La gran puerta de Dios es su gran corazón

Raúl Romero López
3 de junio de 2019

Salmo 24

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1 Del Señor es la tierra y cuanto la llena,

el orbe, y todos sus habitantes:

2 él la fundó sobre los mares,

él la afianzó sobre los ríos.

3 ¿Quién puede subir al monte del Señor?

¿Quién puede estar en el recinto sacro?

4 El hombre de manos inocentes,

y puro corazón,

que no confía en los ídolos

ni jura contra el prójimo en falso.

5 Ese recibirá la bendición del Señor,

le hará justicia el Dios de salvación.

6 Este es el grupo que busca al Señor,

que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

7 ¡Portones!, alzad los dinteles,

que se alcen las antiguas compuertas:

va a entrar el Rey de la Gloria.

8 ¿Quién es ese Rey de la Gloria?

El Señor, héroe valeroso;

el Señor, héroe de la guerra.

9 ¡Portones!, alzad los dinteles,

que se alcen las antiguas compuertas:

va a entrar el Rey de la Gloria.

10 ¿Quién es ese Rey de la Gloria?

El Señor, Dios de los Ejércitos:

él es el Rey de la Gloria.

 

INTRODUCCIÓN

El salmo veinticuatro es una pieza litúrgica con dos grupos de personas: uno que se acerca en procesión a las puertas del templo y otro que les abre y los recibe. Toda esta liturgia ofrece a los fieles una meditación sobre la grandeza de Dios y las exigencias morales con vistas a reafirmar su fe. En realidad es una pedagogía religiosa en la que se manifiesta que no hay religión sin encuentro cultual con Dios y sin rectitud moral. La fe siempre es DON y TAREA.

 

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN SOBRE EL TEMA ESENCIAL DEL SALMO.

 La tierra es propiedad de Dios. Por eso es sagrada (1)

El salmo se abre con la visión de un escenario universal, sin distinción de pueblos ni territorios. Dios domina la tierra entera y los habitantes todos. Dios habita en sus dominios y a Dios le gusta pasear como un amo por todas sus fincas. Por haber creado Dios la tierra, ésta tiene un carácter religioso. No se puede poner el pie en esta tierra sagrada sin poner nuestra mirada en el cielo. Por eso dice el Talmud: “Aquel que goza de cada una de las cosas de este mundo sin antes hacer una oración, comete pecado”.

 

Es sabio el que edifica sobre roca y necio el que edifica sobre arena. ¿Y el que edifica sobre agua?  “Él la fundó sobre los mares” (2)

Lo que más nos llama la atención es que, mientras los hombres buscan la roca firme o el terreno sólido para construir, Dios cimienta la tierra sobre el océano inestable y movedizo. Hay que tener en cuenta cómo se concebía el mundo en la época en que nació este salmo. “Se creía que la tierra era una superficie plana, sostenida por columnas invisibles. Estas columnas hundían sus cimientos en la profundidad de los océanos. El Señor habría sido el autor de tal proeza arquitectónica” (J. Bartolini).

Por lo demás, ¿No querrá decirnos Dios con esto que la verdadera Roca sobre la que se apoya el mundo es Él y que sólo en Él  está la consistencia? No olvidemos que Jesús caminaba sobre las aguas y que invitaba a Pedro a caminar sobre ellas, es decir, a caminar en la fe. Según la mentalidad de entonces el mar tenía las fuerzas del mal y este mar pretende engullir los continentes. Sólo Dios tiene pleno dominio sobre los mares. Por eso el que funda una ciudad es Señor de ella. ¿Quién debe habitar la ciudad de Dios? Aquellos que saben apoyarse sólo en Dios.

