Lectio Divina: 18 de marzo de 2019

Raúl Romero López
18 de marzo de 2019
¿Cuál es la medida de Dios? La medida de Dios es la sin-medida

1.-Pración introductoria.

Señor, vengo con alegría, con ilusión, con verdaderas ganas de estar un rato contigo y beber el agua limpia y fresca de tu evangelio. Sin esta posibilidad de estar contigo cada día, yo no podría vivir, ni actuar, ni dar testimonio de mi fe. Aquí, en las mismas fuentes de tu amor, yo me lleno cada día. Y descubro que después me fluye el amar a los demás, el perdonar, el servir. Esa facilidad para obrar el bien es fruto del Espíritu Santo. Gracias, Señor, por tu generosidad.

2.- Lectura reposada del Evangelio. Lucas 6, 36-38

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

En este evangelio se nos habla de “medidas”. La medida que Dios usa con nosotros ha de ser nuestra medida. ¿Y cuál es la medida de Dios? La medida de Dios es la sin-medida. Lo propio de Dios no es dar sino “rebosar”. En las bodas de Caná, las tinajas estaban “hasta rebosar” de un vino excelente. En el salmo 23 se habla de una copa “que rebosa”. En primavera la tierra revienta y se llena de miles y miles de flores, árboles, arbustos. Dios no tiene un espíritu tacaño sino derrochador. San Pablo, sintiéndose envuelto en la gracia del Señor, dirá que el Padre, al darnos su Hijo en Él nos dio todo. Por eso habla de “derroche” (Ef. 1,8). Lo que Dios nos pide en este texto es que seamos también nosotros generosos en el amor, en el servicio y en la misericordia con nuestros hermanos. Si hemos recibido una medida grande, rebosante, por parte de Dios, no usemos nosotros con nuestros hermanos una medida pequeña tacaña, mezquina.

Palabra del Papa

Si en nuestro corazón no hay misericordia, no estamos en comunión con Dios.«¡Aquí está todo el Evangelio, está el cristianismo! ¡Pero miren que no es sentimiento, no es “ostentación de buenos sentimientos”! Al contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del “cáncer” que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor llena los vacíos, los abismos negativos que el mal abre en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacer esto. Y ésta es la alegría de Dios…Pero Dios no nos olvida, el Padre no nos abandona jamás. Pero es un Padre paciente, nos espera siempre. Respeta nuestra libertad, pero permanece siempre fiel. Y cuando volvemos a Él, nos acoge como hijos, en su casa, porque no deja jamás, ni siquiera por un momento, de esperarnos, con amor. Y su corazón está de fiesta por cada hijo que vuelve. Está de fiesta porque es alegría. Dios tiene esta alegría, cuando uno de nosotros, pecadores, va a Él y pide su perdón.» (S.S. Francisco, Ángelus del 15 de septiembre de 2013).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)

5.-Propósito. Hoy voy a ser espléndido, generoso, magnánimo en el servicio a mis hermanos.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí por medio de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, te doy gracias porque ahora comprendo un poco más la locura de tu amor. Si las personas conociéramos un poco la hondura de tu amor misericordioso y nos lo creyéramos, saltaríamos de gozo, y lloraríamos de emoción. Dame la gracia de darme sin medida a los demás, de hacer de mi vida una donación a mis hermanos sin pedirles nada a cambio. Mi mejor recompensa será la de quedar envuelto definitivamente con ese manto de tu misericordia y tu ternura.

PDF: 18 DE MARZO

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