Miércoles Santo.
Siguen vivas la solidaridad generosa de muchos, la interesada -que no es solidaridad- de algunos y el egoísmo hiriente de otros.
Vivimos una experiencia que está manifestando lo humanos que todavía somos. Como alguien ha escrito en estos días: “El mal expresa la necesidad de ser más humanos, más hermanos”. Pensémoslo.
La necesidad de ir a lo esencial de la vida.
Y también para ir a lo esencial de la Semana Santa, para intentar vivirla plenamente. De otra manera. Desnuda como Cristo en la Cruz. Vaciada de lo no esencial. Pero auténtica, si nos lo proponemos.
Lo esencial podemos vivirlo de otra manera: Las celebraciones vividas, no solo vistas o contempladas, por televisión o por las redes sociales. Verlas participando, entrando en ellas.
Sin procesiones, sin fiestas, sin vacaciones. “Quédate en casa”.
Y de modo más personal o familiar: celebraciones en casa organizadas por todos, Palabra de Dios meditada, compartida. Encuentro con Cristo entregado por todos y presente en todos los que sufren y en los que están arriesgando su vida o que la han entregado ya en la atención a los enfermos.
De esta manera, aunque nos duela no celebrar con la comunidad cristiana los momentos centrales de la Semana que llamamos Santa, podemos vivir una Semana Santa Esencial. Desde la fe desnuda y cuestionada o cuestionante de nuestra vida cristiana.
Sí tiene una novedad nuestra Semana Santa 2020. Nos está ayudando a descubrir a Dios donde parece no estar. Pero donde está tan realmente dado como en la Eucaristía. Porque se está entregando, como lo hace en ella, en todos los cirineos creyentes o no y en tantos que viven su trabajo y profesión con una generosidad nueva.
Todo esto lo dice bellamente un texto que está corriendo por las redes sociales hace unos cuantos días. Y al que quería llegar tras esta larga introducción. A ofrecerlo. Si ya lo has leído, disfrútalo de nuevo para que tu agradecimiento y tu esperanza junto a la carne doliente de los hermanos crezca y crezca en muchos.
«¿Quién ha dicho que Cristo este año no sale?»
¿Quién ha dicho esas historias, que el Cristo este año no sale,
si está vestido de blanco, de azul o de verde, en los hospitales?
¿Quién dice que el Nazareno no puede hacer penitencia,
si están todos atendiendo a enfermos en las urgencias?
¿Cómo que Jesús Caído no saldrá el Miércoles Santo?
Mírale tú en nuestros médicos que caen rendidos, exhaustos,
como humildes cireneos ayudando a cada paso:
celadores, enfermeras, administradoras, codo a codo, sin descanso
Igual que en la Borriquilla pasó Jesús por la tierra,
nuestros héroes camioneros pasan las noches en vela
para abastecer mercados de barrio, farmacias, tiendas…
El Ejército, la Policía, patrullan calles desiertas,
y no están con sus familias sino cuidando a las nuestras.
Y lejos de las ciudades, Jesucristo está doblado
sobre los surcos de la tierra, se hace a la mar en un barco,
tiende cables, cava pozos y pastorea ganado.
Nadie diga que el Señor no está en las calles presente,
cuando en las Iglesias solitarias los Sacerdotes celebran Misa diariamente.
Nadie diga que el Cautivo no va a salir este año,
mientras haya una voz buena llamando al que está encerrado.
Nadie diga que el Gran Poder no va en su anda,
cuando tantas vidas orantes se ofrecen y aman.
Con cansancio en la mirada, con buen humor, sin fallarnos,
también Cristo está presente en cualquier supermercado,
reponiendo estanterías o a pie de caja cobrando.
Jesús viene en un camión de blanco y verde pintado,
recoge nuestros desechos y se va sin ser notado.
Cuando veo a tanta gente que a los suyos ha enterrado,
siento que también salió la Piedad del barrio bajo,
la Virgen de las Angustias con su Hijo en el regazo.
Y aunque a todos nos asuste el pasar por el Sepulcro,
ahí está la fortaleza de Aquel que ha vencido al mundo.
Tal vez no haya procesiones con imágenes talladas
pero ya ves, Cristo sale al encuentro de tu vida,
en mil rostros escondido, sin cirios y sin campanas.
Que, aunque no haya procesiones,
seguirá oliendo el incienso que pone su gente buena.
El amor salta las tapias, el corazón no se encierra;
será una «Semana Santa» más que nunca, verdadera.[1]
[1] Leo en uno de los mensajes: “Aún no conocemos al autor de este hermoso poema, aunque se le atribuye al Padre Álvaro Saenz”..