Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Septiembre por la vida

4 de septiembre de 2019

“Solo nuestra necedad nos ha convertido en inquilinos estúpidos que destruyen su propia casa, cedida gratuitamente”. (Jairo del Agua). Solo nuestro necio egoísmo no deja a nuestros hermanos emigrantes poder vivir dignamente en esa casa común.

Septiembre se mueve entre dos fechas, dos recuerdos que nos interpelan y nos provocan a cambios radicales.

El día 1 hemos sido invitados a ser conscientes, desde la oración, de nuestra responsabilidad en el cuidado y mimo de la casa común. Con estas palabras, lo recordó Francisco en el Ángelus del domingo pasado: “Hoy, 1 de septiembre, se celebra la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. Una oración ecuménica que anima a la toma de conciencia y al compromiso de proteger nuestra casa común, partiendo de un estilo de vida personal y familiar más sostenible… Es tiempo propicio para la alabanza de Dios por todas sus criaturas y para la asunción de responsabilidades ante el grito de la tierra”.

El último domingo seremos convocados, más allá de las palabras, a mirar a los hermanos y hermanas emigrantes en la Jornada Mundial por el Migrante y del Refugiado. Bajo el lema “No se trata sólo de migrantes”, nos ofrece una nueva oportunidad para ir asumiendo en la práctica la dinámica, tantas veces proclamada por el Papa Francisco, de ‘Acoger, Proteger, Promover e Integrar‘ a los hermanos refugiados y emigrantes.

Justamente estos dos temas, convertidos en triste y trágica noticia, han sido los que han llenado nuestro verano. Todo lo vivido en el Mediterráneo por hermanos inmigrantes: muertes, naufragios, rescates, olvido, vergüenza de políticos, de Europa, mafias… «Al menos 1.151 inmigrantes murieron en el Mediterráneo central desde que Italia cerrara hace un año sus puertos a las ONG que rescataban personas».[1]

Los incendios en España (especialmente en Canarias), en tantas naciones y, de modo especialmente grave, en la Amazonía, uno de los pulmones de nuestra tierra, nuestra casa común. Y, según la ONU, los más extensos y olvidados incendios están en África.

Temas -los dos- del verano; más el espectáculo diario de nuestros políticos mareando la perdiz y a todos los españoles. ¿Buscan lo que de verdad interesa al país o lo que le interesa a cada uno de ellos y a sus partidarios?

Dejando de lado esta tercera noticia de nuestros políticos, nos detenemos en los emigrantes y los incendios -expresión de nuestro mal trato a la creación-. Estos tienen tantas perspectivas, razones, amplitud y gravedad, repercusiones, exigencias éticas, etc… que nos desbordan. Pero no nos libran, como personas concretas y como comunidad en la que vivimos, de tomar conciencia de la realidad y de enfrentarla con ánimo constructivo y, especialmente, cristiano.

Debemos descartar de entrada dos posiciones falsas: echar la culpa a los demás (incluidas las víctimas) y no sentirnos implicados en una respuesta positiva. Esto nos lleva a ‘puertas cerradas y corazones secos’ (X. Pikaza)

Por el contrario, hemos de partir de un convencimiento, de un planteamiento distintos que harán que nuestro modo de percibir estas situaciones sea diferente. Y nos ayudarán a que cambie poco a poco, pero sin pausa, nuestro modo diario de vivir.

Este es el convencimiento fundante de la respuesta a esta doble realidad: “somos criaturas a imagen de Dios (cf. Gn 1,27), llamadas a vivir como hermanos y hermanas en la misma casa común. Por eso, es la hora de redescubrir nuestra vocación como hijos de Dios, hermanos entre nosotros, custodios de la creación”. (Francisco en su mensaje del que seguiremos escribiendo)

Los emigrantes son hermanos nuestros, no un problema. Son hijos del mismo Dios que nosotros. Son emigrantes porque son víctimas de la violencia de la pobreza, de la violencia armada, de la violencia de la falta de oportunidades, de la violencia de la falta de trabajo digno y justamente retribuido, de la violencia de quienes se aprovechan de ellos, de la violencia del olvido.

“La creación como un precioso regalo para custodiar. Egoísmos e intereses han hecho de la creación —lugar de encuentro e intercambio—, un teatro de rivalidad y enfrentamientos. Hemos creado una emergencia climática que amenaza seriamente la naturaleza y la vida, incluida la nuestra”. (Francisco)

¡Aprovechemos estas oportunidades para responder al grito de los pobres y de la tierra! (Francisco). Esa es la finalidad de toda celebración de jornadas y días dedicados a recordarnos realidades que impiden que vivamos como hermanos en la casa común que, prestada, nos acoge. Casa común ‘prestada’ porque, otros hermanos que vendrán, tienen derecho a recibirla dignamente habitable.

No solo ‘septiembre por la vida’, sino toda la vida por la vida. Toda nuestra vida comprometidos con la vida de los hermanos empobrecidos y con la vida de la creación cuidada, respetada y amada

 

 

[1] José Luis Pinilla Martín SJ. Religión Digital. 2 septiembre 2019

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