“De todas las emociones, hay una por encima de las demás que apunta la ausencia o presencia de estrés en las relaciones humanas: el sentimiento de gratitud”. (Hans Selye)[1]
El sentimiento de gratitud, dar las gracias, ser agradecido… Esta sí que es una actitud imprescindible para quien quiera ser simplemente humano. Nada más y nada menos que humano.
Y resulta, además, que la actitud de agradecimiento aleja el estrés de la vida de la persona que es agradecida. Así nos lo dice el médico y fisiólogo, Hans Selye, especialista en el tema del estrés. Ser agradecido es, según nuestro especialista, una emoción, un sentimiento que engendra paz y serenidad en quien goza de tal sentimiento. La gratitud verdadera, el ser agradecido de verdad, no es un postureo, ni siquiera una norma de educación. Es algo mucho más profundo. Es una actitud. Algo que nace de dentro e impregna toda nuestra actuación en la vida.
Ser agradecido nace de percibir y aceptar con sencillez que cada día recibimos muchos dones de las personas con quienes convivimos, con las que trabajamos, con las que compartimos momentos y encuentros. Nace de ver que la vida la hemos recibido gratis, que la naturaleza nos acoge y alimenta, que el sol nos ilumina, que la amistad nos ha sido dada… Nace de aceptar que la fe nos ha sido regalada, que el Padre nos ama, nos acoge, nos perdona… gratuitamente. Surge de contemplar y experimentar que hemos recibido la capacidad de amar y el don de ser amados…
La persona no agradecida piensa que todo le es debido, que todo es fruto de su esfuerzo, de su valía, de su capacidad. El corazón se le cierra y pierde la capacidad de sorpresa ante lo nuevo y lo bueno que se le ofrece sin buscarlo. No tiene la capacidad de resistencia ante las dificultades de la vida para superarlas con esperanza o para asumirlas con madurez emocional o para convertirlas en fortaleza. El no agradecido llega a convertirse en una persona triste porque ha cerrado las ventanas de su vida por donde entra todo lo que le es dado, que siempre supera a lo que uno puede hacer por sí solo. Se priva, en gran medida, de la alegría de vivir.
La persona agradecida experimenta mejor que nadie la alegría de vivir, disfruta con gozo de todo lo que recibe, sencillo o importante. El agradecido valora a la persona que le dio o que le ayudó, mucho más que lo que recibió o le fue regalado. No se queda en ‘la cosa’ recibida, sino en quien se la ofreció y regaló. Porque la gratitud aleja los sentimientos negativos, la sospecha, la queja por todo, el juicio duro sobre los demás y sobre todo lo que nos sucede o sucede a nuestro alrededor.
Ser agradecidos nos ayuda a ser generosos. Nos hace todo, menos egoístas. El agradecido nunca será una persona exigente, sino que gozará con ayudar, con compartir. Porque valora todo lo que recibe, se capacita para hacer lo mismo con los demás. El agradecido de corazón se siente más feliz y alegre, ya que su actitud favorece totalmente emociones positivas y creadoras de bondad.
La actitud de agradecimiento nace o nos lleva a descubrir que el amor está en la base de todo. Que el amor da el verdadero sentido y la auténtica profundidad a la vida. Porque todo lo grande e importante de la vida (comenzando por la vida misma) lo hemos recibido. Y esto no puede nacer sino del amor. En la existencia de la persona agradecida no existe la obligación sino la generosidad; no exige nada y recibe todo con alegría; sirve todo lo que puede y agradece cuando es favorecido.
Es hermoso encontrarse con una persona agradecida. Engendra en nosotros alegría. Su actitud nos invita, sin proclamarlo, a hacer lo mismo nosotros. Entonces, agradecer no es cuestión de cortesía, de buenos modales, es cuestión de amor, de belleza interior.
Y “un corazón que agradece se mantiene joven. Decir: ‘Gracias, Señor’ al despertarnos, durante el día, antes de irnos a descansar es el antídoto al envejecimiento del corazón”.
Decirlo también en la familia, entre los esposos, entre hermanos, entre amigos… es también antídoto al egoísmo: “acordarse de decir gracias. Gracias es la palabra más sencilla y beneficiosa” (Francisco).
[1] Citado por Gabriel Mª Otalora. La base de toda oración. Religión Digital – 06.07.2019. Artículo en el que baso mi reflexión.