La presunción de inocencia es uno de los principios de nuestro sistema democrático y de derecho. La Constitución española en su articulo 24.2 así lo establece.
El Convenio Europeo de Derechos Humanos del Consejo de Europa, organismo al que pertenece España, en su articulo 6, establece que «toda persona acusada de una infracción se presume inocente hasta que su culpabilidad haya sido legalmente declarada».
Como idea, como principio, nadie lo discute a estas alturas de la historia, pero otra cosa es la práctica y la conciencia social que se tiene sobre este derecho fundamental.
Como consecuencia del conocimiento por la opinión pública de casos de pederastia y abusos cometidos por miembros consagrados de la Iglesia, la mancha de la degradación moral se ha extendido a la generalidad de sacerdotes y religiosos. La sombra de la sospecha ya está ahí sobre cualquier sacerdote por el solo hecho de serlo…
A esto han contribuido conscientemente muchos medios de comunicación que han visto aquí una ocasión propicia para acabar con la Iglesia. El Papa Francisco ha pedido perdón públicamente por los casos de abusos cometidos por religiosos y sacerdotes en el seno de la Iglesia católica y que tanto nos han escandalizado a todos. Es un pecado gravísimo que no admite paliativos y la tolerancia es cero.
Además de ello, se han tomado medidas muy serias para intentar atajar esta desgracia que daña tanto a las personas que lo han sufrido como a la Iglesia misma. La Iglesia ha dado unos pasos en la lucha contra los abusos y la pederastia que todavía no han dado otros estamentos de la sociedad. Cierto que el nivel moral exigido a los eclesiásticos es mayor por su mayor compromiso y por tener la misión de guiar al pueblo de Dios.
Dicho lo cual, los católicos tenemos que reivindicar públicamente la bondad, cuando no la santidad de nuestros sacerdotes que ejercen su ministerio con entrega de su vida, sirviendo a Cristo y a los hermanos con una conducta integra y coherente con la fe que predican. Un sacerdote no tiene por qué dar explicaciones para demostrar que no es pederasta ni corrupto.
Un sacerdote no puede verse envuelto en un escándalo de abuso por el simple testimonio de una persona, sin ninguna prueba de cargo, y movido por no se sabe que intenciones.
Un sacerdote debe sentir el apoyo de toda la comunidad crisitiana que le respalda cuando se mofan de él por el simple hecho de ser eso, sacerdote. No podemos permitir que sea haga de peor condición al consagrado que al laico en materia de presunción de inocencia y defensa de sus derechos fundamentales.
Y por último, no caigamos ni dejemos caer en el simplismo de generalizar. Se dan casos de abusos en profesores de gimnasio, entrenadores de deportistas, monitores de tiempo libre , profesores de colegio y… hasta en padres que abusan de sus hijos y nadie presume la culpabilidad de los colectivos a los que pertenecen.