Cuando todo parece que se hunde, Dios me mantiene en pie

Raúl Romero López
6 de mayo de 2019

 SALMO 20

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2 Que te escuche el Señor el día del peligro,

que te sostenga el nombre del Dios de Jacob;

3 que te envíe auxilio desde el santuario,

que te apoye desde el monte Sión;

4 que se acuerde de todas tus ofrendas,

que le agraden tus sacrificios;

5 que cumpla el deseo de tu corazón,

5 que cumpla el deseo de tu corazón

que dé éxito a todos tus planes.

6 Que podamos celebrar tu victoria,

y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes.

-Que el Señor te conceda todo lo que le pides-

7 Ahora reconozco que el Señor

da la victoria a su ungido,

que lo ha escuchado desde su santo cielo,

con los prodigios de su mano victoriosa.

8 Unos confían en sus carros,

otros en su caballería;

nosotros invocamos el nombre

del Señor, Dios nuestro.

9 Ellos cayeron derribados,

nosotros nos mantenemos en pie.

10 Señor, da la victoria al rey

y escúchanos cuando te invocamos.

INTRODUCCIÓN

 Este salmo trata de la oración del rey antes de la batalla. En aquellos tiempos era normal que el rey fuera a la guerra porque era uno de sus oficios: defender al pueblo. Por eso, con toda naturalidad, dice la Biblia: “Al año siguiente, en la época en que los reyes van a la guerra” (2 Sam 11,1).

Israel era un pequeño reino sometido a los vaivenes de los grandes imperios y a las escaramuzas de los pueblos circundantes. La lucha por la tierra era la lucha por la vida. Cuando en Israel alguien perdía la tierra, perdía el derecho a ser persona. De ahí que hubiera leyes para poder recuperar la tierra. Eso se hacía en el año jubilar (Lev 25,8-13).

Por la tierra uno se une a su familia, a su clan, a su estirpe. Cuando el rey Ajab quiere comprar la viña a Nabot, éste exclama: “Líbreme Yavé de darte la herencia de mis padres” (Re 21,3). Cuando el rey va a la guerra no sólo defiende los derechos de la patria, sino los derechos de la familia y de las personas. Así se entiende el fervor con que reza el pueblo por su rey cuando éste va a la guerra.

 

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE CENTRAL DEL SALMO.

 ¿Por qué tiene tanto poder el nombre de Dios?

Así aparece en la historia de Israel:

  • Cuando a Moisés le encarga Dios una misión difícil, Moisés le pide que le revele su nombre. Y Dios así lo hace (Ex 3,13-16). El Nombre de Dios es Dios mismo actuando, es la fuerza salvadora de Dios:
  • “Nuestro auxilio es el Nombre del Señor” (Sal 124,8).
  • “Sálvame por tu Nombre” (Sal 54,1).
  • “El Nombre de Dios es torre fuerte” (Prov 18,10).
  • “El que invoca el nombre de Adonay es protegido” (1Sam 17,45).

El nombre de Dios es  la fuerza salvadora de Dios. Es el mismo Dios actuando en la historia.

 

La fuerza evocadora de los lugares.

Aquí se alude al monte Sión y su Templo. Son lugares privilegiados donde Dios se ha manifestado en la historia de una manera especial. Los llamados “salmos ascensionales” recogen los sentimientos y emociones de los judíos que vienen de la “diáspora”  al pisar “los umbrales de Jerusalén”. Y los que hemos estado en Tierra Santa recordamos con emoción el rezo del Vía Crucis por las  calles de Jerusalén terminando en la Basílica del Calvario, en el mismo lugar donde crucificaron a Jesús.

 

“Que le agraden tus sacrificios”

Este deseo del salmista lo podemos aplicar siempre a nuestra vida. El pueblo judío ofrecía sacrificios a Yavé.  Aquí aparece el mismo pueblo pidiendo a Dios que le agraden los sacrificios del rey. Pero en este tema, como en otros, han sido los profetas los encargados de purificar la idea de sacrificio y de ofrenda. No todo vale. El profeta Amós tiene palabras muy fuertes para aquellos que pueden “amordazar” a Dios con tal de ofrecerle sacrificios en el templo.  “Odio, aborrezco vuestras fiestas…si me ofrecéis holocaustos u ofrendas no los aceptaré…Aparta de mí el ruido de tus canciones. No quiero oir el sonido de la lira. Quiero que el derecho fluya como agua y la justicia como torrente perenne” (Am. 5, 21-24).

