Y tú, además de hacer el mal, ¿qué haces?

Raúl Romero López
9 de diciembre de 2019

SALMO 52

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3 ¿Por qué te glorías de la maldad

y te envalentonas contra el piadoso?

4 Estás todo el día maquinando injusticias,

tu lengua es navaja afilada,

autor de fraudes;

5 prefieres el mal al bien,

la mentira a la honradez;

6 prefieres las palabras corrosivas,

lengua embustera.

7 Pues Dios te destruirá para siempre,

te abatirá y te barrerá de tu tienda;

arrancará tus raíces

del suelo vital.

8 Lo verán los justos, y temerán,

y se reirán de él:

9 “Mirad al valiente que no puso

en Dios su apoyo,

confió en sus muchas riquezas,

se insolentó en sus crímenes”.

10 Pero yo, como verde olivo,

en la casa de Dios,

confío en la misericordia de Dios

por siempre jamás.

11 Te daré siempre gracias

porque has actuado;

proclamaré delante de tus fieles:

“Tu nombre es bueno”.

 

 

INTRODUCCIÓN

 Aparentemente se podría pensar en un poema de carácter sapiencial. Pero este género es frío y el tono de este salmo es cálido, emotivo, pasional. El salmo contiene elementos de acusación profética, con actos de confianza y de acción de gracias. Algunos autores han pensado que el salmo aludiría a David. Otros, en cambio, hablan de un simple hombre de Dios muy relacionado con el templo: un levita, un sacerdote, que ha sufrido afrentas por un competidor pérfido.

 

REFLEXIÓN

 “El pecado más vil y miserable es alegrarse del mal ajeno” (v.3)

 El autor entra ex abrupto en escena. En este caso no se dirige a Dios, sino a un hombre malvado que maquina constantemente contra el piadoso y se gloría de los resultados que le proporciona el mal. Nunca es bueno gloriarse de las cualidades que uno tiene. Todo lo que tenemos lo hemos recibido de Dios. Pero aquí el malvado se está gloriando del mal. Se trata de una persona que ha prescindido de Dios y encuentra satisfacción en obrar el mal. Se ha enriquecido prescindiendo de todo freno moral. Diríamos que los negocios sucios van mejor sin Dios. Y se ríe del justo, del honrado, del que paga sus impuestos, del que atiende con cariño a sus padres ancianos, del se fía de Dios aún en medio de la adversidad

 

¡Cuidado con la lengua! Es navaja afilada. (4)

 Su lengua se ha convertido en navaja afilada. Notemos que la navaja es un instrumento doméstico en manos del barbero. Y ella se convierte en arma mortífera. Así la lengua, doméstica y social, que la empleamos para la conversación entre familiares y amigos y para dialogar con otras personas extrañas, la convertimos en instrumento de muerte. Cuántas veces hundimos a las personas con la lengua. Nuestra lengua no está hecha para la mentira, la calumnia, la crítica destructiva, la murmuración. Nuestra lengua nos la ha dado Dios para proclamar su Nombre, para decir al mundo lo grande, lo bueno, lo maravilloso que es nuestro Dios. El apóstol Santiago ha profundizado bien en este órgano tan pequeño que puede hacer grandes cosas para bien o para mal. “¡Qué bosque tan grande puede quemarse con un pequeño fuego! Y la lengua es ese fuego” (Stgo 3, 5-6).

“El hombre es capaz de dominar toda clase de fieras, de aves, de serpientes…pero nadie ha podido dominar la lengua” (v. 7-8). Y termina diciendo: “De la misma boca salen bendiciones y maldiciones… De un mismo manantial no puede brotar, a la vez, agua dulce y agua amarga” (v. 10-11). El salmista ataca la lengua fanfarrona, la que se siente orgullosa de poder hacer el mal. Podríamos acabar con esas bellas palabras de Pedro acerca de Jesús: “Él no cometió pecado ni se halló engaño en su boca; injuriado, no devolvía las injurias; sufría sin amenazar, confiando en Dios, que juzga con justicia” (1 Pe 2, 22-23).

