Me pide hablarle de tú. Josito Segovia es un sacerdote, converso tardío, que se encontró con Dios en los delincuentes y desamparados. En jóvenes sin futuro ni posibilidades. Abogado, criminólogo, con vocación de policía duro, él solo pensaba en «encerrar a los malos». Cuando Dios entró en su vida, cambió su manera de actuar. Entendió que tenía que conocerlos, trabar amistad y conseguir que tuvieran una vida en abundancia, que conocieran a Cristo. El pasado 28 de septiembre, el sacerdote y vicario para el Desarrollo Integral y la Innovación de la Archidiócesis de Madrid, participó en el Encuentro Diocesano de Pastoral de la archidiócesis de Zaragoza. Allí habló de la caridad cristiana, de su bidireccionalidad y de la necesidad de salir al encuentro del cariño de los pobres. Esta es la entrevista que le hemos realzado desde Iglesia en Aragón.
¿Cuándo empezaste a dedicarte a los descartados de la sociedad? Yo iba para inspector de policía. Era además de la línea dura, quería ser policía duro, tenía una conciencia policial de represor, no de servidor. Tuve una experiencia muy grande de Dios que me hizo descolocarme y me fui al seminario. Dios me tranformó y me di cuenta que lo que hacía falta no era encerrarlos sino que tuvieran vida y vida abundante. Una vez en el seminario, pude seguir ejerciendo como abogado con el permiso del cardenal Tarancón, quien me animó a seguir adelante, pero siempre en favor de los pobres. Me movía con una vespino con la Biblia y el código penal, una forma de enganche con la gente, mi herramienta de encuentro con la gente que estaba tiradilla, en la situación mas perentoria. A través de ahí empezaba un encuentro personal, he tenido hasta a chavales viviendo en casa. La experiencia de Dios transforma tu vida.
Has hablado antes de la bidireccionalidad de la caridad cristiana. Entiendo que es importante dar, pero también recibir la caridad del pobre…. Nos falta encuentro, amistad. Cuando estás viviendo con los chavales, estas compartiendo, eso es un ‘toma y daca’, y te regalan más de lo que das. Ese encuentro personal es donde está el evangelio, como Jesús, que se deja tocar por la hemorroísa. Jesús se pone a tiro del cariño del pobre y la Iglesia, nosotros, es lo que tenemos que hacer. No quererles, que eso ya lo hacemos y rezamos por ellos, sino ponernos a tiro, eso nos compromete mucho mas.
Al hablar del pobre, yo pienso en el que pide a la salida de la Iglesia o en el que está tirado en las esquinas de la ciudad. Yo me refiero al sentido amplio de la palabra, a cualquier persona en situación de vulnerabilidad. En España por ejemplo tenemos un problema con la vivienda terrible, sobre todo en las grandes ciudades, es el problema numero uno. Todas las semanas decenas de personas son desahuciadas, hay ancianos a los que no les llega la pensión, que están mal nutridos y mal atendidos, la soledad. Me refiero a todas esa formas de pobreza, no solo a la mendicidad.
En definitiva, hay que generar relaciones de amistad. Me gusta cuando veo el lenguaje que utiliza, por ejemplo, la Comunidad de Sant’Egidio, que habla de ‘amistad’ o Comunión y liberación, que también habla de amistad… Es un término que tambien ha empleado el Papa. En mi tesis yo también hablé de la clave de la ‘complicidad’ con el pobre. Puede parece que no podemos intimar con ellos porque tenemos diferente bagage, procedencia, contexto, pero siempre podemos ser ‘cómplices’ de su causa.
¿Cuales son los grandes desafíos que tiene la Iglesia? Romper la opacidad de Dios en una cultura secularizada, y por otra parte, responder al sufrimiento evitable de los pobres. Dios y los pobres, en dos palabras.