“Es cierto que los miembros de la Iglesia no tenemos que ser “bichos raros”. Todos tienen que sentirnos hermanos y cercanos, como los Apóstoles, que «gozaban de la simpatía de todo el pueblo» (Hch 2,47; cf. 4,21.33; 5,13)”. (FRANCISCO. Christus vivit -Cristo vive-, 36).[1]
‘Bicho raro’, en el lenguaje normal, coloquial, es el que se sale de lo normal. Suele tener un sentido negativo. Por sus manías, obsesiones, reacciones inesperadas, gustos, costumbres, modos de vestir, etc.… uno se convierte en bicho raro.
En este sentido, los cristianos -solo por ser cristianos- no somos ‘bichos raros’: “Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por su modo de vida. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Viven en ciudades griegas y bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo; siguen las costumbres de los habitantes del país tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble” (Carta a Diogneto).[2]
Hay otra manera de ser considerado o ser “un bicho raro” en nuestra sociedad. Es quien no se conforma ni se somete a los dictados, pensamiento, moda, actitudes del ambiente social, de lo “políticamente correcto”. Bicho raro por querer ser mejor persona, por querer vivir de otra manera y dar lo máximo y mejor de uno mismo a los demás. Bicho raro por querer ser uno mismo y no uno del montón. No para sobresalir, sino para ser auténtico y aportar lo mejor. Un cristiano no es un ‘acomodado’ a lo que hay.
Sino que, no siendo bichos raros, “al mismo tiempo tenemos que atrevernos a ser distintos, a mostrar otros sueños que este mundo no ofrece.” (FRANCISCO. Ibidem).
No bichos raros; sí, distintos: “dando muestras de un tenor de vida admirable”. Mostrando “otros sueños que este mundo no ofrece”. Aunque, por esto, el cristiano sea rechazado por muchos o por pocos. “Se los condena sin conocerlos. Se les mata y con ello reciben la vida. Son pobres y enriquecen a muchos (2 Cor 6,10). Carecen de todo y abundan en todo. Sufren la deshonra y ello les sirve de gloria” (Diogneto). Este es el modo cristiano de vivir. Aunque no siempre lo vivamos, lamentablemente, así.
Distintos, pero no raros. ¿Es difícil este equilibrio? ¡Sí es posible! De hecho, ha habido y hay cristianos de verdad que han sido o son distintos a lo humanamente correcto; pero, de ninguna manera, ‘bichos raros’, según la expresión popular negativa.
Distintos, pero no raros. Lo somos y nos vamos haciendo poco a poco, a pie de calle, en lo sencillo de cada día, cuando intentamos “testimoniar
la belleza de la generosidad,
del servicio,
de la pureza,
de la fortaleza,
del perdón,
de la fidelidad a la propia vocación,
de la oración,
de la lucha por la justicia y el bien común,
del amor a los pobres,
de la amistad social” (FRANCISCO. Ibidem, 36).
[1] Exhortación Apostólica después del Sínodo sobre los Jóvenes de octubre 2018. 25 marzo 2019.
[2] CARTA A DIOGNETO (Fragmento Cap. V). Escrito cristiano de autor anónimo que se estima pudo ser escrito a finales del siglo II o comienzos del III y que fue redescubierto y publicado en los años 20 del siglo XX.