 

¿Se puede escalar un monte sin esfuerzo?  (3)

Al monte siempre hay que subir y esta ascensión está cargada de simbolismo. Allá, en la montaña, está Dios. Y hace falta una serie de condiciones para acercarse no tanto al lugar, sino al Señor que está en ese lugar. Dios mismo le dice a Moisés: “Descálzate, porque el lugar que pisas es sagrado” (Ex 3,5). Dios es como una hoguera. Y es el profeta Isaías quien se pregunta: ¿Quién de nosotros podrá soportar una hoguera perpetua? ¿Quién de nosotros podrá soportar un fuego devorador? (Is 33,14).

Quizás los místicos son los que únicamente entienden este lenguaje y nos dicen que somos nosotros “leño que debemos acercarnos al fuego hasta convertirnos también en fuego” (S. Juan de la Cruz). Y esto exige una purificación del corazón.  La cercanía de Dios supone una exigencia moral: Las manos como sede de las acciones externas. El corazón, sede de los pensamientos y deseos internos. Así, de forma positiva, el que sabe orientar todo el ser hacia Dios. Y, en forma negativa, el que sabe reprimir esa fuerza instintiva hacia los ídolos, es decir, hacia lo vano, lo vacío.

 

Como cristiano, ¿Eres, de verdad, un buscador de Dios?  (6)

Buscar la presencia de Dios es desear la cercanía, la amistad con Dios, o a Dios mismo. Lo importante es saber buscarlo por el camino correcto. Hay una estrecha relación entre las cualidades ético-religiosas y la búsqueda de Dios. No podemos buscar sinceramente a Dios sin un cambio de vida. Y la auténtica búsqueda de Dios es una vida honesta. Se confunden aquellos que sólo buscan a Dios de palabra. “Buscar a Dios” debe ser una de las tareas más bellas de nuestra vida cristiana. Si alguien nos pregunta: Y tú, ¿a qué te dedicas? ¿Cuál es tú oficio? Nosotros debemos contestar: soy buscador de Dios. Pero con todas sus consecuencias.

 

Los portones de Dios siempre están abiertos. Pero nadie está forzado  a entrar, si él no quiere (7)

El salmo 118,20 menciona “la puerta del Señor”, por la que entran los vencedores. Estas puertas deben abrirse, ensancharse, levantar los dinteles dócilmente para que entre el soberano. Y se han de abrir en reconocimiento y entrega. Deben rendirle adoración al Dios Creador, Señor del Universo y guerrero vencedor. Naturalmente no se trata de la acción prosaica de un portero que quiere hacer girar las puertas sobre los bornes. “Significa que el rey de la gloria puede, en fin, hacer entrada en la actividad humana y que esta actividad se emplee a fondo en procurar el reino de su soberanía” (S. Hirsch).

Aquello que da gloria a Yavé es que el Increado sea conocido de sus criaturas por sus obras. En la casa de todo hombre o toda mujer nadie puede entrar sin llamar. El mismo Señor nos dice: “Estoy a la puerta y llamo” (Ap 3,20). La puerta de la libertad sólo tiene una llave y ésta la maneja el ser humano  solamente desde dentro.

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA 

La tienda de la Alianza era el signo de la presencia de Dios en medio del Pueblo. En el Nuevo Testamento la verdadera “Tienda de la Alianza es Jesús”. Es el Sacramento del encuentro del hombre con Dios.

 

Testimonios cristianos.

“Si el camino parece de pendiente rápida, descarguémonos de todo que nos estorba; si nos parece estrecho, no dudemos en hacernos pequeños; si es largo, razón de más para no correr; si es difícil, gritemos a Jesús: arrástranos en tu seguimiento”. (San Bernardo)

“Ahora que con la venida de Cristo se desvaneció aquella sombra visible, no es sorprendente que en el monte Sión no se vea ya templo alguno, porque ese templo se extiende ahora a toda la tierra”. (Calvino)

 

ACTUALIZACIÓN

 

  • Jesús rezaba a Dios-Padre, “Señor del cielo y la tierra” (Mt. 11,25). El creador de todo era su Padre. Para Jesús no había una “Naturaleza muerta”. En la mirada a los pájaros del cielo, a los lirios del campo, al mar de Galilea, o las estrellas brillantes de la noche, Jesús veía la huella de su Padre que había creado todo por amor. No es lo mismo ver la creación como geólogo que como creyente. El geólogo observa, estudia, aprende. El hombre de fe “se emociona”.

