En mayo de 2019, tras año y medio en Zaragoza, la hermana Almudena Ríos (Esclava de Cristo Rey) fue enviada por su congregación a Tanzania. Desde el distrito de Bunda, una zona rural a orillas del lago Victoria, atiende la llamada de Iglesia en Aragón. Su voz amable, que se funde con el sonido de los pájaros cantores que pueblan esa área campestre de la región de Mara, refuerza la paz y esperanza de su mensaje.
—Tenemos 13 casos confirmados de coronavirus en todo el país. Se han cerrado colegios y universidades, pero la vida sigue igual —señala esta religiosa madrileña, de 30 años—. Aquí es imposible tomar las medidas de confinamiento adoptadas en España.
La hermana Almudena sabe de lo que habla. Y es que, a pesar de llevar tan solo unos meses en Tanzania, su corazón late ya con el del pueblo africano.
—¿Encerrarse en casa? —se pregunta con ironía—. Muy pocos hogares disfrutan del agua corriente, solo los de aquellos que tienen pozo y un tanque para llenarlo. El resto tiene que ir necesariamente al río.
El acceso al agua no es la única limitación.
—Las casas son, en su mayoría, de una sola habitación. El hogar es un cuarto para dormir, por lo que, materialmente, es imposible permanecer en él —explica—. Además, no tienen electricidad ni, por tanto, nevera. No hay posibilidad de almacenar comida.
Aun así, con el precedente de Europa, donde el COVID-19 se ha cobrado ya miles de vidas, muchos no entienden la falta de anticipación de otros continentes.
—Aquí, al menos en esta zona rural en la que yo vivo, no se puede prohibir el tránsito de personas —insiste la Esclava de Cristo Sacerdote—. Claro que se percibe miedo, temor a lo que pueda pasar, pero la gente compra en el mercado y las mercancías llegan de las huertas. Si no se deja salir, se cortan de inmediato todos los suministros.
En un país integrado casi a partes iguales por cristianos y musulmanes, la Iglesia católica desempeña una labor fundamental.
—Las eucaristías, en las que nos reunimos fácilmente 300 personas que vivimos dispersas entre las montañas, son también plataforma de información. Si bien es frecuente que la gente tenga radio, internet solo está al alcance de las familias con alto poder adquisitivo. Por eso, en las misas se dan mensajes útiles que luego van llegando a la población a través del boca a oreja.
La Conferencia Episcopal de Tanzania ha pedido a los sacerdotes que, ante la pandemia actual, las eucaristías mantengan su dignidad pero sean más breves (“en condiciones normales, duran cerca de dos horas”, precisa sor Almudena). Además, se recomienda que, cuando no haya espacio suficiente en los templos para mantener las distancias de seguridad, las celebraciones se organicen al aire libre.
Esta monja tiene un hermano que trabaja en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital de Madrid y conoce de primera mano el alcance de la enfermedad. Sin embargo, transmite serenidad.
—Pasará lo que Él quiera, cuando quiera y como quiera —dice humildemente, con la seguridad que le regala vivir una existencia edificada sobre la roca de Cristo—. Estamos siempre en manos de Dios, pero estas situaciones de crisis lo ponen de relieve y nos ayudan a preguntarnos qué es lo importante, dónde están nuestras certezas.
La hermana Almudena Ríos, que recuerda su paso por Zaragoza como un “tiempo de mucha gracia”, estudia suajili –la lengua local–, enseña latín, a petición del obispo de Bunda, monseñor Renatus Leonard, y nunca pierde la esperanza.
—Dios es el motor de nuestras vidas —concluye sonriente—, la fuente de nuestra paz y felicidad. En sus manos estamos…