Un arzobispo con olor a oveja

José María Albalad
16 de febrero de 2020

Podía haberse desplazado en el tren de alta velocidad que une Zaragoza y Madrid en apenas hora y cuarto. O haberse hospedado en una residencia u hotel con todas las comodidades. Sin embargo, D. Vicente Jiménez Zamora, arzobispo de Zaragoza, optó por integrarse –de principio a fin, no solo para la foto– en la expedición aragonesa que del 14 al 16 de febrero participó en el Congreso Nacional de Laicos.Quería ser uno más. Y lo fue. Con todas las consecuencias. Llegó al punto de partida con su propio equipaje, saludó personalmente a todos los participantes y se subió al autobús. Desde entonces, compartió alegrías y fatigas, con un sentido del humor que pronto cautivó a quienes no lo habían tratado personalmente. “Me encanta este obispo”, decía uno. “Qué majo es, sí”, respondía otro.

De carácter recio, castellano, a sus 76 años destacó por su fortaleza y vigorosidad, tanto del cuerpo como del alma, tirando de laicos más jóvenes. “Hay que llegar puntuales, seamos serios”, apuntaba con ternura, pero sin disimular la exigencia: “Que no se diga que llegan tarde los de Aragón”. Con su cruz pectoral, supo estar en un segundo plano. Lejos de los focos, sin acaparar protagonismo, rezando, riendo, cantando. Compartiendo.

Los minutos de espera en la fila de los servicios, los desplazamientos por la calle o el bocadillo comido, de pie, en un área de servicio. Todo era una oportunidad para mezclarse con los suyos. Ni siquiera desfalleció tras las maratonianas jornadas del viernes y el sábado, cuando ya de noche –a última hora y entre los resoplidos de muchos– tocaba subirse al autobús para desplazarse a un austero alojamiento ubicado a una hora de Madrid.

Nadie lo vio desembarcar en el recinto del congreso con ningún tipo de apoyo ni servicio. Al contrario. Fue visto llegar corriendo, sobre la hora, al inicio de alguna celebración. “Mirad que os lo dije: puntualidad”, recordaba con sonrisa pícara a los laicos de Zaragoza y Aragón. Gajes del oficio. Es lo que tiene ser arzobispo pastor, con olor a oveja, que toca caminar delante, en medio y detrás del rebaño.

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