Opinión

Francisco José Pérez

Elecciones: un voto consciente, responsable y solidario

4 de abril de 2019

La Doctrina Social de la Iglesia no nos permite permanecer indiferentes ante los procesos electorales, excusándonos en lo complicado de las instituciones, en el desencanto de la política y los políticos, en un sentimiento negativo de que “nada vale la pena”.

Si nos atenemos a los principios y consideraciones de la DSI, en las próximas elecciones nos vemos enfrentados a una serie de interrogantes, en primer lugar: ¿Votar o no votar?

Hay que señalar que la abstención o el voto en blanco son opciones coherentes si son fruto de un serio discernimiento en su sentido y en sus consecuencias, nunca si son fruto de la inercia, de la pereza, del mero descontento o la irresponsabilidad.

Si nuestra opción es votar, no basta con decidir a quién votar; también deberemos plantearnos un voto consciente y responsable, en ese sentido señalamos algunos posibles criterios

Conocer las necesidades de las personas. Un criterio importante para un cristiano a la hora de definir su voto es no olvidarse de los pobres (Gal 2,10). El Papa Francisco nos recuerda “que no debe faltar jamás la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha” (Evangelii gaudium 195). La tarea política debe priorizar, por tanto, a los que menos tienen para que puedan participar plenamente del progreso del país, de la comunidad o el municipio.

Lucha decidida contra la corrupción y la mentira. Mediante el voto debemos expresar qué tipo de representantes queremos, y sancionar (negándoles nuestro voto) a quienes defraudaron nuestras expectativas, ya sea porque no cumplieron lo ofrecido, porque demostraron ser corruptos, o porque solamente se preocuparon por sus propios intereses.

Conocer quiénes son los candidatos. Es un criterio importante en el discernimiento. Se espera que estos sean transparentes, honrados y auténticos.

Más que políticos profesionales, especialistas en estrategias y tácticas de conquista y control del poder, se necesitan políticos de lo razonable; preocupados por el bien común, lo que significa transcender el nivel de los egoísmos individuales y partidistas, renunciar a traficar con influencias para medrar, resistir al clima de corrupción, evitar el manipular los instintos básicos de los ciudadanos y la tentación de convertirse en salvadores paternalistas. En ese sentido recordamos lo que dice el Papa Francisco en Evangelii gaudium “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos» (EG 205).

Conocer los programas y propuestas. Es preciso verificar si responden a nuestras reales necesidades y se ajustan a los planes de desarrollo municipal y regional que se han elaborado con anterioridad. Ver si esos planes promueven la vida plena, la dignidad de la persona

Aquí merece la pena detenernos y recuperar las claves políticas que nos propone, en general, la Doctrina Social de la Iglesia y, en particular, la lectura que de las mismas viene haciendo el Papa Francisco, por ejemplo en su discurso al Parlamento Europeo y al Consejo de Europa. o en los Discursos a los participantes en los encuentro de movimientos populares… en los nos invita, antes de abordar esos programas o proyectos políticos, a detenernos  para clarificar nuestra mirada y dejar que trasforme nuestro corazón (Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios).

Purificar nuestra mirada para poder hacernos conscientes de un gran signo: la irrupción de los pobres: ¡Los pobres no sólo padecen la injusticia sino que también luchan contra ella! (…) los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar”.

Y, ese signo, puede transformarnos, redescubriéndonos una nueva dimensión de la solidaridad que, como ya señalara Juan Pablo II, no se puede reducir a algunos actos de generosidad esporádicos, sino que supone “pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que todos estamos llamados a transformar”.

Desde esa nueva mirada y ese nuevo corazón seremos capaces de ver las claves que nos permitirán discernir los diferentes proyectos políticos. En concreto, descubrir como el Papa nos habla de la necesidad de un proyecto político que ponga en el centro la confianza en la persona, no tanto como ciudadana o sujeto económico, sino como persona dotada de una dignidad trascendente; un proyecto que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana, de los valores inalienables. Esa dignidad de la persona, entre otras cosas, significa:

  • Reconocer el valor de la vida humana, que se nos da gratuitamente y, por eso, no puede ser objeto de intercambio o de comercio.
  • Reconocer que posee derechos inalienables, de los cuales no puede ser privada arbitrariamente por nadie y, menos aún, en beneficio de intereses económicos, sino que ha de dar lugar a una cultura de los derechos humanos que pueda unir sabiamente la dimensión personal con la del bien común, con ese «todos nosotros» formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social.
  • Una opción por los que tienen menos posibilidades de desarrollar su dignidad personal y, que traducido a tarea política el Papa define como: “Preocuparse de la fragilidad de los pueblos y de las personas. Cuidar la fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la “cultura del descarte”. Cuidar de la fragilidad de las personas y de los pueblos significa proteger la memoria y la esperanza; significa hacerse cargo del presente en su situación más marginal y angustiante, y ser capaz de dotarlo de dignidad”.

