‘Dios tes salve’, homilía del Arzobispo en la solemnidad del Pilar

Diócesis de Zaragoza
12 de octubre de 2019

¡Dios te salve, Reina y Madre, Nuestra Señora del Pilar!

Con fe te veneramos; con amor te honramos; con esperanza acudimos a ti; te proclamamos bienaventurada.

Queridos hermanos:

Hoy, 12 de octubre, día grande de tu fiesta, llegamos ante tu bendita imagen, Virgen del Pilar, el clero, autoridades y pueblo fiel, hermanados en torno a la eucaristía, corazón de la Iglesia, signo de unidad  y vínculo de caridad, unidos por la misma devoción a nuestra patrona de Zaragoza, de Aragón y madre de la Hispanidad, en un ‘pentecostés mariano’. Fiesta preparada por la solemne y tradicional novena, organizada por el Cabildo Metropolitano.

Tu imagen morena sobre la sagrada columna, signo de tu presencia, con tu mano grande, tu rostro atento a nuestras plegarias y el Niño Jesús con el símbolo del Espíritu entre las manos, nos da fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor (cfr. Oración colecta).

A la luz de la Palabra de Dios proclamada en esta eucaristía, santa María del Pilar es el amparo de nuestra fe, el arca de la Nueva Alianza (1ª lectura); maestra de los apóstoles reunidos en oración en la sala del cenáculo en la espera del Espíritu Santo el día de Pentecostés (2ª lectura); mujer proclamada por su Hijo bienaventurada, porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió (Evangelio).

Santa María del Pilar, fuerza para la renovación de nuestra fe

La Virgen del Pilar es fuerza para la renovación de nuestra fe. Lejos de estar dormida, como canta la jota, vela de día y de noche. Se mantiene despierta junto a las orillas del río Ebro. Nos sigue refrescando en sus aguas, a veces tranquilas y otras tempestuosas, y nos recuerda que el  Evangelio es fuente de agua viva para aquellos que lo reciben con alegría y que luego son capaces de anunciarlo y vivirlo con coherencia y valentía. La Virgen del Pilar no está dormida ni callada, nos habla en lenguaje claro  y clave moderna constituyendo un elemento importante de cohesión y de identidad en España y en el mundo católico. “El Pilar de Zaragoza ha sido siempre considerado como símbolo de la firmeza de fe de los españoles. No olvidemos que la fe sin obras está muerta (cfr. Sant 2, 26). Aspiremos a ‘la fe que actúa por la caridad’ (Gál 5, 6). Que la fe de los españoles, a imagen de la fe de María, sea fecunda y operante. Que se haga solicitud hacia todos, especialmente hacia los más necesitados, marginados, minusválidos, enfermos y los que sufren en el cuerpo y en el alma” (Juan Pablo II, Alocución en el acto mariano en Zaragoza, 6 de noviembre de 2982).

La fe es fuerza que evangeliza. Necesitamos una fe apoyada en Dios y en el ‘conocimiento interno’ del Señor, nuestro ‘principio y fundamento’.

  • Una fe encarnada en la vida, que narre nuestra propia experiencia: “lo que hemos visto y oído eso os lo anunciamos” (1 Jn 1, 3).
  • Una fe con dimensión social y servicial, que no permite pasar frívolamente ante el dolor y el sufrimiento: la fe es empatía que lleva a “acoger, acompañar, e integrar”, a comprometerse con las causas justas de la humanidad, a cuidar a las personas y a luchar frente a lo que atenta contra la dignidad humana, para caminar humildemente hacia la verdad y la justicia en el amor.
  • Una fe comunitaria y eclesial: urgente llamada a inaugurar “una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría” (EG 1); a constituirnos en una “Iglesia en salida misionera” (EG 20 y 97), “con las puertas abiertas” (EG 46).
  • Una fe unida a la misericordia, “para que la Iglesia sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren un motivo para seguir esperando” (Plegaria eucarística Vb).
  • Una fe que nos convierta en “una Iglesia Diocesana con corazón: una buena noticia para los pobres”: este es el lema de la Programación Pastoral Diocesana para este curso 2019-2020. Si el Evangelio que anunciamos no se traduce en buena noticia para los pobres, pierde autenticidad y credibilidad; el servicio privilegiado a los pobres está en el corazón del Evangelio. Para ello necesitamos una espiritualidad que anime el trabajo en el campo social y de la caridad: una espiritualidad de la ternura y de la gracia; una espiritualidad transformadora, pascual y eucarística.

Súplica final

En este día memorable os invito a volver la mirada y el corazón a la Imagen de la Virgen del Pilar en su Santa Capilla. No dejemos que ‘los pilares nos impidan ver el Pilar’, porque sin Pilar no hay pilares. La mejor ofrenda de flores a la Virgen es la ofrenda de los frutos de esas flores: el amor, la alegría, la paz, la justicia y la solidaridad, especialmente con los pobres.

Hoy, Madre del Pilar, en el día grande de tu fiesta, venimos ante tu imagen bendita, con las flores de un deseo y en tu corazón dejamos los afanes de quienes, desde la vida pública, procuran honradamente el bienestar de todas las personas; los proyectos de nuestro Ayuntamiento de Zaragoza para el bien común de todos los ciudadanos; las tareas de quienes, al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano, prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia.

Te pedimos especialmente por nuestras comunidades cristianas para que tengan corazón y sean acogedoras de las familias de inmigrantes y refugiados, ofreciendo ‘posadas’ y viviendas; por los ancianos que viven en  soledad y, en ocasiones, mueren solos en sus casas.

Te encomendamos la fidelidad constante de los sacerdotes, que sin hacer ruido están empeñados en el día a día de sus comunidades; la vocación de nuestros seminaristas, que se preparan en el Seminario de San Valero y San Braulio para ser los pastores del mañana; la gozosa entrega de las monjas en los claustros; el servicio apostólico de las personas de la vida consagrada; las necesidades de nuestras familias; el dolor de nuestros enfermos; el sereno atardecer de nuestros mayores; el compromiso de los seglares ante el próximo Congreso Nacional de Laicos, Pueblo de Dios en salida. Te encomendamos de modo especial el fruto del Mes Misionero Extraordinario, convocado por el papa Francisco, articulado en torno a cuatro ejes: encuentro con Cristo; testimonio; formación y caridad misioner.

Con el pan y el vino de la eucaristía, convertidos en el cuerpo y en la sangre del Señor, recorreremos el camino de renovación de nuestra Iglesia diocesana. ¡Nuestra Señora del Pilar, ven con nosotros al caminar!

Que tu santo Pilar siga siendo raíz y fortaleza de la fe católica en España. Santa María del Pilar, Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén.

 

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