Las nuevas tecnologías están siendo un gran aliado para estos días de confinamiento. Gracias a ellas, hablamos con nuestros seres queridos, trabajamos, nos formamos y accedemos a múltiples ofertas de entretenimiento. Sin embargo, estamos expuestos también a una avalancha informativa sin precedentes y a una distracción permanente.
En la primera audiencia general de la Cuaresma de este año, el papa Francisco hablaba ya de la importancia de “alejarse de las cosas superfluas” y “hacer espacios para que el Señor nos hable al corazón”. En este sentido, invitaba a “apagar la televisión y abrir la Biblia, desconectarnos del móvil y conectarnos al Evangelio”.
Esta Semana Santa, como sugería el arzobispo D. Vicente Jiménez Zamora en su homilía del Domingo de Ramos, quizás sea un buen momento para racionalizar el uso de las tecnologías y, de este modo, “meditar los relatos de la Pasión del Señor, que ha convertido a tantos santos, y mirar con paz al Crucificado y Resucitado”.
Se trata de escapar del ruido y recogerse, pues, con alertas y notificaciones las 24 horas del día, resulta difícil redescubrir la huella de Dios en las cosas cotidianas. El Señor consuela, sostiene e invita al compromiso, como reflejan en este boletín historias como la del misionero de Barbastro-Monzón, Rafael Quirós, pero, para ello, «hay que hacerle espacio».
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