblo y la fidelidad de Dios. Éste triunfa al final, aunque estableciendo un nuevo punto de partida: Con David comienza una nueva época. Hay una visión general de la historia con propiedades pedagógicas. Ya- vé, para obrar de nuevo, repasará los caminos de ayer. Relatará los hechos en cuanto puede extraer de ellos una lección. Y precisamente a ese «sobrevolar los hechos se le llama filosofía de la historia» (Schmidt).

v. 1-8. Introducción de estilo sapiencial

Aquí se habla de la necesidad de instruir a los jóvenes. Es un deber de conciencia. El padre debe repetir al niño sus costumbres, sus tradiciones hasta que el niño llegue a retener.

El libro del Talmud nos dirá que la caída de Jerusalén se debe al descuido de esta educación a los niños: «Jerusalén ha sido destruida porque los chicos estaban desocupados en lugar de estudiar. No hay que descuidar los estudios de los niños ni
aún con la excusa de reedificar el Templo»(Talmud, libro de los judíos).

«El mundo no subsiste sino gracias al soplo de los niños de la
escuela» (Maimónides).

En el v. 2. se habla de los enigmas del pasado.

El P. Schókel nos dice: «En presencia de tantos prodigios, ¿no es paradójica la desconfianza del pueblo? Después de tantos beneficios, ¿no es paradójica la rebeldía? Que al terminar el largo y arduo camino hacia una nueva patria se instaure la idolatría, ¿no resulta inexplicable?… Los que están en el desierto, ¿cómo se olvidan de los recientes agotamientos de Egipto? Llega al desierto donde la vida cuelga entera de Dios y lanza el desafío de la desconfianza: a ver si puede, ¿a qué no
puede? Llega a la tierra donde la subsistencia está asegurada, y se dedica a provocar los celos de Dios».

v. 9-33. Éxodo y desierto

«Los arqueros de la tribu de Efraín volvieron la espalda en la
batalla» El volver la espalda en la batalla se suele considerar como castigo más que como pecado. Se puede interpretar como un castigo ejemplar. «Echando en olvido sus acciones»

Este salmo es un memorial contra los desmemoriados. Olvidar es un delito. Pero no basta el simple recuerdo. Los personajes que aparecen en el v. 20 se acuerdan muy bien del don prodigioso del agua, pero en vez de fiarse de Dios, le quieren someter a prueba. Sí, nos ha dado agua de una roca pero ¿ya será capaz de daros pan y carne? No basta acordarse. Hay que sacar las consecuencias con vista a una conducta intachable. Hay que saber fiarse de Dios. El que tiene poder para dar agua ¿no tendrá poder para dar pan?

«Colocan la insolencia hasta el sarcasmo; la exigencia hasta el desprecio de que, en pleno desierto, Dios disponga de una mesa bien servida» (E. Beauchamp).

“Hizo llover sobre ellos”

El maná es la excreción dulce que, por la picadura de la cochinilla, brota del tamarisco mamífero, una planta silvestre que crece en el desierto. Tiene aspecto entre amarillento y blanco y gotea bajo los rayos del sol, cayendo al suelo y endureciéndose en él durante la noche.

A este pan Dios añade una abundante comida cuando les envía las nubes de perdices. Muchos encuentran su justo castigo precisamente al hartarse de estos alimentos tan solicitados.

v. 34-39. Recapitulación

El salmista analiza las cuatro frases que constituyen la vida religiosa del pueblo: 1) Dios realiza prodigios que causan la salvación. 2) Apenas se han realizado dichos prodigios, se duda de Dios y de su poder. 3) Dios los castiga; inmediatamente todos vuelven a él pero sólo de palabra. 4) A pesar de todo, Dios perdona a esos hombres, débiles como un soplo. “En verdad los hebreos se mostraban más sensibles a los golpes que a losbeneficios que recibían” (L. Desnoyers).

v. 40-64. De Egipto a Canaán

A pesar de estar revelándose continuamente, Dios lleva a su pueblo desde el mar Rojo hasta la tierra prometida, lleva su benevolencia hasta poner en juego su poder divino en la conquista de ese país que se ha reservado como propiedad y patrimonio suyo; se lo arrebata a los ocupantes para confiárselo a su hijo adoptivo, Israel. “Contrariamente a los otros pueblos, Israel no tiene que orgullecerse de habitar en un país autónomo. Lo posee porque Yavé antes lo había desposeído a los indígenas… Sin Yavé serían un rebaño de esclavos que en una tierra extraña trabajaba para sus maestros, los egipcios” (E. Beauchamp).

