Mientras escribo esta primera comunicación en la veranda, lugar de observación privilegiado de este pequeño microcosmos donde vivo desde hace unos años: Dandanda; me acompaña el sonido maravilloso de la lluvia mientras cae y empapa nuestros campos sedientos de agua, pero también de esperanza…
…y casi sin quererlo, viene a mi memoria, cómo aprendí esta palabra el día que me comunicaron el país donde haría realidad el sueño de la misión: Zimbabue. Recuerdo que inconscientemente, escribí en “google” la palabra Zimbabue, pues apenas sabía nada de este lugar tan lejano en sus costumbres e historia, al país que estaba a punto de dejar atrás… Creo recordar que me llamó en seguida la atención el tercer enlace que aparecía en el “buscador”: Exposición en Madrid sobre Zimbabue. El título de la exposición: “ithemba”, sin saber por qué, quedó grabado en mi corazón. ¡Quién me iba a decir a mí que, años después, iba a aprender la lengua originaria de esta palabra, el ndebele, y que ella, me ayudaría a comunicar mejor el sentido de muchas ideas y sentimientos presentes en nuestros corazones pero también en el Evangelio de Jesucristo!
A pocos días de comenzar el tiempo de Adviento, recibimos la invitación del Señor de repensar en nuestro interior, ¿cuál es nuestra esperanza hoy? Y no es cuestión de asumir las esperanzas de quienes están cerca de nosotros o, de aquellos a quienes admiramos por su ejemplo o coherencia de vida…tú, también, herman@, tienes que preguntarte: ¿quién es tu esperanza? ¿Qué esperas hoy, en medio de las prisas, del camino de la vida? Humildemente quiero compartir con vosotros algunas esperanzas, de quienes forman parte de mi vida misionera, en este rincón del noroeste de Zimbabue adonde fui llamado para encontrarme de nuevo con Aquel que nos sigue llamando a ser y a vivir felices en el proyecto del Reino de Dios.
La esperanza de Melusi está puesta en recibir unos kilos de semillas, por parte de las autoridades locales, que le permitirán –con la ayuda de dos vacas- llevar a cabo los trabajos de siembra, de la única cosecha que le proporcionará –o no- el grano suficiente para dar de comer a sus cinco hijos durante este año… Para Chantelle, joven de 17 años -de una de nuestras comunidades- que acaba de ser madre, su esperanza todavía no tiene nombre, es pequeña, frágil, débil, pero llena de vida…su hija acaba de convertirse en el centro y en el ser de su joven vida… Para Lawrence, la esperanza está puesta en el cambio político que tanto necesita Zimbabue, a pocos días de haber sufrido un golpe militar que se ha llevado por delante al presidente más longevo del planeta (¡93 años!) y segundo dictador en número de años en el poder (¡37!)…
Estas son algunas esperanzas que forman parte de la vida de quienes se han convertido en mi esperanza… Tal vez, nuestra esperanza mayor siga siendo Aquel que un día su vida por amor…pero eso es algo que cada uno tiene que responder en su corazón.
¡Unidos en la misión de cada día!