El hombre que no era hombre

Raúl Romero López
26 de agosto de 2019

SALMO 36

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2 El malvado escucha en su interior un oráculo del pecado:

«No tengo miedo a Dios ni en su presencia».

3 Porque se hace la ilusión de que su culpa no será descubierta ni aborrecida.

4 Las palabras de su boca son maldad y traición,

renuncia a ser sensato y a obrar bien;

5 acostado medita el crimen, se obstina en el mal camino, no rechaza la maldad.

6 Señor, tu misericordia llega al cielo, tu fidelidad hasta las nubes,

7 tu justicia hasta las altas cordilleras,

tus sentencias son como el océano inmenso.

8 Tú socorres a hombres y animales,

¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!

Los humanos se acogen a la sombra de tus alas,

9 se nutren de lo sabroso de tu casa,

les das a beber del torrente de tus delicias:

10 porque en ti está la fuente viva y tu luz nos hace ver la luz.

11 Prolonga tu misericordia con los que te reconocen,

tu justicia, con los rectos de corazón;

12 que no me pisotee el pie del soberbio,

que no me eche fuera la mano del malvado.

13 Han fracasado los malhechores, derribados, no se pueden levantar

 

INTRODUCCIÓN

Tenemos a la vista un salmo que plantea un problema hondo a la fe.  Cómo conjugar la maldad del hombre con la bondad de Dios. El salmo dibuja con tonos diferentes aquel mosaico de corrupción y de inocencia; de odio y de amor; de blasfemia y de plegaria que está en la humanidad. Pero diríamos que, al abismo de malicia por parte del hombre, se opone un abismo de bondad por parte de Dios. Una visión trágica es desbordada por una visión gloriosa. De hecho, a la descripción del mal le concede sólo cinco versículos. El v.6 del salmo irrumpe con tanta intensidad que algunos pudieron pensar que aquí comenzaba un nuevo salmo. Lo que ocurre es que el salmista fascinado por la bondad de Dios que todo lo llena, deja sepultada en el olvido toda la maldad del hombre.  El esplendor de la bondad de Dios destaca más sobre la oscuridad de la malicia humana. Es un salmo que, siendo muy realista, está impregnado de alegría porque “donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (Rom 5,20).

 

MEDITACIÓN-REFLEXIÓN

 Perfil del hombre sin Dios.

  • No razona. La razón es aquello que nos distingue como seres humanos. El hombre malo pierde la cordura, el sentido común. “Renuncia a ser sensato” (v. 4) y con esta renuncia se pone al nivel de los seres irracionales. El resultado es éste: he aquí  “un hombre que no es hombre”. Tiene un mal consejero: el pecado. El salmo comienza con un oráculo; pero no de un profeta o de un ilustre doctor, sino del pecado. Se trata de un pecado personificado. Se trata de un oráculo diabólico, como en el caso de la serpiente  ¿Con que Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol  del paraíso?  Se os abrirán los ojos y seréis como Dios” (Gn 3,1.4). Los malvados escuchan con gozo esos oráculos que les hablan de desobediencia a Dios y desprecio de sus leyes. Se sienten felices con su independencia.

Acostado medita el crimen”… La noche que debería ser momento de reflexión y silencio para retornar al buen camino es también para los malvados lugar propicio para cometer nuevos atropellos. “De noche planean el crimen” (Miq 2,1). Un poema ugarítico nos dirá: “El mal es como un compañero de cama”.

 

  • Dice arrogantemente: ¡No le tengo miedo a Dios! Les ciega el orgullo y, sumergidos en la maldad, lejos de rechazarla, viven en ella como en su propia casa. El pecador carece de la más mínima sensibilidad religiosa. “No tiene temor de Dios” (v. 2) Una cosa es el temor de Dios, el santo temor de Dios y otra, muy distinta la arrogancia, el despecho, la soberbia contra Dios.  “Dice el insensato en su corazón: no hay Dios” (Salmo 14,1). Lo dice en el corazón porque no se atreve a firmarlo con su cabeza. Uno puede taparse los ojos y decir: “no hay sol”. Pero no por eso el sol dejará de alumbrarle. El único que no tiene miedo a Dios es aquel que lo ha descubierto como Padre. Su único miedo es dejar de ser un buen hijo.

 

  • Hay una pérdida del sentido moral. El ateísmo expresado como “rechazo del temor de Dios” (Prov 1,7) llega a negar la moral y el orden social. El término clásico para hablar de pecado es awon y significa ir errante, ir curvado, perder la pista. “El hábito al pecado conduce al rechazo de la ley y, en seguida, al olvido de la conciencia y a la pérdida del sentido moral. Ya no se respeta a Dios ni al prójimo. Su único pensamiento, consejo, impulso es hacer el mal. La perversidad hace cuerpo con él y ya no hace nada que no sea pervertido. Normas del bien y del mal son falseadas en sus juicios, no tienen reflejo de orientación moral” (Jacquet). Frente al noble deseo de la naturaleza que le impulsa a hacer el bien, disfruta haciendo el mal. “el mal es dulce en su boca” (Job 20,12),

 

Perfil de Dios.

