¡Que Él crezca y que yo venga a menos!
1.- Oración introductoria.
Señor, hoy quiero comenzar mi oración con esta preciosa petición de Juan: ¡Que Él crezca y que yo disminuya!. Y te pido que la razón de mi vida seas Tú. Que yo sea feliz viendo que Tú creces, que Tú eres más conocido y amado; que Tú, desde la Cruz, atraes los corazones hacia Ti. Poco importa que yo cada día esté más limitado, que cada día sea menos considerado, que cada vez me tengan menos en cuenta. Me importas Tú. Solamente Tú. Nadie más que Tú.
2.- Lectura reposada del evangelio Juan 3, 22-30
Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí se estaba con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel. Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Fueron, pues, donde Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él.» Juan respondió: «Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo”. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: ´Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es necesario que él crezca y que yo venga a menos.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
En este evangelio se palpa una cierta rivalidad entre los discípulos de Juan y los de Jesús. Los dos tienen gran autoridad en el pueblo. Los dos son considerados como grandes profetas. Los dos bautizan. Pero los discípulos de Juan ven que Jesús, cada día tiene más clientela. “Todos se van con Él”. A este paso, Juan, nuestro maestro, se va a quedar solo. Los celos, las envidias, han existido siempre. Lo que impresiona es la reacción de Juan: “todo lo que tiene Jesús le viene de lo alto”. Es todo obra de Dios. Y compara al novio con Jesús y a la novia con el pueblo. Les dice Juan: Yo ya no soy el novio de este pueblo: yo dejo de ser el importante, el venerado, el estimado. El novio, desde ahora, es Jesús. A Él deben dirigirse todas las miradas; en Él deben cumplirse todas las promesas; Él es el nuevo vino que alegra los corazones y revienta los odres viejos. Yo soy feliz de ser “su amigo”. El que se alegra con la dulzura de su voz; con el encanto de su rostro; con la fascinación de su mirada; con la convicción de sus sueños eternos. Yo estoy aquí para gozar de su presencia y para verle crecer, aunque sea a costa de hacerme yo cada día más pequeño.
Palabra del Papa
Este disminuir de Juan el Grande, continuamente hasta la nada, me hace pensar que estamos sobre este camino y vamos hacia la tierra donde todos terminaremos. También yo terminaré. Todos terminaremos. Ninguno tiene la vida ‘comprada’. También nosotros, queriendo y no queriendo, vamos sobre el camino de la aniquilación existencial de la vida, y esto, al menos a mí, me hace rezar que este aniquilamiento se parezca lo más posible a Jesucristo, a su aniquilación. «Así la tierra se ha convertido en la casa de Dios entre los hombres y cada uno de nosotros tiene la posibilidad de encontrar al Hijo de Dios, experimentando todo el amor y la misericordia infinita. Lo podemos encontrar realmente presente en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Lo podemos reconocer en el rostro de nuestros hermanos, en particular en los pobres, en los enfermos, en los encarcelados, en los refugiados: ellos son carne viva del Cristo que sufre e imagen visible del Dios invisible. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 6 de febrero de 2015, en Santa Marta y Angelus, 11 de enero de 2015).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya mediado. (Silencio)
5.- Propósito: Dar a Jesús todo protagonismo en este día.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, quiero acabar este rato de oración dándote gracias por haber creado a personas tan grandes y maravillosas como Juan: el sencillo, el humilde, el fiel. Y quiero aprender de él la rara virtud de saber “dar paso a otro” con elegancia, con sencillez, con alegría. Y, al mismo tiempo, quiero aprender de Juan el saber “hacer hueco” dentro del corazón, saber ganar espacio para Jesús, a costa de perder terreno propio. “Dar paso y hacer hueco”, eso es todo lo que hoy te pido para mí.
PDF: 12 DE ENERO
Autor: Raúl Romero