Israel ante esta bondad divina no responde más que con una cruel ingratitud. Habiéndose instalado en Palestina, rehúsa observar los mandatos del Señor. Peor aún: de la misma manera que un arco estropeado ya no impulsa la flecha a su término, así Israel ya no dirige a los hombres hacia Dios sino hacia los ídolos, irritando de esta manera a su Dios celoso.

Yavé, irritado, termina por rechazar definitivamente a Israel- Efraín, lugar que había elegido para vivir hasta este momento, ya que el arca, su trono simbólico y lugar de su presencia misteriosa, había estado en Silo, en el corazón de Efraín. Con el arca deja Dios la tienda sagrada de Silo y el territorio de Efraín para marchar a la guerra contra los filisteos. Ya no regresará nunca. Deja caer el arca (su fuerza, su esplendor) en manos de los filisteos y deja perecer en la batalla a su pueblo con los sacerdotes Ofni y Fines. Este desastre señala el derrumbamiento de Efraín. Las viudas ya no tienen ni fuerza para llorar y las jóvenes no tienen ni posibilidad de casarse: «Las novias ya no tenían cantos».

«¿Qué misterio de la historia quería proclamar el salmista? El salmo quiere mostrar que Efraín estuvo siempre corrompido» (B. Duhm).

v. 65-72. Elección de Judá y rechazo de Israel

Pero Dios no podía aceptar nunca el ser derrotado definitivamente. Deja a los filisteos que castiguen a Israel; incluso les permite que capturen su arca permaneciendo Dios casi como un héroe medio muerto. Pero, de pronto, sale de su sueño, de su pasividad. Dios no volverá a Silo. Se instalará en el territorio de Judá. Y elegirá a un hombre de Judá, como rey de todo el pueblo. David, pastor de ovejas, se convierte en el pastor de todo Israel.

De esta manera concluye la primacía del fuerte pero infiel Efraín en beneficio del humilde pero fiel Judá. Acontecimientos que están llenos de lecciones ocultas.

¿Cumplirán David ysu dinastía la función de representar debidamente al Señor como pastor? ¿Habrá que esperar a un futuro sucesor de David, que venga a colmar las exigencias de este pastoreo?

De momento quedarán: Una tribu, Judá; una ciudad, Sión; un rey, David. Y un Templo, el gran templo de Jerusalén, imagen del cielo y la tierra. «David es aquí Cristo, porque este salmo sigue siendo una parábola. Como David fue pastor antes de ser rey, así es nuestro Salvador, rey de reyes … Como el agua del mar refleja tantas luces cuantos son sus temblores, así el salmo a ratos emite un centelleo deslumbrante, a ratos envuelve en sombra la luz» (Casiodoro).

«Lo hemos visto en el Antiguo Testamento. Lo hemos conocido en el Nuevo, cuando todo se ha cumplido en Cristo» (Casiodoro).

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

Elegidos sin desplazar a nadie. El pueblo de Israel hizo una lectura simplista de la realidad histórica: Dios los elige a ellos mientras a los demás pueblos los rechaza. Pues bien  la teología de la elección en la fe cristiana dice que Dios elige sin rechazar a nadie. También Dios es padre de los filisteos y cananeos. Jesús elige a todos. Si te sientes elegido por Jesús para entrar en el secreto del Padre, pídele que todos los hombres lleguen a ser conscientes de esta peculiar elección: nadie puede quedar desplazado.

José Bortolini: “Desde niño Jesús aprendió la historia de su pueblo. Los evangelios lo presentan como “El Dios con nosotros” (Mt. 1,23; 28,20, encarnado en nuestra historia, (Jn. 1,14). Él también tiene unos antepasados que cometieron errores y tuvieron aciertos. Basta aludir  a las genealogías. (Mt. 1,1-17; Lc. 3,23-38). Su encarnación llevó a sus compatriotas a dudar de él. (Mc.6,1-6). Enseñó a aprender de las tragedias y de los hechos desagradables”. (Lc. 13,1-5).

G. Garrone: “Ésta puede ser la historia de Israel: “Dios da, el pueblo ingrato se rebela; Dios castiga, el pueblo se arrepiente y suplica; Dios perdona, y todo vuelve a comenzar. Así va la vida del hombre frente a Dios. Al misterio de nuestras incansables infidelidades responde la loca bondad y el perdón incansable de Dios. Esta historia continúa”.

Peguy:

“Señor que nos habéis amasado de esta tierra,

no os sorprendáis de que seamos terrenos.

Señor que nos habéis amasado con polvo,

no os asombréis de que seamos polvorientos.

