Opinión

José Manuel Murgoitio

¡Emociona!

18 de noviembre de 2017

Bajo el título de EMOCIONA, desde este pasado día 16 y hasta este día 18 de noviembre, en la ciudad de Oviedo, se está desarrollando el XIV Congreso de Escuelas Católicas. Los distintos representantes de la Organización y docentes de nuestros colegios, nos hemos reunido para reafirmar, una vez más, el compromiso de la escuela católica con una educación atenta, como ha señalado Monseñor Elías Yanes, a aquellos “valores que fundan realmente la existencia y se hallan en la base de toda cultura verdaderamente humana”.

En un contexto histórico y cultural en constante transformación, la educación en general, y la educación católica en particular, es uno de los mayores desafíos de la Iglesia en su misión de proclamar, de transmitir, de comunicar la Buena Noticia. Y, como reconoció la D. C. Gravissimum Educationis, “la presencia de la Iglesia en la tarea de la educación se manifiesta, sobre todo, por la escuela católica”.

La escuela católica debe empeñar su ser en transmitir un mensaje que emocione, que ofrezca respuestas a lo que la sociedad y nuestros alumnos reclaman, mostrando nuestra identidad, bien definida y sin temor, por medio de una adecuada comunicación.Pero para emocionar hay que transmitir con emoción, comunicar con pasión, educar con amor. Porque, como nos ha recordado el Papa Francisco, “educar es un acto de amor, es dar vida. Y el amor es exigente, pide utilizar los mejores recursos, despertar la pasión y ponerse en camino con los jóvenes”.

Para la escuela católica, uno de los grandes retos de su tarea educativa en la modernidad líquida, en la que, como ha señalado Zygmunt Bauman, “la solidez de las cosas, como la solidez de los vínculos humanos, se interpreta como una amenaza”, es mantener, a pesar de todas las dificultades, la capacidad para emocionar a los niños y jóvenes al presentarles, en palabras de Benedicto XVI, “algo válido y cierto, reglas de conducta y objetivos por los cuales valga la pena gastar la propia vida”.

En una sociedad donde las características constitutivas de la educación han quedado reducidas al mero desarrollo de la razón instrumental, es imprescindible proponer a las nuevas generaciones, con emoción, con pasión, lugares creíbles, certezas con las que afrontar el crecimiento como personas comprometidas en la construcción del bien común.

Este es el compromiso irrenunciable de la escuela católica que renovamos estos días, fieles a nuestra misión.

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