Salmo 16
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Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
2 yo digo al Señor: “Tú eres mi bien”.
3 Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.
4 Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
Yo no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
5 El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano:
6 me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
7 Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
8 Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
9 Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
10 Porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
11 Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
INTRODUCCIÓN
El salmo 16 es uno de los más bellos del Salterio. Y podríamos definirlo así: “Historia de un hombre contento y feliz con su Dios”. Fue compuesto probablemente en una época post-exílica. El salmista se ha mantenido al margen de toda idolatría y canta la dicha que supone el permanecer siempre fiel al Señor. Él está con el Señor, bajo su dominio. Pero no es un dominio que humilla, que oprime, sino, al contrario, un dominio, mejor, una invasión de amor que eleva, libera y da vida. No hay nada que pueda compararse a la alegría que proporciona el hecho de haber elegido a Dios como razón de su vida. Los que eligen otros dioses son citados a la puerta del Sheol. En el salmo se adivina un triple movimiento: pasado, presente y futuro.
UN PASADO FELIZ CON DIOS.
El salmista, con toda sencillez, pero también con toda sinceridad, nos dice lo que ha sido su pasado con Dios. Sólo se ha refugiado en Dios. El salmista nos hace esta bella profesión de fe: yo sólo me he refugiado en Dios. No me he refugiado ni en las instituciones, ni en los amigos, ni menos en las insinuaciones de los enemigos a cambiar mi fe cuando he vivido en tierra extranjera. Sólo me he refugiado en Dios. ¡Y me ha ido muy bien!… “Es uno de los más bellos gritos humanos del Salterio” (Brillet
UN PRESENTE MARAVILLOSO.
Nos enseña una bonita manera de encauzar nuestra oración de petición “Yo digo al Señor: Tú eres mi bien”
El salmo se inicia con un sí rotundo y entusiasta a Yavé. Es un modelo de oración de petición. El salmista lleva a Dios sus deseos, sus inquietudes, sus peticiones. Pero deja las cosas muy claras desde el principio: Para mí lo bueno es Dios. Lo absoluto y definitivo es Dios. Todo lo demás, incluso lo que vengo a pedirte, es relativo y pasa a un segundo lugar. Según R. Smith: “El salmista no sólo considera a Dios como fuente y principio de toda felicidad, sino que encuentra actualmente contenido en Dios el bien verdadero que existe en cada cosa”.
Esto en teología se explica de la siguiente manera: Dios es para nosotros, al mismo tiempo, el ser necesario y suficiente. Por ser necesario, las demás cosas no pueden sernos suficientes. Y por ser suficiente, las demás cosas no pueden sernos necesarias. Santa Teresa de Jesús lo diría de una manera más bonita: “Sólo Dios basta”. Lo cual no significa que Santa Teresa se desentendiera de las cosas del mundo y de las personas. El “Sólo Dios basta” tiene esta traducción: Cuando Dios no está, todo en la vida suena a vacío. Y cuando Dios está, todo en la vida se llena de sentido. Dios es aquel que más me hace gozar.
Los ídolos, que nunca nos pueden satisfacer, sólo florecen en la tierra donde Dios no habita.
Es una consecuencia lógica. Si Dios es el supremo Bien, los dioses de la tierra no nos llenan, no tienen espacio, no nos satisfacen. Y esta palabra significa que no nos acaban de convencer, que no nos pueden realizar.
Si tenemos en nuestra vida zonas oscuras donde todavía no brilla el sol, que es Dios, allá hay zonas paganas que hay que convertir. “Los ídolos no son nada; sus obras que tanto aprecian, no sirven para nada” (Is 44, 9).Cuando nosotros decimos un “sí” total a Dios, debemos decir un “no” total a los ídolos.
La gente va como loca detrás de los ídolos, pero yo, dice el salmista, no caeré en la trampa.
El salmista usa de una fina ironía. Ve a la gente llena de esclavitudes, sirviendo a ídolos de barro. Y dice: Yo no caeré en esa trampa. Mis manos no están hechas para aplaudir a esos ídolos. Están hechas para rezar y para levantar a tanta gente que está caída. Mis labios no están hechos para alabar ni endiosar a nadie en este mundo. Están hechos para alabar al verdadero Dios y también para defender a los pobres; para ser “voz de los que no tienen voz”.
Parte esencial del salmo:” “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano: ¿Qué significa esto?