Señor que nos habéis amasado de esta humilde miseria,

no os sorprendáis de que seamos miserables”.

P. Garrido: “Hay virtudes humanas, como la sed de justicia, el conocimiento y la aceptación de sí, el sentido del Absoluto… sin las cuales la oración se presta a ser una afición espiritual”.

ACTUALIDAD.

Aprender de la historia. En estos momentos estamos sumidos en una crisis de dimensiones incalculables. La “pandemia” que estamos viviendo y soportando nos tiene que servir para sacar alguna lección importante:

  • La vulnerabilidad. Nos creemos algo y no somos nada. Debe quedar abatido el orgullo humano.
  • El valor de las personas que sirven. Antes dábamos más importancia a los que salían todos los días en la prensa: Cantantes, deportistas, políticos, banqueros etc. Ahora los realmente importantes para el pueblo son: los médicos, enfermeros, fuerzas de seguridad, trasportistas que llevan los alimentos, voluntarios, etc. Todos que arriesgan sus vidas en servicio a los demás. La misma Iglesia reconoce en estas personas a los “santos del día de hoy”.
  • El valor de las pequeñas y sencillas cosas de cada día. El poder ir al campo a respirar aire puro, el tener libertad para movernos, saludarnos, darnos un abrazo sin miedo a contagiarnos. El tener un trabajo, el vivir sin miedos y sin agobios. Hoy valoramos hasta el simple hecho de tener: “la calle libre para correr”.

* Hay cantidad de cosas que sólo estimamos lo que valen cuando “las perdemos”.

PREGUNTAS

1. El recuerdo de mi pasado, ¿me sirve para potenciar y superar el presente?

2.  Mi grupo cristiano, mi comunidad, ha recibido del Señor inmensos favores. ¿Ha sabido agradecerlos? ¿Han servido de ocasión para pedirle a Dios nuevos beneficios?

3. Hay mucha gente que se olvida totalmente de Dios. ¿Cómo puedo ayudarles eficazmente a encontrarse con el Señor?

ORACIÓN

“Escucha, pueblo mío, mi enseñanza”

Señor, tú eres el mejor maestro y a ti te gusta enseñar. Nadie puede hacerlo de una manera más fiel y competente que tú. Tú eres la misma sabiduría. Pero, al mismo tiempo que te gusta enseñar, te gusta también que tus discípulos aprendan tus divinas enseñanzas. Y, para aprender, es necesario escuchar. Tú has enseñado a tu pueblo a saber escuchar: “Escucha Israel”. Pero ¿cómo hay que escucharte? Con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. Reconozco que yo no te he escuchado así. A veces, cuando tú hablas, mi corazón está lejos de ti. Te escucho sólo con el oído externo pero no con el oído interior. A veces, cuando tú hablas, mi mente está distraída y mis fuerzas dispersas. Dame la gracia de saber escucharte.

“Lo que nuestros padres nos contaron… lo contaremos”

Yo recuerdo con cariño aquellos años de mi infancia. No había TV ni cocinas eléctricas, ni de butano. La cocina tenía sabor a hogar. Allí se quemaban troncos de leña y, al rescoldo de aquel fuego, nuestros padres y abuelos nos contaban sus viejas historias. Allí se reía, se lloraba, se cantaba y se rezaba. Yo aprendí a rezar en las rodillas de mi madre y siempre al calor de aquel fuego. Hoy, lamentablemente la TV ha roto todo diálogo familiar. Con todo, no podemos renunciar a transmitir la fe como el mejor regalo, como la mejor herencia que hemos podido recibir de nuestros mayores. Ojalá que, al transmitir ideas sepamos también transmitir vivencias y sentimientos. Que sepamos dar una fe viva y caliente, como aquellas que nos dejaron nuestros padres al abrigo de unos leños encendidos.

¿Podrá Dios preparar una mesa en el desierto?

Señor, cuando leo las cifras escandalosas de los niños que mueren de hambre, me he hecho la pregunta del salmista: ¿Es que Dios no puede dar pan para todos? ¿No puede impedir que mueran de hambre tantos niños? ¿No podrá poner una mesa grande y bien abastecida en el desierto del mundo? En realidad, seguimos tentando a Dios como los israelitas. ¿Acaso no hay en el mundo alimentos suficientes para todos? “El día en que todos los hombres y mujeres del mundo nos demos la mano en el gran corro de la fraternidad universal, ya no habrá manos pidiendo pan”.

Oración mientras dura la pandemia.

Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del «corona-virus», consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre. Por JNS.  Amén.

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