Opinión

José Manuel Murgoitio

La tribu no es la que educa

20 de noviembre de 2018

Hace algún tiempo se hizo célebre aquel dicho africano que señala que para educar a un niño hace falta toda la tribu. Una metáfora por la que se nos indica que la educación de las nuevas generaciones requiere la colaboración de toda la comunidad. José Antonio Marina dirá en este sentido que “todos somos responsables de la educación de los niños que se crían en nuestro grupo social».
Sin embargo, esta afirmación, que no deja de tener sentido en cuanto que la familia necesita la ayuda de la sociedad para la educación de los hijos, encierra un grave riesgo cuando se considera que es a la tribu y no a los padres a quienes corresponde el derecho y la obligación primaria de educar a los hijos.
Así, puede comprobarse como últimamente se abre paso una línea de pensamiento que viene sosteniendo que la educación de los hijos no es un derecho de los padres sino un derecho de la tribu, o lo que es lo mismo, del Estado. Y se sostiene que es a éste al que corresponde determinar el contenido del ejercicio de ese derecho, especialmente en lo que se refiere a la transmisión de un denominado “mínimo ético universal”. Esta cuestión se percibe con especial virulencia en las propuestas de educación afectivo-sexual que, por parte de determinadas instancias, se pretenden imponer a las familias en el ámbito escolar.
La propia ministra de educación, Isabel Celaá, se expresó en este sentido cuando antes del verano indicó que “el derecho a la educación siempre recae sobre los individuos que son sujetos de aprendizaje, no recae sobre las familias, ni sobre los territorios, ni sobre la religiones”. E, igualmente, se preguntaba ¿Quién no puede estar de acuerdo con este matiz tan importante?
No podemos estar en mayor desacuerdo con la ministra. El derecho a la educación de los hijos, entendido este como el pleno desarrollo de la personalidad, solo corresponde a los padres. Los padres son “los primeros y principales educadores” de sus hijos y solo a ellos corresponde el derecho a elegir su educación y “este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse” (Concilio Vaticano II. D.C. Gravissimun Educationis n. 3). Derecho en el que no pueden ser sustituidos por tribu alguna, en cuanto consustancial a la propia condición de padres. Otero Novas ya denunció en su día “la posición totalitaria (…) de aquellos políticos que, además de gestionar los intereses colectivos de su pueblo, están convencidos de la superioridad de sus propias ideas, y por eso se consideran en el derecho, e incluso en el sagrado deber de ahormar desde el poder las conciencias, los intereses y las actitudes de sus conciudadanos”.

El propio Convenio Europeo de Derechos Humanos (artículo 2 de su Protocolo adicional) de 1952 establece que “a nadie se le puede negar el derecho a la instrucción. El Estado, en el ejercicio de las funciones que asuma en el campo de la educación y de la enseñanza, respetará el derecho de los padres a asegurar esta educación y esta enseñanza conforme con sus convicciones religiosas y filosóficas”. La redacción del inciso segundo muestra claramente la expresa intencionalidad de evitar la utilización de las instituciones educativas por parte del Estado para el adoctrinamiento ideológico de las nuevas generaciones.
San Juan Pablo II, en su viaje apostólico a España en 1982, señaló que, por razón de su origen, estamos ante “un deber-derecho primario en comparación con la incumbencia educativa de otros; insustituible e inalienable, esto es, que no puede delegarse totalmente en otros ni otros pueden usurparlo. (…). Ella (la autoridad pública), sin embargo, no puede sustituirse a los padres, ya que su cometido es el de ayudarles, para que puedan cumplir su deber-derecho de educar a los propios hijos de acuerdo con sus convicciones morales y religiosas”.

Por lo tanto, a la luz del derecho natural y del derecho positivo, la tribu tiene un papel subsidiario en la educación de los niños y jóvenes, y corresponde a sus padres el derecho inalienable de decidir sobre la educación de los mismos. Quien educa es la familia, la tribu la ayuda.

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