Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Heroínas de nuestro tiempo

27 de noviembre de 2019

Hoy lo tengo fácil. Hasta el título es copiado. Así se titula un artículo de Elvira Lindo en el periódico El País del pasado 24 de noviembre. ‘Heroínas a pie de calle’, sería mi titular. Pero dejo el original. Escribo sobre este tema precisamente porque es copiado de una mujer que escribe sobre mujeres. Lo que Elvira escribe, me parece que también se puede aplicar a los varones. Aunque ciertamente, en estos tiempos, centrarlo en las mujeres me parece justo y acertado. Transmito, pues, muy a gusto gran parte del artículo de Elvira Lindo.

“En los últimos tiempos es frecuente leer reportajes celebratorios de los avances de la igualdad (entre los varones y las mujeres) en los que solo aparecen mujeres poderosas, competitivas, líderes, atesoradoras de grandes fortunas. Una oda permanente a las números 1: las que ganan más dinero en los conciertos, las que tienen más seguidores en Instagram, las que dirigen bancos, las tiburonas de las empresas privadas. Y, como se trata de mujeres y de ese poder del que hemos sido excluidas (y seguimos estando), no hay pudor en presumir descaradamente de lo que se gana o de lo que se manda”.

Entiendo (por tanto, es apreciación mía) que esta realidad descrita parece intentar repartir la fuerza y el poder a partes iguales entre varón y mujer. Y, si se trata solamente de repartir poder. influencia o dinero (que sí hay que repartir) entre varones y mujeres para llegar a la igualdad, mantenemos una sociedad que cambia, pero en la que todo sigue igual. Una sociedad en la que siguen mandando los fuertes, los poderosos, los ricos. Ahora también las mujeres fuertes, poderosas y ricas. Pero el sistema socio-político sigue el mismo. Los pobres y débiles, abajo o al lado; y los ricos, varones y mujeres ahora, arriba y en el centro. En esta tendencia, lo importante es el poder, no el servicio ni la igualdad varón-mujer. Nivelar por arriba a los privilegiados y nivelar por abajo a todos los demás.

De ahí que “es inaceptable que ahora, con la coartada del feminismo, solo nos hagamos eco del clan de las ganadoras, sin atender a esas otras mujeres, las anónimas heroínas de nuestro tiempo”, escribe con toda razón Elvira.

“Hay otras mujeres, otras, que son la mayoría. Hay mujeres que desean igualdad para que las traten decentemente en sus oficios de limpiadoras, de cuidadoras, de celadoras, de camareras. Hay mujeres que no desean mandar sino realizar un trabajo y ser remuneradas con justicia. Hay mujeres que necesitan dinero para pagar el alquiler o para permitirse el lujo de ser madres. Hay mujeres necesarias para nuestro bienestar, las que cuidan a nuestros ancianos, las que lavan a los enfermos, las que limpian la calle, las que nos hacen de canguros; hay maestras que enseñan en la escuela nociones de igualdad, hay mujeres con vocación de servicio público, y hay artistas, también, que no desean estar en listas de más vendidos sino poder entregarse con desahogo a su campo creativo”.

Aplauso total y sin reservas. Estos oficios-servicios son tan dignos y necesarios como los otros. Los realicen varones o mujeres, mujeres o varones. De esta manera, se trabaja por la verdadera igualdad social y económica de todos. También por la dignidad y reconocimiento de tantos oficios-servicios ocultos y sencillos, pero tan necesarios como los que consideramos importantes, influyentes y vistosos. Muchos de estos trabajos-servicio son cubiertos precisamente por mujeres. Y, por eso, no son tan reconocidos ni social ni económicamente.

Estos trabajos sencillos, escondidos, sin luces que los resalten, sin aplausos, hacen posible que otros, varones y mujeres, puedan dedicarse a trabajos deslumbrantes o de dirección, o de distinta responsabilidad, también necesarios.

¿Podríamos pasear por nuestras calles o jardines si no hubieran pasado antes por ellos limpiadoras, basureros…? ¿Podríamos ir a unas oficinas sucias o malolientes porque nadie las ha limpiado?

En definitiva, si queremos que la sociedad avance en justicia y solidaridad, varones y mujeres, en igualdad social y económica, han de ser valorados por su dignidad y no ´por el poder que ejercen. No se trata solamente de que las mujeres tengan “la posibilidad de entrar en los círculos que históricamente han estado dominados por los hombres”. La señal de una sociedad justa no es que haya mujeres poderosas como han sido hasta ahora los varones. La señal será que todos los trabajos puedan ser realizados por varones y mujeres en igualdad de condiciones y con el mismo respeto y remuneración. Porque todos los servicios, hasta los más sencillos, son necesarios y hemos de valorarlos como tales. Los desempeñen hombres o mujeres. Y los trabajos-servicio humildes y escondidos no son, por eso, menos dignos y necesarios.

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