 

“Seducidos por el mal” (v.5-6)

Por ser libres podemos optar por el bien o por el mal. A veces el bien ejerce sobre nosotros una fuerza de atracción. Podemos quedar seducidos por la verdad, la belleza, el amor. Pero, en el caso del salmista, es el mal el que ejerce sobre él una especie de seducción. El opta por el mal y prefiere la mentira a la verdad. Parece decirnos: con la verdad no vas a ninguna parte. Todos te comen. Todo el mundo se te ríe. En cambio, con la mentira tú puedes amasar grandes fortunas. Para estas personas no cuenta para nada ni la dignidad de la persona, ni los derechos humanos. Todo vale con tal de conseguir sus objetivos. El fin justifica todos los medios.

 

Dios no castiga. Somos nosotros los que nos castigamos al prescindir de Él que es para nosotros “nuestra casa y nuestro suelo; nuestro pan y nuestro cielo. (v. 7)

Dios debe intervenir. No puede dejar que el mal triunfe sobre el bien. El malvado, que se había metido como un intruso en la casa de Dios, será arrojado como basura que se barre y se bota. “Barreré de ella hasta el polvo y la dejaré como roca desnuda” (Ez 26, 4). Te arrancaré de la tierra a cuajo. Como el leñador saca de la tierra el árbol muerto. Arrancado de la casa de Dios ya no tendrá sitio donde habitar. Fracaso existencial: se le quita el suelo donde apoyarse. Es Dios la casa y el suelo; la tierra y el aire. El que prescinde de Dios va a la ruina total. Ciertamente hay en este salmo unos aspectos de venganza propios de esa época. Tendrá que venir Jesucristo a limar todas esas asperezas del Antiguo Testamento y elevar la moral a cumbres insospechadas: “Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen. Así serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5, 44-45).

 

¡Qué bonito y qué bello fiarse de Dios! (v,10)

Conviene tener presentes los contrastes entre la conducta del malvado y el piadoso salmista.

 EL MALVADO:

  1. Es excluido de la tienda de Dios.
  2. Se ha confiado a sus riquezas.
  3. Tiene una lengua dañina.

 EL SALMISTA:

  1. Está enraizado en el Templo.
  2. Se ha confiado en el Señor.
  3. Con su lengua alaba a su Señor.

 “Como verde olivo”. La vida del salmista está creciendo junto al Señor. Hunde sus raíces “al borde de la acequia” (Sal 1) y de ahí chupa la savia, la vida. “El Señor te había llamado olivo frondoso, cargado de hermosos frutos” (Jer 11, 16). El verdor es símbolo de juventud. Su vida no envejece. No hay lugar al cansancio, a la rutina, al desmayo. Mantiene siempre la frescura de sus compromisos, de su Alianza, de su amor primero. La cercanía de Dios es fuente perenne de ilusión, de gozo, de felicidad.

La fe no es algo al margen de la vida. El hundir las raíces en Dios es enraizarse en la vida con todo lo que ésta tiene de debilidad, de fragilidad.

Confiar en Dios es confiar en alguien que nunca te va a dejar, que jamás te va a abandonar. El justo permanecerá en el Santuario. La casa de Dios será su propia casa. Allí experimentará su cercanía y su amor.

 

Dios sólo busca nuestro bien y debemos darle gracias en todo tiempo (v. 11)

El salmista da gracias a Dios porque ha actuado en favor suyo. Pero el salmista lo que realmente quiere celebrar es la obra de Dios en el gobierno de este mundo. Ni el impío o el tirano aquí en cuestión es un individuo definido, ni el yo del salmista un justo aislado. Ambos son representantes de un diverso género de hombres: los que confían en sí mismos y siguen su propio capricho y los que confían en Dios y se rigen por su ley. Lo que el salmista nos quiere inculcar es la confianza en el Señor. Dios sólo busca nuestro bien.

