Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Cuando no haya elecciones

10 de abril de 2019

Nos quedan dos o tres días para el comienzo de la campaña electoral. No sé si la propaganda con que nos van a invadir nos ayudará o no a decidir seriamente a quién nos decidimos a votar cada uno. No lo sé. Aunque teóricamente esa sea la finalidad de una campaña verdadera. Pero la experiencia me parece que siembra en nosotros más de una duda y con fundamento razonable.

No digo nada nuevo si recuerdo que hay políticos honestos y servidores del pueblo antes que de su partido o de sus intereses personales o grupales. Si no fuera así, la especie humana tendría poco o nada de positivo. Y los creyentes, ¿cómo podríamos creer que venimos de un Dios bueno y que en Él vivimos, nos movemos y existimos? (Cfr. Hch 17,28). Confiar en la raza humana es confiar en nosotros y viceversa.

Por otra parte, no digo tampoco nada que no sepamos si afirmo que seguiremos escuchando mensajes ‘en contra de’, para que no ganen ‘los otros’, que parece lo importante.

Aunque lo que tenemos derecho a esperar, y los políticos obligación de ofrecer, son propuestas concretas, que todos podamos entender que se podrán cumplir. Propuestas que huelan a verdad y sinceridad. Y que las hagan con humilde actitud de servicio a la sociedad, a la comunidad humana. Propuestas ante los hechos y necesidades graves: pobreza, pensiones, paro, enfrentamientos territoriales, desigualdad, educación, calidad de vida, etc…

¿Estoy soñando? Probablemente. Pero que nadie nos arrebate el derecho a soñar. Y a manifestarlo. Como esta opinión del filósofo Javier Gomá: “Los gobernantes deberían ser buenos profesionales de lo suyo, la gestión pública. Pero antes de ser buenos profesionales, deberían ser ciudadanos decentes, conscientes de la dignidad suya y ajena y promover una política conforme a dicha dignidad. Se podría definir la política como la organización de la decencia”.[1] Para que luego nos digan que la filosofía no sirve para nada.

En estos días, cuando sí va a haber elecciones, me gustaría aplicar este pensamiento no a los políticos, sino a quienes vivimos a pie de calle. Que, precisamente, es lo que más les falta a muchos políticos cuando ya no están de elecciones, sino que las han ganado o perdido o ‘empatado’.

Todos nosotros debemos ser buenos profesionales en nuestro trabajo, honrados, responsables, trabajadores. Pero antes, o a la vez, estamos llamados a ser ciudadanos decentes. Profesionales, ciudadanos y… personas decentes. O a la inversa, personas, ciudadanos y profesionales decentes, honestos.

Nuestra dignidad humana y la dignidad de los demás, de todos, nos pide ese modo de vivir. El respeto a ambas, la propia dignidad y la ajena, nos lleva y, a la vez, fortalece una vida atenta al bien común, al bien del otro.

Lo he leído, sencilla y bellamente dicho, formulado de esta manera en una Carta al Director, sección de periódicos y revistas a la que me gusta echarle un ojo: “No hay otro camino, salvo de intentar ser mejor persona el tiempo que te queda: ser más comprensivo con los demás, seguir saludando (‘buenos días’ o ‘buenas tardes’, aunque no te respondan), intentar comprender por qué el vecino del quinto tiene el carácter tan agriado, si ello es posible; poner tu granito de arena para que este mundo, a veces ruin y despreciable, sea más acogedor, más familiar, más humano”. (Paloma Martínez)

Esto no para lavarnos las manos ante las elecciones o para olvidar nuestro compromiso social. Sino para el trabajo diario a pie de calle, siempre, aunque no haya elecciones. Para que, en las próximas, hayamos contribuido algo a que nuestra sociedad, nuestra comunidad, esté mejor preparada. Porque hemos intentado ser profesionales, ciudadanos y personas decentes.

 

[1] VIDA NUEVA. N° 3122. 16-22 marzo 2019, 47.

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