 

  • Hay que aceptar la religiosidad popular. Las procesiones, las romerías, pueden ayudar al pueblo sencillo a encontrarse con Dios si sabemos purificarlas de todo atisbo de idolatría o costumbres paganas. Es lo que hizo el Pueblo de Israel: Los Babilonios adoraban los astros como verdaderos dioses. Israel supo desmitificarlos y dar culto a Yavé, verdadero Dios, Creador del cielo y la tierra. Los astros no son dioses, sino criaturas de Dios, siempre dispuestos a adorarle.

 

PREGUNTAS

 

  1. ¿Sé unir en mí la fe y la vida? Mi comportamiento religioso en el templo, ¿Me lleva a una integridad de vida? ¿Soy sincero con Dios, conmigo mismo y con los demás?

 

  1. Mi grupo cristiano, ¿es un grupo que, de verdad, busca al Señor? A medida que pasa el tiempo, ¿se nota en él un progreso, un avance en actitudes cristianas?

 

  1. Para muchas personas de nuestro siglo Dios sólo son cuatro letras. No les dice nada. ¿Me preocupa llevar una vida cristiana intensa y comprometida de modo que pueda facilitar a tantos alejados la búsqueda de Dios?

 

ORACIÓN

 ¿Quién puede subir al monte del Señor?

Señor, esta pregunta que hoy me lanzas a bocajarro ha estremecido todo mi ser. Soy ya un viejo cristiano. Todos los días subo a tu Santo Monte: todos los días escucho tu Palabra y me acerco a la Eucaristía, pero, ¿ya soy digno de pisar esa tierra sagrada? Hoy me dan ganas de retirarme como Moisés, Jeremías o Pedro. Pero tú no me pides que me retire, sino que me acerque a ti con manos inocentes y puro corazón. Dame, Señor, esa limpieza de alma y esa transparencia de corazón siempre que intento subir a tu monte santo.

“Este es el grupo que busca al Señor”

Yo quiero pertenecer al grupo de los que te buscan. Yo quiero hacer de esa búsqueda la razón de mi vida: quiero vivir para buscarte. Y quiero buscarte a ti y sólo a ti. Quiero buscarte desinteresadamente, apasionadamente, incansablemente. Yo quiero seguir buscándote, aunque sé que nunca te podré encontrar del todo.

“Portones, alzad los dinteles”

Sí, yo quiero abrir de par en par las puertas de mi corazón. Quiero que entres en mi casa, te sientes a mi lado y compartas conmigo la cena de mi intimidad. Y, al verte dentro de casa, permíteme que cierre la puerta para poder gozar de tu presencia. Y, ahora que estamos juntos, enséñame el arte de saber conjugar la oración y la acción; el respeto y la ternura; la fe y el buen obrar; el abrazo íntimo y el misterio.

¿Quién es ese Rey de la gloria?

Señor, haz que sepa descubrir el misterio de la Encarnación. Que me acostumbre a asumir esos saltos a lo divino. Bajas de lo alto de los cielos, al vientre de una doncella; del calor de tu madre al frío de un pesebre; del entusiasmo del pueblo, al oprobio de una cruz. Pero también sabes subir de la bajura de un sepulcro a lo más alto de los cielos.

¿Quién es ese Rey de la Gloria?

Es bueno que, de vez en cuando, nos hagamos esta pregunta. A veces damos a Dios por descontado y lo vulgarizamos. Es bueno que hinquemos nuestras rodillas y “adoremos” en silencio a Dios, el grande, el santo, el infinito, el misericordioso.

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