En la pasada campaña electoral -tan larga, pero ya acabada- hubo un partido que hizo una propuesta realmente llamativa (Como ya no estamos en campaña, opino sobre esa propuesta). Proponía, más o menos, que los españoles honrados tuvieran acceso a las armas para su posible necesidad de defensa ante tanta violencia en la vida ordinaria, en las calles…
En esa sección de “Cartas al Director” que tienen muchos periódicos diarios y revistas -y que a mi me gusta mirar porque son de gente ‘a pie de calle’- encontré esta joya que, además de escribirme casi el artículo, me parece bueno y oportuno transcribir entera. Dice así:
“Hace unos días leí la propuesta política en la que se planteaba la posibilidad de que los ‘españoles honrados’ pudieran disponer de un arma de autodefensa. No sé si la noticia es exacta, simplemente me he planteado al leer la noticia cuál es la definición de ‘español honrado’ y he pensado si yo podría encajar en esa clasificación.
La primera parte la tengo clara: he nacido en España, mi familia es española y trabajo y vivo en España, así que sí: soy española. Podrían darse múltiples combinaciones de vida, nacimiento y familia y ahí la cosa se podría complicar, pero en mi caso está claro: soy española.
Me entran más dudas en relación con mi honradez. No tengo antecedentes penales, tengo la suerte de tener trabajo; intento cuidar a mi familia; procuro no hacer daño a los demás, aunque no siempre lo consigo; evito mentir, aunque a veces lo hago ya sea en defensa propia de algo o alguien que creo que lo merece…
Y la verdad es que no sé si en una situación límite, para lo que seguro no estoy preparada, sabría reaccionar con la honradez necesaria.
Así que, si en algún momento hay que hacer una lista de ‘españoles honrados’, conmigo que no cuenten, porque no sé si cumplo los requisitos para estar en ella ni si querría figurar” (Arancha Ruíz. XL Semanal. N° 1642. 14-20 abril 2019).
Esta honrada, sí honrada, ciudadana no quiere estar en la lista de honrados con licencia para llevar en el bolsillo un arma de cualquier tipo. Y, como ella, me figuro que muchos, muchos, muchos… Claro, la honradez no se defiende con armas, con ninguna clase de respuesta violenta. Se perdería la honradez. La sociedad, con esos permisos, se expone a cualquier desastre, como de vez en cuando nos sorprenden noticias en naciones con fácil acceso a las armas.
Comento esta carta no porque crea que en España corramos el peligro de que leyes semejantes se puedan discutir, votar y aprobar. Pero cualquier recordatorio de que la violencia engendra violencia me parece siempre oportuno. Porque, desgraciadamente, la violencia habita o pueda habitar en nuestra casa, en nuestra calle, en nuestro barrio, pueblo o ciudad.
Además, me gusta esta carta por su ironía, por una parte; por su sinceridad al retratarse la autora a sí misma; porque nos recuerda que ser honrado no es ser perfecto; porque no ‘se canoniza’ a sí misma y reconoce que no sabe cómo reaccionaría “en una situación límite”. Seguro que no reaccionaría con violencia. Como tampoco lo hacen tantas personas honradas que caminan a nuestro lado.
Y hago mía su afirmación final: “Así que, si en algún momento hay que hacer una lista de ‘españoles honrados’, conmigo que no cuenten, porque no sé si cumplo los requisitos para estar en ella ni si querría figurar”. Y te invito a hacerla a ti que te has detenido a leerme. Reflexionar sobre esta frase y acogerla en su profunda e irónica verdad, puede ser una manera de reafirmarnos en la honradez que enriquece tantas y tantas vidas sin necesidad de listas, ni reconocimientos.
Además, los cristianos estamos llamados a una honradez más alta desde nuestra debilidad y fragilidad sin que nadie tenga que agradecérnoslo ni busquemos nosotros algún agradecimiento o alabanza. Si nos dicen que somos honrados quienes nos conocen… pues ¡bendito sea Dios! Y a no desfallecer en el intento constante.