En el versículo 6 hay un cambio total de ritmo. Al malvado no se opone, sin más, el justo, sino Dios mismo como protagonista. El bien debe  subsistir y ser permanente. Y este bien en Dios rebasa toda medida. Esta inmensa  grandeza sentida y no abarcada de Dios la proyecta el poeta a dimensiones espaciales que funcionan como símbolos:

 

  • Trascendente, como el cielo, es el amor.
  • Eminente, como las nubes, la verdad.
  • Imponente, como la alta montaña, su gobierno.
  • Insondable, como los mares, sus juicios y decisiones.

 

Y todas estas perfecciones tan grandes, Dios las pone al servicio de sus criaturas, no sólo humanas sino también las irracionales.  «Hombres y animales» (v.8)…. El amor de Dios es tan grande que se extiende a todas las criaturas.  «Tú amas a todos los seres» (Sab 11,24). ¿Por qué dice esto? Se adelanta al evangelio donde Jesús, para hablar de la providencia de Dios sobre nosotros, alude a las criaturas más insignificantes: Si alimenta a las aves del cielo y viste con tanta hermosura a los lirios del campo ¿qué no hará con  vosotros que sois sus hijos? (Mt. 6,26-27).

 

         La admiración-Adoración

          Ante un Dios tan grande y tan bueno, la única postura por parte del hombre es la de sentirse pequeño, hincar las rodillas y adorarle. (v. 8). La admiración, el pasmo, el asombro, es la auténtica actitud ante Dios. Así lo hizo Abrahán,  Moisés, Job, María, la madre de Jesús. Es clave para conocer si nuestra piedad es profunda o superficial.

 

         Cuatro imágenes impactantes de Dios: “La sombra de sus alas, lo sabroso de su casa, el torrente de sus delicias, la luz de su mirada”.

 

Las alas de Dios

Son signo de cobijo, cercanía, ternura, presencia maternal. Durante el largo peregrinar por el desierto, Dios ofrecía a su pueblo protección y  seguridad. “Los tomó y los llevó sobre sus plumas”. (Dt. 32,11). Y una vez instalado en la tierra, el Templo era considerado como unas grandes alas que cobijaban al pueblo. Esta cercanía de Dios se hizo presente especialmente en la persona de Jesús. El que tocaba a Jesús tocaba al mismo Dios. Jesús ha querido reunir a su pueblo como “la gallina que cobija a sus polluelos bajo sus alas”. (Mt. 23,37).  «Durante los años que pasó el Hijo de Dios en la tierra, la misericordia se acumuló de tal manera que todos los hombres se encuentran bajo las alas de Dios» (S. Cirilo de Jerusalén).

 

«Lo sabroso de tu casa»

La grasa era muy apreciada por los orientales. Era símbolo de plenitud (Jer 31,14), Dios se queja de que su pueblo «no le ha complacido con la grasa de animales sacrificados» (Is 43,24). Lo cual significa que a Dios siempre hay que ofrecerle lo mejor. A veces Dios nos invita a escuchar; otras veces a rezar; aquí nos invita a “gustar” pero no a gustar los dones de Dios sino a Dios mismo. “Gustad y ved qué bueno es el Señor”. (Sal. 34,8). Es don del E. Santo. Sabiduría viene de sabor. Es el gusto por las cosas de Dios.

San Francisco estaba tan lleno de este gusto de la sabiduría, que cuando pronunciaba el nombre de Dios o de Jesús, sentía en su boca y en sus labios un sabor mil veces más dulce que la miel. El fruto del Espíritu Santo que corresponde al don de sabiduría, es el de la fe; porque gustando el alma las cosas divinas, las cree con mayor firmeza, y teniendo de ellas un conocimiento como experimental, llega a verlas con una especie de evidencia.

        

Les das a beber del torrente de tus delicias.

Puede aludir al río que baja de Jerusalén y que, por donde pasa, va convirtiendo el desierto en jardín hasta sanear las aguas del Mar Muerto (Ez 47).  Al principio podía pasar el río hasta que vino un torrente y no lo pudo atravesar. Es el torrente de las aguas de Dios. Son aguas fecundas, que convierten el desierto en vergel. Y llegan a sanear el Mar Muerto. Aguas medicinales, que fecundan plantas curativas. Son aguas de Dios y se dan sin medida.

 

«Y tu luz nos hace ver la luz»

¡Imagen sugestiva! Como si Dios nos quitara las cataratas de nuestros ojos  y pudiéramos  ver con claridad a Dios y a los hermanos. Así le pasó a San Pablo. Estrenó los ojos nuevos del amor.

