En los últimos tiempos oigo hablar mucho del “envejecimiento activo”. Parece que estar activos tanto física como mentalmente es la mejor medicina para alargar la vida. En ello están las instituciones que lo facilitan con gran creatividad.
Recuerdo que cuando era joven llamábamos irónicamente a la fachada de Hacienda “el frente de juventudes” porque allí se concentraban los ancianos para tomar el sol, especialmente, claro, en invierno. Llamaba la atención verlos apoyados en sus bastones y con caras de aburrimiento. Creo que ni siquiera conversaban entre sí.
Hoy no están en la fachada de Hacienda quizá porque tienen bancos muy cerca para sentarse.
Supongo que también entonces habría ancianos activos que debían rebelarse contra la inactividad, porque la inactividad es aburrida, no tiene sentido y no produce ni económica ni socialmente. No tiene fin en sí misma, su único fin es dejar pasar las horas, y los días, y los meses, y…. Es verdad que lo más cómodo es dejarse ir, abandonarse y quizá, despertar la compasión, ya que parece que a algunos les gusta. Hay ocasiones que parece que se hacen competiciones a ver quien sufre o tiene más problemas. Acabo de ver personas bastante jóvenes todavía, que no han sabido vencer la dificultad que la vida les ha presentado. Lástima, porque su vida podía ser todavía productiva, aunque no en sentido económico, sí en sentido social. También en el familiar, ya que las personas de su entorno sufren viendo la apatía de la persona querida.
Por tanto, envejecer activamente es un bien personal y social.
Personal porque uno se siente bien teniendo la mente y el cuerpo ocupados. Porque podemos olvidarnos de los lógicos achaques de la edad. Porque facilitamos la vida de nuestras familias al no agobiarlos con nuestros problemas y enfermedades. Y es un bien social porque se puede dedicar al voluntariado. Hay cantidad de organizaciones a las que podemos ofrecer nuestras capacidades y saberes.
Nuestra vida puede ser plena y gozosa si sabemos encauzarla por la senda adecuada. No nos limitemos a dejar pasar el tiempo como si estuviéramos muertos en vida, porque hay mucha y muy hermosa aún después de la jubilación. Y me atrevería a decir que aún a pesar de la enfermedad.
Que no se nos vaya la vida sin vivirla a tope.