Notemos que aquí los profetas no critican la desconexión entre el corazón y los labios. Estos israelitas que entran en el templo lo hacen de corazón. Les encanta hacer lo que hacen. Lo que critican los profetas es la desconexión entre la liturgia y la vida.

“El abuso del sacrificio consiste en la explotación de los poderes mágicos aislados de la palabra y de la vida del hombre” (Kraus).

 

Lo que Dios nos da hay que agradecerlo y celebrarlo.

La celebración, la fiesta es algo esencial en la vida de los pueblos. Aquí es la propia comunidad la que quiere motivar e incentivar al rey que va a la guerra, presentándole ya la imagen del triunfo. No va a faltar música, baile, buena comida, buen vino y procesiones de alegría y algazara celebrando la victoria del rey.

Notemos una cosa. Todo se va a realizar “en el nombre de nuestro Dios”. Israel es un pueblo festivo, pero no entiende las fiestas al margen de Dios. Es a Dios a quien le tienen que agradecer. Sin la presencia de Dios no puede haber fiesta. Israel no sabe nada de “fiestas paganas”. Sólo sabe de “fiestas religiosas”. El pueblo pide estar bien unido con el rey. Y de esta unión sale la fuerza. Una vez que se ha conseguido la victoria pide a Dios que se una al rey y al pueblo. Y de esta unión “saldrá la fiesta”. “Que el Señor te conceda todo lo que le pides”

El rey no pide nada personalmente para él. Todo lo que pide, lo pide para el pueblo y en nombre del pueblo. De su victoria dependerá la vida de muchas personas y de muchas familias. En el corazón del rey no existe egoísmo y ambiciones personales. Por eso el pueblo se atreve a pedirle a Dios que le conceda al rey todo lo que pide. Dios no dejará de oir a aquellos que tienen limpio el corazón.

 

El Señor lo ha escuchado.

Llama la atención el verbo que usa: el pretérito perfecto. Está hablando de una acción pasada. Y nos preguntamos: ¿Cómo puede hablar así si todavía no se ha efectuado la batalla? Es una oración que se hace con tal confianza que, antes de realizarse la obra, ya se da por hecha.

Un caso parecido lo tenemos en el evangelio cuando Jesús, ante la tumba de su amigo Lázaro que ya lleva cuatro días en el sepulcro, antes de realizarse el milagro, Jesús se dirige al Padre y le dice: “Gracias, Padre, porque me has escuchado” (Jn 11,41). Es la confianza total que tiene Jesús en su oración ante el Padre.

 

El salmista, como judío creyente, confía en el Señor.

El salmo sabe distinguir muy bien las distintas situaciones de ánimo ante la batalla. Unos, confían en sus carros; otros en sus caballos. Es decir, en sus fuerzas. Pero nosotros, los que hemos puesto nuestra confianza en Yavé, no tenemos carros. Ni los necesitamos. Sólo confiamos en Él.  La fe viva, auténtica, que mantiene al pueblo es poner la confianza en su Dios.

Bonitas las palabras de David ante Goliat: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en nombre del Señor Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a los que tú has desafiado” (1 Sam 17,45).

Y Ezequías, el rey de Israel, arenga a sus soldados con estas palabras: “¡Animo y valor! No os asustéis ni os acobardéis ante el rey de Asiria y la multitud que le sigue. Nosotros contamos con algo más grande que él. Él cuenta con fuerzas humanas, nosotros con el Señor, nuestro Dios, que nos auxilia y guerrea con nosotros” (2 Cro 32,7-8).

 

Y nosotros los cristianos,  ¿tenemos la fe de los judíos?

A esto contesto con la siguiente anécdota histórica. En el año 1970 estaba yo en Vitoria, con unos seminaristas de Tarazona. Vivíamos en pisos e íbamos a clase a la Universidad. Al acabar el  Concilio la Iglesia Católica se abrió, en diálogo fraterno, con otras religiones. Y llegó a la Facultad el representante de los judíos en España. Han pasado muchos años y apenas recuerdo su intervención. Pero nunca podré olvidar la contestación que dio a esta pregunta: Y Ustedes, judíos, ¿qué opinan del más allá?

Respuesta: Ni lo sé ni me interesa. ¡Me fío de Dios!