 

No te canses de ser bueno.

En un alarde de confianza, el salmista pide a Dios que no se canse de ser tan bueno, tan misericordioso. “Prolonga tu misericordia” (v. 11).  El salmista se cree que Dios es como el hombre que se cansa, que se olvida, que no cumple sus promesas. Pero Dios es fiel y no puede negarse a sí mismo. Por eso nos podemos fiar plenamente de Él.

 

TRASPOSICiÓN CRISTIANA.

 

“Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados. Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.» (Jn. 9,39-41)

 

“Dios no habita en la tierra, sino en el corazón del hombre. ¿Buscas a Dios? Él habita en los corazones puros. La mujer que había perdido una dracma no la encuentra fuera, sino en su casa. Ella ha encendido su lámpara. Ella ha barrido el polvo y las manchas que su negligencia y su flojera le habían dejado amontonar hasta el día que encontró su dracma. Enciende tu lámpara. Ilumínate del Espíritu Santo y mira en su luz la luz. Tu descubrirás la dracma dentro de ti” (Orígenes).

 

“Señor, cuando siento acercarse el aleteo del pecado que quiere matarme como asesino gavillan, vuelo a refugiarme como tímida paloma en la roca salvadora de tu misericordia” (San Bernanrdo).

 

ACTUALIZACIÓN

Vivimos en una sociedad en la que ya nos estamos  acostumbrando a “vivir sin Dios”.  Así lo confesaba el profesor Tierno Galván: “Ser agnóstico es no tener necesidad de Dios”. Por supuesto que nos han hecho mucho daño  las caricaturas que hemos hecho de Dios. Pero prescindir del Dios de Jesús, de ese Padre bueno que sólo busca hacernos felices, es el más grave error de nuestro siglo. Porque, según Jesús, Dios es el que me hace gozar de todo lo bueno y positivo de esta vida “potenciándolo” Y es también el que lucha conmigo, desde dentro, contra todo el mal que me amenaza y no me deja ser persona.

Antonio Machado, aprovechando unas bellas imágenes de Teresa de Jesús, nos dejó un bello poema:

 

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.

 

PREGUNTAS.

 

  1. Hago un esfuerzo por describir lo que sería mi vida sin Dios.

 

  1. ¿Está mi grupo cristiano anclado en sí mismo? ¿Bebe de su propia fuente? ¿Brilla con su propia luz? ¿Crece bajo su propia sombra? Cuando la luz de Dios no entra de lleno en mi grupo o comunidad, ¿Cuáles son las consecuencias?

 

  1. Como persona de Iglesia… ¿soy maestro o testigo? ¿Enseño doctrina o contagio vida?

 

ORACIÓN

 

“El malvado renuncia a ser sensato y obrar el bien”

Señor, todas tus ofertas son ofertas de sensatez. Tú nunca ofreces nada que anule nuestro ser racional. Tú nos has hecho a su imagen y semejanza. En la medida en que nos acercamos a Ti nos hacemos cuerdos, lúcidos, sensatos. Y en la medida que nos alejamos de Ti nos convertimos en animales brutos, irracionales… Haz que nunca renunciemos a nuestra dignidad de ser personas. Haz que sintamos orgullo de haber sido creados seres inteligentes. Y, sobre todo, danos tu gracia para que nuestra razón humana nos ayude a obrar siempre el bien.

 

“Los humanos se nutren de lo sabroso de tu casa”

Danos, Señor, la gracia de la experiencia religiosa. Queremos ver, oír, sentir, gustar y palpar tu presencia, aunque desde la fe. Como los discípulos sorprendidos por el acontecimiento pascual también nosotros queremos exclamar: ¡Hemos visto al Señor!… Queremos saber las cosas que Tú nos dices pero, sobre todo, queremos saborear las cosas tan buenas que Tú nos das.

 

“En Ti está la fuente viva”

Todo lo que hay en mí es agua sucia, estancada, muerta, incapaz de fecundar ni de dar vida. Que yo te encuentre a Ti como fuente de agua viva; que sepa zambullirme en esa corriente de vida. Que sepa descubrir, desde Ti, lo bello, lo grande, lo hermoso de la vida. Yo, Señor, quiero vivir y vivir en plenitud. Por eso necesito hundirme en Ti como hunde el árbol sus raíces junto a la acequia. Como la Samaritana, yo también estoy sediento y te pido de beber. No agua estancada de pozo, sino agua viva de manantial que salta hasta la Vida eterna. ¡Dame siempre de esa agua!….

 

Tu luz nos hace ver la luz”

Señor, yo quiero ver con tu luz. Quiero que me prestes tus mismos ojos para ver la vida, la historia, los acontecimientos como Tú los ves. Dame esa mirada limpia y transparente para ver a mis hermanos con los ojos recién estrenados del amor.

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