88 GRACIAS 88, porque esos años —88— has vivido entre nosotros. Muchos de ellos en Argentina. En Roma, 13 como su Obispo. En el mundo, en el cariño de muchos. En la incomprensión de otros y en el rechazo de algunos. A ese 88 podemos añadirle muchos ceros. Los que cada uno quiera.
Gracias, Padre, por este regalo que nos ha hecho.
Gracias, Espíritu Santo, porque lo has acompañado discreta, sencillamente. Y como fuerte VIENTO, en grandes e importantes gestos, salidos de su corazón rebosante de Ti. Lampedusa lo atestigua.
Gracias, Jesús, porque siempre te ha colocado en el CENTRO. Nunca ha querido serlo él. Porque no lo era. Ni se sentía tal ‘cosa’. Notre Dame de París lo dejó claro.
El cielo, al completo, te esperaba con un gran y alegre ¡BIENVENIDO!
Gracias, Francisco, porque lo que decías, lo vivías:
Olor de oveja, en salida, periferias, hospital de campaña, callejear, no balconear, no vivir en Palacio —por mucho que le llamen Apostólico—, sino en una Residencia, conviviendo con y entre personas.
Gracias, Francisco, porque dicen que has ‘desacralizado’ el Papado. Buena idea. Espero que permanezca.
Y tú, amigo lector, amiga lectora, disfruta de estos dibujos tan sugerentes como verdaderos.
«¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de todo consuelo, y el Espíritu Santo que habita en cada uno de nosotros, en la Iglesia, en el mundo!»
(cfr. 2 Cor 1,3-5)