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA.

Delitzsch: “Este salmo nos hace despertar ante la justicia divina tan largo tiempo oculta y desconocida”.

Kraus: “En el Antiguo Testamento la certeza de que Dios reina y juzga con justicia se adquiere en medio de la vida cotidiana. En ella es donde se decide si Dios es Dios, si Dios interviene y se preocupa de los seres humanos”.

Himno litúrgico:

“Probar que yerra el que insensato fía

sólo en la fuerza, el cálculo y el nombre;

que la justicia es fuerza y mejor guía;

que en lo alto Dios existe todavía

y en nuestra tierra, el hombre”.

  

ACTUALIZACIÓN

 Lo propio del verdadero profeta no es sólo “anunciar” sino también “denunciar” los abusos. Las desigualdades sociales, la insensibilidad ante los migrantes que mueren en el mar, los niños de la calle, los que mueren de hambre, va aumentando el abismo entre ricos y pobres. Cuando la Iglesia no levanta su voz profética, se le hace el juego a los poderosos.

Triste situación: emplear todas las horas del día en hacer el mal. Ése es su trabajo. Ése es su oficio. Aquí no se trata de fallos morales. El obrar el mal es una vocación, un modo de vida, algo que conforma y estructura su persona. Todas las energías de su vida las tiene orientadas hacia la destrucción. Nos preguntamos: ¿Qué tipo de hombre es éste? ¿Qué sociedad estamos dejando con  personas que sostienen estos ideales?

 

 PREGUNTAS 

  1. A veces prefiero el mal al bien. Pero, ¿acaso el obrar el mal me ha aportado felicidad?

 

  1. ¿Qué estoy yo haciendo de positivo en la comunidad en la que estoy viviendo?

 

  1. ¿Me preocupa el estar alegre para poder aportar alegría a los demás? ¿Me preocupa vivir con ilusión para poder dar ilusión a los demás? ¿Caigo en la cuenta de que estoy llamado a ser un evangelio vivo para la gente?

 

ORACIÓN

 “Prefieres el mal al bien”

Para mí, Señor, el único bien eres Tú. Y el gran mal la ausencia de Ti. Y, a pesar de todo, muchas veces prefiero mis gustos, mis caprichos, mis egoísmos, antes que a Ti. Perdona mi obcecación y mi pecado.

De aquí en adelante Tú serás siempre mi bien, mi único bien. No quiero bienes que no tengan la raíz en Ti. Son pasajeros y engañosos. Todas las fuentes de la felicidad están en Ti.

 

“Pero yo, como olivo verde, en la casa de Dios”

Yo quiero llevar una vida llena de verdor, es decir, llena de alegría, de ilusión, de felicidad. Aunque vaya teniendo años yo quiero mantener siempre mi alma joven, quiero disfrutar de tu eterna juventud.

 

“Confío en la misericordia de Dios”

Cada día, Señor, tengo menos confianza en mí mismo. Me veo pequeño, débil, limitado. Desde esta experiencia de pequeñez me alzo a Ti. Sé que eres bueno, indulgente, acogedor. Sé que perdonas y olvidas. Traigo ante Ti el pequeño río de mi miseria para que desemboque en el gran mar de tu Misericordia.

 

“Yo te daré gracias siempre”

Yo, Señor, quiero aprender a darte gracias siempre. Hasta ahora sólo me acuerdo de darte gracias cuando las cosas me salen bien, como yo quiero, cuando se cumple mi voluntad. Ayúdame a cumplir en todo tu voluntad y a fiarme de que lo que Tú quieres es siempre lo mejor para mí.

Ayúdame también a saber darte gracias por Ti mismo, por lo grande que eres en la Naturaleza y en la Historia. Que mi acción de gracias brote de mi corazón y sea la mejor expresión de mi amor a Ti.

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