La Iglesia, comprometida los 365 días del año en el servicio a las personas más necesitadas, anima a salir de la indiferencia y a promover la caridad cristiana. El domingo, 18 de noviembre, se celebra la II Jornada Mundial de los Pobres.
Nuestro acercamiento a la realidad de la pobreza acostumbramos a hacerla apoyándonos con excesiva frecuencia sólo en las estadísticas. Corremos así el riesgo de quedarnos paralizados en fríos análisis comparativos. Escuchamos y leemos con relativa preocupación números y gráficos que nos dibujan un aspecto nada halagüeño de nuestra sociedad polarizada en la acumulación de riqueza en manos de unos pocos y la extensión de la pobreza entre muchos.
Sin embrago, tal como nos señala el Papa Francisco en su mensaje con motivo de la II Jornada Mundial de los Pobres, estamos llamados a encontrar las diversas situaciones de sufrimiento y marginación en la que viven tantos conciudadanos nuestros, hermanos y hermanas, que habitualmente designamos con el término general de pobres.
Deberíamos subrayar la expresión «estamos llamados a encontrar». Es decir, debemos andar listos para visualizar, salir de nuestro confort, descubrir, abrir el corazón a las situaciones de pobreza que nos rodean y actuar en consecuencia.
Debemos estar atentos y fortalecer nuestro tejido social
El hecho sin paliativos de la pobreza no se agota ni mucho menos en las «clamantes» situaciones de carencia económica en la que viven millones de hermanos nuestros, víctimas de una distribución de la riqueza injusta y que necesitan urgentes actuaciones sociales y políticas para devolverles la dignidad y los derechos que le corresponden.
Distintas formas de pobreza
Resulta necesario ampliar el horizonte de análisis de la realidad y comprobar cómo en nuestro agitado mundo del siglo XXI, entrecruzado por múltiples y sorprendentes avances tecnológicos, el abanico de las situaciones de pobreza se va ampliando cada vez más.
El término «pobre» deriva del latino «pauper», es decir, «el que produce poco» y en un principio se aplicaba como adjetivo o bien a la tierra o bien a los animales. Con el tiempo se aplicó a quienes no podían producir y por tanto carecían de lo más elemental para la subsistencia, es decir, a los seres humanos. Partiendo de este concepto, todos estamos, tal vez hoy más que nunca, o bien expuestos o bien enmarcados dentro de situaciones de pobreza.
Cuando se nos pretende hurtar una buena formación cultural, cuando estamos rodeados por doquier de noticias falsas que nos impiden aproximarnos a la verdad, cuando nos vemos rodeados de situaciones de intoxicación informativa o nos vemos engañados por situaciones políticas marcadas por la superficialidad y hasta por la corrupción, estamos socialmente empobrecidos.
Soledad y abandono
Un sistema depredador de la naturaleza nos genera una pobreza ecológica en la que estamos todos inmersos y, principalmente, los más desfavorecidos. El individualismo y el egoísmo nos conducen a generar soledad y abandono, en definitiva, una pobreza de espíritu y de ánimo ante la que tantas veces estamos insensibles.
Cuando escuchamos discursos generadores de odio, de aporofobia o xenofobia y de exclusión bajo el señuelo de apropiaciones de banderas y patrias excluyentes, estamos cayendo en pobrezas de valores humanos esenciales para la convivencia.
Nos corresponde estar atentos y vigilantes para fortalecer nuestro tejido social, nuestro proceder solidario, nuestro espíritu crítico, nuestra madurez de pensamiento y nuestra valentía para la denuncia. En ello reside nuestra esperanza para superar estas crisis ya no sólo económicas, sociales y políticas. Cuando se vislumbran señales de tormenta como las actuales, conviene tener referentes sólidos que permitan saber que hay un horizonte limpio más allá de los nubarrones amenazantes.
Caridad cristiana
Necesitamos salir de la indiferencia, conmovernos al ver la realidad de este universo de pobreza en el que quienes más la sufren, al fin y al cabo, son los marginados, los olvidados, los que yacen al borde del camino. A ello nos invita continuamente el Papa Francisco. Necesitamos saber compaginar la compasión, entendida desde un punto de vista profundo, con el trabajo por la justicia. Ahí reside la base profunda de la caridad cristiana.
Pobres humanos, sobre todo, «pobres humanos pobres» acabo de leer en una novela de reciente aparición. Urge actuar para deshacer esta adherencia simbiótica entre pobreza y humanidad.
Ramón Sabaté
Responsable voluntario de Animación Comunitaria de Cáritas Zaragoza