El Señor, al salir de Egipto, dio a su pueblo una tierra en heredad. Esta tierra Dios la cuida con solicitud amorosa: “De esta tierra cuida Yavé tu Dios; los ojos de Yavé tu Dios están constantemente puestos en ella” (Dt11, 12). El reparto de la tierra se hace de dos modos:
- Por medio de una copa. Se metían en una copa los nombres de las personas que entraban en suerte. En este caso es el mismo Josué el que pone los nombres de las tribus en la copa. Pero falta una tribu, la tribu de Leví. Esta tribu no entra en suerte, porque se la ha reservado el Señor para el culto. “El Señor dijo a Araón: tú no tendrás herencia en esta tierra, no habrá parte para ti en medio de ellos. Yo mismo seré tu herencia y tu parte en medio de los israelitas” (Num 18, 20). Eso significa una deferencia, una distinción. En este sentido, el levita puede decir: “Contigo, ¿qué me importa la tierra?” (Sal 73, 25). En la copa entran los dones de Dios, pero no entra el Dios de los dones.
- Por medio de un cordel. El propio profeta Amós nos dice: “Tú tierra será repartida a cordel” (Am 7, 17). En el salmo aparece Dios con el cordel en la mano: “mi suerte está en tu mano”. Al pie de la letra se traduce: “unas cuerdas divinas han caído sobre mí”. Al ser “divinas” no son materiales, sino espirituales. No son limitadas sino ilimitadas. A un israelita le encantaba medir Jerusalén. Sentía orgullo de su ciudad. “Alcé los ojos y vi una visión. Era un hombre con la cuerda en la mano… Le dije: “¿Dónde vas? A medir Jerusalén: a ver cuánta es su anchura y cuánta su longitud” (Zac 2, 5). Tratándose de Dios, ¿quién será capaz de medir la longitud y la anchura de su poder, de su sabiduría, de su amor?
El ser elegido como “heredad de Dios” llena de emoción al salmista. Y lo celebra.
“Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad”. Su emoción es tan grande que le quita el sueño. “Hasta de noche me instruye”. No es una clase sobre Dios, sino “una vivencia, una experiencia de Dios que abarca el día y la noche”. Y esto ¿no merece celebrarse?
El salmista se siente seguro con Dios. “Con Él a mi derecha no vacilaré”.
Es una imagen bélica. La derecha es esa parte del guerrero adonde no llega el traje de guerra. La derecha debe quedar libre para manejar la espada. Por eso era la parte más vulnerable del soldado, por donde le podía atacar el enemigo. Pues precisamente esa parte más desprotegida, está también protegida por Dios. Si de algo podemos presumir los seres humanos es de fragilidad. Pero esa fragilidad cuidada por Dios, se convierte en fortaleza. “Cuando soy débil soy más fuerte” (2 Cor. 12,10)
UN FUTURO ESPERANZADOR.
“No dejarás a tu fiel conocer la corrupción”.
Notemos que en esta época no existe la teología del más allá. “Los muertos no te alaban” (Sal 113, 17). Pero al Salmista no le asusta la muerte. Está tan unido a Dios que se fía plenamente de Él. No a través de la teología de entonces, sino a través de una fuerte “experiencia de Dios” el salmista ha abierto brecha en el muro de la inmortalidad y se ha asomado a la otra orilla. El futuro no es algo. Es Alguien. Es Dios. Un Dios que no puede dejar de quererme. Los cristianos rezaron este salmo a raíz de la muerte y resurrección de Jesús (Hch. 2,25-28).
TRASPOSICIÓN CRISTIANA.
Jesús ha vivido confiado siempre en su Padre Dios. Le ha llamado Abbá-papá). Y ha muerto echándose en sus brazos (Lc. 23,46).
“Tú no puedes permitir que tu amante vea la corrupción” (Chauraqui)
“Permitidme medir, maravillado, esta herencia que me ha caído en suerte… Tú me has saciado con tu rostro… Escucha lo que te digo muy claro para que solamente Tú lo oigas; Oh, Señor, yo no te he merecido de ninguna manera… ¡Magnífico!… Es algo muy bello y no sé cómo ponderarlo… Tú has embriagado mi corazón, Tú has desatado mi lengua… Lléname de las delicias de tu rostro, lugar en que todos los caminos terminan (P. Claudel).
“Nada deseemos, nada queramos, nada nos deleite o nos plazca sino nuestro Creador y Redentor, nuestro Salvador, el único Dios verdadero, que es el bien pleno, totalmente bueno, únicamente bueno, el verdadero y sumo bien, el único Bueno” (San Francisco de Asís).
ACTUALIZACIÓN.
Siempre que ponemos en oposición “matrimonio y virginidad” hacemos una mala catequesis y, peor todavía, si para valorar más la virginidad minusvaloramos el matrimonio querido también por Dios. Son vocaciones las dos buenas, aunque distintas.
En este salmo aparece Dios “repartiendo suerte”. El noviazgo es una suerte, el matrimonio es una suerte, los hijos son una bendición, pero hay algunas personas que no entran en suerte porque “su suerte es el Señor”. En la copa de Josué entran los dones de Dios (las tribus de Israel con su lote) pero no entra el Dios de los dones, la tribu de Leví que Dios se la ha reservado para Él.