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

 “Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre” (Fil. 2,10)

“Si Dios retira su auxilio podrás pelear; lo que no podrás es vencer”. (S. Agustín)

“Mientras somos ovejas vencemos y superamos a los lobos, aunque nos rodeen en gran número; pero si nos convertimos en lobos entonces somos vencidos, porque nos vemos privados de la protección del pastor. Este no pastorea lobos, sino ovejas”. (San Juan Crisóstomo)

“Es necesario buscar hombres valientes no sólo en los campos de batalla, sino en los pasillos de los hospitales o junto al lecho del dolor”. (Juan Pablo II)

 

ACTUALIZACIÓN

 Dice el salmo: “Que cumpla el deseo de tu corazón”

Aquí hay una perfecta identificación entre el deseo del rey y el del pueblo. Pueblo y rey íntimamente unidos en un proyecto común. Bonito mensaje para nuestros gobernantes. Ellos han sido elegidos por el pueblo y deben ser la voz y el corazón de este mismo pueblo. Los gobernantes no deben tener otros intereses que los de su pueblo. Y deben ser los primeros que defiendan los legítimos derechos de este pueblo encabezando la batalla contra el hambre, la miseria y la falta de dignidad.

¿Qué estamos haciendo con la tierra?

La “tierra” es problema para todos los países del mundo. El egoísmo del hombre está destrozando la tierra y sus recursos. Quemamos los árboles, ensuciamos los mares, contaminamos el ambiente.  Dios quiere que esta tierra que es don de Dios, esté bien conservada y bien repartida. Dios la ha creado “para todos”. No puede ser una tierra de Dios si no está bien repartida entre todos los hermanos.

Una muy mala costumbre.

En algunos países europeos, especialmente en España, existe la mala costumbre de denigrar, ultrajar y denostar el “Santo Nombre de Dios” Yo he vivido doce años en Bolivia y nunca he oído una blasfemia. En cierta ocasión, un boliviano me vino medio llorando y escandalizado de haber oído una blasfemia. El autor había sido un español. Como español en un país extraño, me sentí avergonzado.

Preguntas

 

  1. ¿Tengo fe en la oración? ¿Sé confiarle al Señor las continuas batallas con las que me enfrento cada día?
  2. Como grupo cristiano, ¿en qué o en quién me estoy apoyando? ¿En los medios humanos? ¿O es Cristo Resucitado la Roca firme que nos da seguridad?
  3. A este mundo tan inseguro, tan inestable, tan vacilante que nos rodea, ¿le estoy aportando seguridad desde mi fe? ¿Cómo? ¿Cuándo?

 

ORACIÓN

 “Unos confían en sus carros, otros en la caballería…, nosotros, en el Señor”…

Señor, no sólo me lo dices Tú, me lo dice mi propia experiencia: cuanto más confío en mis fuerzas, en mis cualidades, en mí mismo… más me hundo. Me pasa como a Pedro caminando sobre las aguas. En cambio, cuando me fío de ti me siento seguro y cuando más me fío de ti me siento más seguro. Y eso es lo que hoy vengo a pedirte: que seas Tú mi seguridad, mi apoyo, mi fortaleza. Líbrame del pecado de la autosuficiencia.

“Que cumpla el deseo de tu corazón…”

Aquí en esta súplica el pueblo te pide que cumplas el deseo del rey. El pueblo está convencido de que es un deseo justo y noble. Y Tú se lo vas a conceder. Para mí, Tú eres mi rey y mi señor. Y lo que te vengo a pedir es bien sencillo: que se cumpla lo que Tú quieres, que se haga lo que a Ti te gusta, que se realice siempre y en todo tu voluntad. Ayúdame a ser rey de mí mismo; dame dominio para no dejarme dominar por mis deseos mezquinos, rastreros, interesados. Que lo que yo quiero sea siempre lo que a Ti te gusta.

“Ellos cayeron derribados; nosotros nos mantenemos en pie”…

Señor, a lo largo de mi vida he visto cómo otras personas han caído, te han abandonado. Si yo me mantengo en pie no es por mis propios méritos. Ha sido por tu gracia y la gran misericordia que has tenido conmigo. Ayúdame a mantenerme en pie hasta el final. Dame la gracia de la perseverancia. No me dejes de tu mano.

“Señor, …escúchanos cuando te invocamos”

Hoy quiero darte gracias por el don exquisito de la oración, ese inmenso regalo que nos has hecho. Siempre podemos acudir a Ti, siempre podemos contar contigo. Tú estás en el cielo siempre vivo, “siempre bien atento para interceder por nosotros” (Heb 7,25). Gracias, porque nunca nos abandonas. Gracias, porque siempre nos escuchas

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