Érase una vez un hombre que vino a cambiarlo todo.
Érase una vez un Dios que quiso repararlo todo.
Érase una vez, en la primera Semana Santa,…
Para esta firma, la verdad, no se me ocurría ninguna cuestión que comentar con vosotros. Así que me he dicho: “vamos a hablar de la Semana Santa”. Pero no de la del año 2019. No de la nuestra.
La Semana Santa. Creo que sabes todo lo que te podría contar. Datos no te faltan. Quizá con otra perspectiva…
Érase una vez una Semana Santa en la que en la procesión solo salía una persona.
Érase una vez una Semana Santa en la que los tambores eran los pasos marcados por los pies de la muchedumbre.
Hace ya casi dos mil años Jesús, Dios y hombre, elegía hacer la voluntad de su Padre para salvarnos. Hoy recordamos el gentío que aplaudía su misión. Aplausos. Premonitorios. Aplausos que se tornaron en pasos enfurecidos. Palmas, las del árbol, que se cambiaron por latigazos.
Érase una vez una Semana Santa que solo se celebró en un lugar.
Érase una vez una Semana Santa en la que uno solo llevó todo el “paso”.
Comenzamos una semana grande. Comenzamos una semana triste. Comenzamos una semana alegre. Cruz que es vida. Vívela. Hoy comienza. Hoy comienzas. Hoy comenzamos.
Que el ruido de estos días no nos distraiga de lo importante. Escuchar la dulce música de Dios.
Que podamos decir:
Érase una vez una Semana Santa en la que no dejamos solo a Jesús.