Los que han sido llamados como la tribu de Leví, no “miran atrás” añorando ser como las otras tribus, sino que la aceptan con gozo y lo celebran toda la vida. Y esto lo expresaba muy bien San Agustín:” “Que otros elijan otras porciones temporales y terrenas con las que se gocen. La porción de los elegidos es el Dios eterno. Beban otros los placeres de otras fuentes. Yo bebo en la copa del Señor. Mi heredad es excelente para mí. No es excelente para todos, sino para los que ‘ven’. Y como yo me encuentro entre los últimos, es también para mí. No dice: ¡Oh Dios, dame algo en herencia! ¿Qué me darás Tú en herencia? Todo lo que Tú podrías darme si no fueras Tú, sería para mí una nadería. Sé Tú mismo mi herencia. Tú eres a quien amo”
Siempre ha habido ídolos, esos modos de vivir, esos personajes de famosos, que acaparan nuestro tiempo y los ponemos en el centro del corazón. Al no poder darnos el sentido de la vida, nos descentramos, nos desequilibramos, nos vaciamos de nosotros mismos. Hoy día, en esta sociedad secularizada que excluye a Dios, esos ídolos abundan más. Esta sociedad de consumo que nos llena de trastos, de aparatos, de táctica, cada día más sofisticada, nos despersonaliza y nos vacía de valores.
No es malo que exista la técnica, los nuevos inventos, los deportes etc. Lo malo es que los “absolutizamos” y los convertimos en nuestros pequeños “dioses”.
Cuando perdemos libertad interior, cuando no nos comunicamos aunque estemos con el móvil en las manos, cuando perdemos nuestros derechos a la soledad, al silencio interior, al no aceptar esa “zona de misterio” que hay en el corazón de cada uno y que nos hace preguntarnos por un “más allá” de lo que está delante de mis narices, nos vamos haciendo menos personas.
Es urgente pararse, reflexionar, y decir con el salmista: “Yo no caeré en esa trampa”. Al hombre de hoy no hay que preguntarle qué vives, sino cómo vives, qué sentido tiene tu vida. ¿De verdad que te llena lo que estás haciendo?
Preguntas
- ¿Cómo estoy viviendo mi fe? ¿Cómo algo que me pesa o como algo que me llena y entusiasma cada día?
- ¿Está mi grupo cristiano, mi comunidad en la que vivo, abierta al Absoluto, es decir, con capacidad de apasionarnos, de realizarnos, de hacernos felices?
- ¿Vivo en paz al saber que mi futuro está en manos de Dios? ¿Sé contagiar esa paz y esa esperanza a otras personas?
ORACIÓN
Yo digo al Señor: Tú eres mi bien.
Señor, muchas veces soy un egoísta redomado en mi oración. Sólo vengo a decirte mis problemas, mis preocupaciones, mis momentos bajos. Centro mi oración en mí. Hoy el salmista me da una bonita lección: Viene a decirme una cosa tan linda como ésta: Tú eres mi bien. Al salmista sólo le interesas Tú. Sólo sabe gozar contigo. Fuera de Ti nadie puede hacerle feliz. Señor, enséñame a orar como el salmista. Haz que sepa dar un giro a mi oración. Que me guste estar contigo para adorarte, alabarte, darte gracias y decirte: Sólo me interesas Tú y el Proyecto tuyo sobre mí.
El Señor es el lote de mi heredad
Hoy quiero darte gracias por haberme dado tu persona por herencia. Nada en este mundo puede llenar mi corazón. Cuando Tú no estás, todo suena a vacío dentro de mí. En cambio, cuando Tú llegas, todo se llena de sentido. Eres como el sol que todo lo ilumina, todo lo calienta, todo lo vivifica.
Me ha tocado un lote hermoso
Quiero decirte, Señor, a boca llena, que estoy muy contento/a contigo. Que la vida a tu lado ha sido una verdadera fiesta. Me siento muy orgulloso/a de Ti y no te cambiaría por nada ni por nadie. Haz que mi vida sea un auténtico poema para Ti. Yo ya sólo quiero tener un trabajo, una tarea: hacer las delicias de mi Dios.
No me entregarás a la muerte
Desde esta intimidad que estoy viviendo contigo ya no tengo ningún miedo a morir. Me fío plenamente de Ti. Tú, Señor, sabes que yo ya no podría vivir sin Ti; pero yo también sé que Tú tampoco podrías vivir sin mí. Sólo me preocupa el amor. Por eso te pido una y otra vez: concédeme la gracia de morir estando de ti enamorado(a). De esta manera mi muerte será el viaje más lindo y fantástico de todos los que yo he hecho en mi vida: una preciosa y eterna luna de miel.