Otra implicación concreta de esa centralidad de la persona es la apuesta por la unidad en la diversidad, dejando que cada persona –o cada pueblo- muestre libremente el propio rostro y la propia creatividad. Esta unidad no significa uniformidad política, económica, cultural, o de pensamiento, sino que nace y se alimenta de la riqueza de la diversidad que la compone.

De aquí nacen una serie de exigencias:

  • Hacerse cargo de mantener viva la democracia, “es un reto de este momento histórico, evitando que sea desplazada por las presiones de intereses multinacionales no universales, que las hacen más débiles y las trasforman en sistemas uniformadores de poder financiero al servicio de imperios desconocidos”.
  • No sólo reconocer la centralidad de la persona humana, sino también favorecer sus cualidades. “Se trata por eso de invertir en ella y en todos los ámbitos en los que sus talentos se forman y dan fruto. El primer ámbito es seguramente el de la educación, a partir de la familia, célula fundamental de la sociedad
    • La familia trae consigo los elementos fundamentales para dar esperanza al futuro (…) subrayar la importancia de la familia, no sólo ayuda a dar prospectivas y esperanza a las nuevas generaciones, sino también a los numerosos ancianos, muchas veces obligados a vivir en condiciones de soledad y de abandono…
    • las instituciones educativas: las escuelas y universidades. La educación no puede limitarse a ofrecer un conjunto de conocimientos técnicos, sino que debe favorecer un proceso más complejo de crecimiento de la persona humana en su totalidad. Los jóvenes de hoy piden poder tener una formación adecuada y completa para mirar al futuro con esperanza, y no con desilusión.
  • Compromiso en favor de la ecología. “esta tierra nuestra necesita de continuos cuidados y atenciones, y cada uno tiene una responsabilidad personal en la custodia de la creación, don precioso que Dios ha puesto en las manos de los hombres (…) Respetar el ambiente no significa sólo limitarse a evitar estropearlo, sino también utilizarlo para el bien.
  • El trabajo. Es hora de favorecer las políticas de empleo, pero es necesario sobre todo volver a dar dignidad al trabajo, garantizando también las condiciones adecuadas para su desarrollo. Esto implica, por un lado, buscar nuevos modos para conjugar la flexibilidad del mercado con la necesaria estabilidad y seguridad de las perspectivas laborales, indispensables para el desarrollo humano de los trabajadores; por otro lado, significa favorecer un adecuado contexto social, que no apunte a la explotación de las personas, sino a garantizar, a través del trabajo, la posibilidad de construir una familia y de educar los hijos.
  • Afrontar juntos la cuestión migratoria. No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio. En las barcazas que llegan cotidianamente a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda. Es necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos. Hacer frente a las problemáticas asociadas a la inmigración mediante legislaciones adecuadas que sean capaces de tutelar los derechos de los ciudadanos y de garantizar al mismo tiempo la acogida a los inmigrantes; además, adoptando políticas valientes y concretas que ayuden a los países de origen en su desarrollo sociopolítico y a la superación de sus conflictos internos, en lugar de políticas de interés, que aumentan y alimentan estos conflictos.
  • No dejarnos seducir por las promesas de campaña. Es importante evaluar las promesas de las campañas electorales. Muchos candidatos, con tal de salir elegidos, ofrecen lo imposible y se aprovechan de la buena voluntad o de las necesidades urgentes de las personas, a través de regalos y diversos beneficios. Su misma actuación en la campaña despierta legítimas sospechas. De salir elegidos, ¿usarán el cargo para “recuperar la inversión” de su campaña con el dinero del Estado? Es muy importante saber cómo se financian las campañas y apoyar los esfuerzos de transparencia de los organismos del Estado y de las organizaciones de la sociedad.
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