Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

La cultura del desperdicio

31 de julio de 2019

Hay frases que te dejan como tocado, que te remueven por dentro, que te queman. Por su fuerza. Porque intuyes en tu interior que dicen verdad, que son verdad.

“Un sabio afirmó en cierta ocasión que el pecado es todo aquello que no es necesario. Si es así, entonces toda nuestra civilización está basada, de principio a fin, en el pecado, en lo no necesario”.

Afirmación del cineasta ruso Andrei Tarkovsky. Que “se lamentaba de que el progreso técnico, en el que tenemos depositadas tantas esperanzas, haya servido tan solo para proporcionar un poco de comodidad a unos pocos, haciendo pagar a muchos un elevado precio… Mientras unos derrochan, sin conciencia social alguna, otros viven el tormento de la escasez. La sed (y el hambre) de nuestros hermanos constituye un desafío a convertirnos a lo esencial, en dirección contraria a la de la cultura del desperdicio y la desigualdad social”. (Afirmación recogida por el predicador de los Ejercicios Espirituales al Papa Francisco y a la Curia Romana, febrero 2018)[1]

Se trata de una realidad: el progreso técnico (cuya búsqueda está inscrita en nuestro ser humano) no favorece a todos de la misma manera. Ni siquiera a la creación. Cuando el progreso es puramente técnico y no tiene en cuenta la solidaridad, la ética y la creación, la naturaleza… se convierte en enemigo de quien lo ha fomentado porque pierde valores humanos y crea víctimas en quienes son explotados o descartados por ese mismo progreso sin corazón.

Recordar esta realidad no es moralismo barato, ni búsqueda de culpables, ni amargarnos la existencia. Es la realidad cruda y dura. Poner la esperanza del ser humano en la pura técnica, nos hace caminar hacia el dominio de lo no verdaderamente humano. Proporciona comodidad ni a todos, ni a la mayoría. Aumenta la desigualdad entre los seres humanos. Explota a la naturaleza. Abusa de los pueblos no poderosos y de sus riquezas naturales.

El progreso sin solidaridad, sin ética, sin respeto a la naturaleza y buscando solo el enriquecimiento o la pura comodidad reservada a una parte de la humanidad, inventa lo innecesario y olvida lo necesario que no llega a todos. Por eso, pienso que la frase que cito al principio, esconde una molesta verdad. Pecado es vivir incluyendo en nuestra vida lo no necesario, mientras otros carecen incluso de lo imprescindible para vivir. Y les llega la muerte en forma de hambre. Pero lo que proclama esta frase nos puede ayudar a sanarnos. Como inyección que cura. Y nos pone en camino de mimar con minucioso y diario cuidado a nuestra maltratada y esquilmada naturaleza.

En esta dinámica de la cultura del desperdicio se llega a la sangrante y mortífera inclusión de la persona humana en la categoría de desperdicio, de sobrante, de estorbo. Ya hemos llegado. Es el elevado precio que pagan precisamente los que no se benefician del progreso cuando éste es pura técnica sin alma solidaria, creación de riqueza a costa de la pobreza mantenida para muchos, los excluidos de la mesa común que hemos recibido para que todos nos podamos sentar. Hay sitio para todos, cuando la ética, el amor, la solidaridad y la ternura miman esa mesa común, en la que no hay desperdicios.

“¿Qué hemos hecho con el mensaje de Cristo? ¿Cómo puede la multitud de los pobres, de los excluidos, de los marginados, de los sin casa, de los sin tierra, de los sin nada… creer que el Creador es Padre que los ama, si nosotros, que nos llamamos ‘cristianos’, que tenemos más que ellos, seguimos dejando su plato vacío? No seamos solo creyentes; ¡seamos creíbles!” (Frase del obispo Helder Cámara que cita el predicador de los ejercicios al Papa).

No dejar el plato vacío no es una llamada directa a la limosna (necesaria por desgracia en muchas ocasiones), sino una reclamación, un grito de que el plato de la dignidad llegue a todos los que hemos recibido el don de la vida.

 

[1] Texto tomado de JOSÉ TOLENTINO MENDONÇA. Elogio de la sed. Sal Terrae 2019, p.  135. Ejercicios predicados al Papa Francisco y a la Curia Romana, febrero 2018

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